Hoy, por azar del destino, me ha venido a mi mente aquella extraña y hasta kafkiana escena de los primeros años de la transición española en la que la genial Lola Flores, sobrepasada por los acontecimientos del momento en la boda de su hija Lolita, grita a los allí congregados movidos por la curiosidad: “Si me queréis, irse” Hace ya 40 años de esa esperpéntica escena y la voz de Lola resuena nuevamente, pero esta vez quien habla es España. No para que se vayan de su cobijo, porque España acoge a todos, sino para que abandonen su manipulación. “Irse” del constante manoseo de la Constitución y sus leyes hasta forzar su propia indignidad. Las manosean, las rompen, las desvalijan y las prostituyen.
Juegan con ella dentro y fuera de su casa. Venden y compran votos con el trabajo de los españoles sin arriesgar nada de su personal patrimonio. Hablan desvergonzadamente en nombre de España cuando la están rompiendo. Los delincuentes juzgan a los jueces, hacen sus leyes y ponen sus condiciones. Sangran a los ciudadanos robándoles sus impuestos para pagar sus “juergas” independentistas.
Por eso grita una y otra vez “irse”. Que saquen sus sucias manos de las instituciones, que abandonen esas aspiraciones de redimir a los delincuentes. España grita una y otra vez porque le duele que jueguen con ella. Y en esta súplica de España también se está dirigiendo a todos los españoles. “Irse” a defender el oprobio que puede acontecer, levantad la voz y gritad conmigo: ayuda. Y en esto estamos todos porque si no ponemos cada uno nuestro grano de arena podrá ocurrir aquello de que, después, vendrán a por nosotros y nada habremos hecho. Una mayoría parlamentaria no se puede hacer con la “mayoría de las minorías”. Estas son insaciables y solo les interesa lo suyo, su bienestar, vivir, aunque sea a costa del resto de mayorías. Gobernar al dictado de los minoritarios es perder dignidad. Es venderse por estar en el gobierno, pero no por ser gobierno. Un pelele en manos de insaciables pedigüeños.
Pero en esta ocasión, aunque hay muchos que no quieran oír sus gritos, España también clama y pide auxilio al partido socialista. Les pide también que salgan de esa maraña de patrañas en la que les ha metido su líder, que el canto de sirenas les está impidiendo escuchar la verdad de los acontecimientos que están ocurriendo. Que un escaño, un sueldo y unas prebendas no pueden atenazar a una persona y pegarlas a un sillón. Los socialistas que están gritando, algunos, pocos, que no se puede gobernar como lo hace Sánchez y sus monaguillos, no pueden quedarse parados, narcotizados. España también les llama en su ayuda. Todos y cada uno de los socialistas serán responsables de desmantelar un régimen democrático. Y cuando salgan a la calle de sus respectivos pueblos y ciudades sabrán que los ciudadanos que nos crucemos con ellos pensaremos que con su voto unos golpistas, delincuentes, malversadores del dinero público, se han convertido en unos pobres represaliados. Que los que asesinaron a muchos españoles, algunos de ellos amigos y compañeros de partido, lo hicieron en ese “régimen dictatorial” de la Constitución de 78. Un despropósito que solo tiene una salida de emergencia, que les entre la cordura a un grupo de estos diputados y voten NO a una investidura comprada con la ignominia y NO a un pacto destructivo como el que ha hecho Sánchez.
Si esto ocurriera, déjenme soñar, la cordura y la sabiduría se habrá instalado en la política y España sentirá realmente que se la quiere. Si tal sueño no se hiciera realidad, deberemos concluir que ambas virtudes han desaparecido de la política, y la necedad se ha instalado en nuestra sociedad. España ya no gritará “si me queréis…, irse”, España gritará, siguiendo un titular de Félix de Azúa, “…irse preparando”