Van Gogh pintó, durante el día, en el manicomio de Saint Paul de Mausole, “La noche estrellada”, en la que, tras considerar que era un fracaso, comparó las estrellas con puntos en un mapa y tomó la muerte como el modo de llegar a las estrellas en una profunda necesidad de religión en la que creía, pero le decepcionaba. Para mí, un cuadro de significado, sentimiento y alcance muy grande, sobre todo en la visión de mi hijo.

La justicia y la libertad son dos estrellas en esa noche a las que soñamos llegar o alcanzar, pero que observamos como lejanos, de difícil obtención y nos decepcionan.

Vivimos momentos en los que se nos llena la boca de hablar de democracia, libertad y división de poderes; pero, desde el poder, se eliminan los controles que debieran de someterle, se amordaza al notario que debiera de transmitir los hechos y se busca la construcción de una justicia dependiente del “amo”, del poder.

La lucha por el CGPJ debería de ser la disputa por la mayor independencia de la Justicia, pero ni uno ni otro, cuando han podido han implementado formas y modos de acción independiente de la Justicia. Los constituyentes conformaron un modo de designación y funcionamiento de las relaciones entre el Poder Judicial y el Poder Político sostenido en una independencia formal y real, hasta que Felipe González decidió meter su mano por debajo de las sayas, y luego vinieron otros y siguieron metiendo la mano hasta que, ahora, no sólo se pretende introducir la mano, sino que ya lo que se está haciendo y se pretende formalizar es meterse en la cama de ella y someterla al poder del macho alfa.

Solo me fiaré de uno y de otro cuando pongan encima de la mesa un proyecto de ley que demuestre cuán independiente quieren que sea la Justicia, cuán libre la desean y se comprometan a llevarlo adelante; mientras tanto, sólo manosean la misma para ver quién se la lleva a la cama.

La independencia debiera de comenzar con la redefinición del Ministerio Fiscal como no dependiente del ejecutivo, para ser una institución libre, defensora de la legalidad, protectora del menor, investigador del delito y sin más control que el interno y dependiente del Consejo General del Poder Judicial.

El siguiente paso es dejar en manos de los jueces, fiscales, LAJ, juristas y operadores jurídicos la designación de los órganos de administración, gestión, designación y depuración de la Justicia, para que no se pueda interferir desde el poder político al que han de controlar y, para ello, utilizar formas democráticas, trasparentes, participativas y que permitan el control del elegido por el electorado limitado a los profesionales que conforman la Justicia.

Finalmente, construyamos muros que impidan no sólo que los políticos perturben el modelo judicial, sino que los que en él intervienen (jueces, fiscales, LAJ, juristas, etc.) no puedan jugar a políticos sin someterse antes, durante y después a unos condicionantes que impidan los vasos comunicantes entre uno y otro poder.

Tengamos en cuenta que las medidas de independencia no sólo serán dolorosas para los políticos, que pueden ser dolorosas para los que conformarían el cuerpo electoral del CGPJ y, así, se verían sometidos a controles que eviten las adherencias propias del ejercicio durante un tiempo determinado en la misma jurisdicción, término o relaciones y que dificulten su corrupción, impidan su dependencia, etc., de manera que la mujer del César parezca y sea honrada e independiente.

El sometimiento del ciudadano a la Ley y a la resolución de los conflictos a un órgano independiente, transparente, ecuánime y libre de presión y sometido a la Ley, es la garantía de una democracia robusta, pues si permitimos la autotutela, la dependencia o la simple inexistencia de Ley nos destinamos a la barbarie.        Un poder judicial corrupto, corrompible, sometido a la decisión, voluntad o criterio político es el exponente de un estado totalitario sometido a la voluntad del líder, lo llames como lo llames, y aquellos políticos, hasta hoy todos, que pretendan, busquen o intenten el control del pueblo, de los ciudadanos, de la Justicia y que elimine los controles, por más que se engría y se sienta Dios, son unos miserables corruptos que quieren ser simplemente un dictador de pacotilla. ¿Nos dejaremos llevar por nuestras sectarias voluntades? ¿Daremos más valor al partido, al líder, que a la verdadera libertad? ¿Dejaremos que una u otra ideología manosee nuestra verdadera democracia y libertad?