Desde el año 1995, con la salida de la Alcaldía de Salamanca de Jesús Málaga, el PSOE, sobre todo en la capital y el alfoz, vive en una continua encrucijada. De sobra son conocidos los datos electorales, en los que los socialistas charros no han dejado de perder votos, como una sangría convertida en gangrena. Se fue Emilio Melero, llegó Fernando Pablos y, ahora, se aposenta como secretario general, el diputado, ¿quién lo diría?, David Serrada. Pero más que suma y sigue, resta y resta. Tan sólo, verbigracia, el flamante vencedor de las primarias, José Luis Mateos, paró esa hemorragia consiguiendo en 2019 la friolera de 10 concejales, a tan sólo un puñado de votos de los 11 que obtuvo el PP. Es el aval, entre otros, que el actual portavoz municipal ha esgrimido.
Parece que Salamanca tiene una maldición en cuanto a los candidatos de la capital. Deberían preguntarse por qué no conectan con la ciudadanía. Repito, tan sólo tuvo reconocimiento Mateos. Y ya es una victoria en un partido que parece, y es de común opinión por todos los corrillos políticos, que a los dirigentes no les interesa ganar. Es decir, están bien apoltronados en la oposición: sin responsabilidades, ni dentro ni fuera, recibiendo sus buenos sueldos públicos y, además, haciendo la vida imposible, hasta que logran aburrir, a los que miraban más allá, porque no precisan de la política porque tienen vida más allá de la misma. Ejemplos, a puñados.
El secretario general del PSCyL, Luis Tudanca, y su secretaria de Organización, Ana Sánchez, tampoco es que anden muy acertados en sus apuestas para conseguir ganar, o al menos, resultados electorales dignos, en Salamanca. En su momento tuvieron en su mano esa ocasión y la persona, y miraron para otro lado apostando por quien era un auténtico perdedor. ¿Qué consiguieron? Que el actual procurador -y lleva tantas legislaturas como Bautista de diputado- Fernando Pablos, continuara al frente de un PSOE de Salamanca que hacía aguas. Fue el momento de poder vencer, vaya casualidad, a Alfonso Fernández Mañueco, que en aquellas elecciones sacó los peores resultados del PP en el Ayuntamiento de Salamanca. Pero no. Mañueco pactó con Cs -esta formación, entonces, 2015, con dolor de corazón- y salió alcalde y el PSOE, que podía haber gobernado, a verlas venir cuatro años más en la oposición. Y ya ven ustedes donde está ahora aquel alcalde perdedor, presidente de la Junta de Castilla y León. Cosas de la política y de aquellos que lo permiten.
Pero volvamos al presente, a estas primarias que han rechinado en todas las conversaciones políticas. Se da el caso de que son las únicas que se celebran en las capitales de Castilla y León, que ya tenían decididos sus candidatos y muchos de ellos, alcaldes, porque si salimos de la Comunidad, el resto de las capitales españolas, donde está todo decidido, hace un feo aún mayor a estos mandatarios salmantinos. El actual secretario general del PSOE de Salamanca, el diputado David Serrada, ha hecho lo habido y por haber, "por tierra, mar y aire", aseguran desde el Grupo Municipal Socialista, para que José Luis Mateos no se presentara a las primarias, porque "era un perdedor". Vaya casualidad, resulta que con Serrada de nuevo jefe provincial los socialistas siguieron su sangría en sufragios y perdieron un procurador en estas últimas elecciones autonómicas.
Serrada buscó por debajo de las piedras a posibles candidatos. Desde el equipo de Mateos se le dijo que si presentaba a alguno mejor, "darían un paso al lado". Pero no fue así y, he ahí la cuestión, que después de sonar varios, o varias, socialistas, aparece como un conejo en una chistera Soledad Murillo. La exsecretaria de Igualdad con Zapatero y también con Sánchez. Una mujer luchadora, buena gestora y con personalidad, a la que sacan de su dorado retiro, porque está ya jubilada, para lanzarse a un ruedo con un resultado más que incierto. Dijo a los periodistas "me represento a mí misma". Nadie la creyó.
Y, ahora, qué. Primero, que José Luis Mateos será el candidato socialista a la Alcaldía de Salamanca en las elecciones locales del 28M/23. Dos, que seguirá sobre el mismo una espada de Damocles de la actual Ejecutiva, a la que ha dejado en evidencia, tanto a la local como a la regional. Tres, que no le quedará más que salir a una pelea electoral de la mano con gente que no creyó en su valía. Y cuatro, ¿dimitirá David Serrada como secretario general de los socialistas salmantinos, después del varapalo que le han dado los afiliados socialistas de la Jaime Vera, cuando lo han hecho besar la lona? No ha calado su estrategia y, en esto de la política, ya se sabe: si pierdes, para casa, y tanto presionar, cuando no coaccionar, ha hecho que los afiliados digan basta.
Esa es la explicación que Serrada, y por qué no, Tudanca y Ana Sánchez -conocedores, otra vez, de todo lo que estaba ocurriendo en Salamanca-, deberían dar a los militantes y a los ciudadanos. No vale ya mirar para otro lado, hacer de tripas corazón y seguir como si no hubiera pasado nada. Porque sí ha ocurrido. Porque en el PSOE de Salamanca llevan pasando muchas cosas hace muchos años, y nadie logra poner coto, freno o fin a una situación electoral que, hoy, se presenta, al menos en esta provincia, muy complicada.