La maraña de estímulos que estoy recibiendo cuando contemplo la realidad que me rodea dificulta mi elección en el tema de reflexión. Cuando parece que un hecho, unas palabras, una mirada o un gesto despiertan la curiosidad por desentrañar su razón de ser, me asaltan nuevos estímulos a modo de destructor bombardeo que arrasa mi atención.

Los acontecimientos que estamos viviendo en España nos sitúan en una delirante situación, un tanto esquizofrénica, que impide hacer un “alto en el camino” para reflexionar, porque, cuan avalancha de casos, se vierten sobre nosotros otros tantos asuntos para la reflexión.

A pesar de esta “marabunta”, he conseguido desentrañar un concepto que hecho de menos en todo: LA VERDAD. Hemos llegado a un estadio de la política, sobre todo, en la
que no solo no existe, no se busca, sino que además se pretende ocultar.

A lo largo de la historia, la "verdad" ha sido debatida en círculos filosóficos, se ha reflexionado, se ha investigado. Muchos han matado y otros han muerto valientemente en su defensa. Gracias a su búsqueda nacen la Filosofía y la Ciencia, en respuesta a la admiración del hombre por las cosas y los deseos de dar razón de ello. La verdad ha sido protagonista de la historia, con sus luces y sus sombras, pero, en estos momentos, aquella máxima de la metafísica aristotélica que nos hablaba de que “todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de saber”, refiriéndose a la simple búsqueda de la verdad, es ya pura ficción, sobre todo en la política. Pero no me quiero dejar llevar por el pesimismo y extender esta actitud a toda la política, más bien su ausencia se está asentando en la gobernanza. La máxima que reza ahora es: “En el poder a costa de lo que sea”. Y para ello, para poder estar y perpetuarse en él, se buscan toda clase de subterfugios justificados a través de medias verdades, mentiras a medias, posverdades, difamaciones, divisiones, y un largo etcétera. Y para que los oponentes políticos no desvelen mis intenciones, lo mejor es convertirlos en enemigos, destruirlos. Pura estrategia estalinista.

Y en esta reflexión de lo que se observa hoy en la gobernanza de España, me viene al caso la concepción de Sócrates de la verdad que la identifica con el bien moral. La Verdad y la Moral se identifican en uno, pues conociéndola se practica el bien. Lo que no comparto de Sócrates es su conclusión al justificar la falta de rectitud o ética en las acciones a la ignorancia. Yo no soy tan ingenuo, y viendo cómo se comportan estos gobernantes podríamos afirmar que si la niegan, si la ocultan y la manipulan, es porque les falta la moral suficiente para actuar con rectitud y su causa no es la ignorancia, sino la maldad. Todo por el poder.

Con este presupuesto queda advertido el ciudadano, por eso ya en uno de mis artículos, publicado en este medio el 17-12-2021 sobre la posverdad, decía que "estamos dando como aceptado en nuestra sociedad lo que es una inmoralidad y, por lo tanto, admitir sin protestar que nos cambien la realidad deliberadamente con fines manipulativos, nos convierte en "peleles" con nuestro consentimiento… Nos acostumbramos a que nos mientan, nos distorsionen la realidad, nos manipulen y piensen por nosotros, haciéndonos unos anoréxicos de la Verdad".

Que la verdad ha muerto es la única verdad que podemos percibir en esta forma de gobernar que tenemos en España, pero, además, se están empeñando en destruir, incluso, la mentira, porque mentir es “cambiar de opinión”, de manera que el ciudadano quede totalmente desvalido ante lo que sus gobernantes le dicen, hacen o les proponen. Es aquí donde los “listos”, los supervivientes, los inmorales, sacan tajada. Esta manera de gobernar es una amenaza para la democracia que la inhabilita y destruye, y daña la libertad del hombre y su racionalidad.

Con estos “mimbres”, como habitualmente se dice, no me queda más remedio que proponer un encadenamiento de premisas: si ocultan la verdad será porque no la conocen, si no la conocen será porque no la buscan, si no la buscan será porque no tienen la fuerza moral para buscarla y si no tienen fuerza moral para buscarla será porque su conciencia está atrofiada para discernir lo bueno de lo malo, actitud propia de los inmorales. La conclusión se la dejo a ustedes, pueden poner una frase o personificar en un personaje. Yo les propongo un nombre sencillo que empieza por “S” y termina por “z”.