Siempre asociamos una sonrisa con un buen estado de ánimo. ¡Estoy feliz y contento! Pero no siempre es así.

En muchos casos, y más en los tiempos que corren, hay personas que parecen felices porque tienen una vida “plena”. Tienen un buen trabajo, una bonita familia, una posición social adecuada pero no son dichosos.

De hecho, están pasando por un proceso depresivo.

Esta enfermedad en estos casos es muy compleja de tratar y detectar. Incluso pueden sucederse situaciones extremas, como intentos de suicidio, sin que los que rodean a ese individuo tengan la menor idea de lo que está pasando.

La depresión atípica, que así se llama desde un punto de vista clínico, es uno de los grandes males del siglo XXI, sobre todo por su sibilino recorrido.

Aunque sí podemos percibir algunos síntomas que podrían dar la voz de alarma.

Algunas de estas personas duermen muchas horas al día, más de las recomendadas y, en ocasiones, sienten seguridad y paz en su cuarto, de donde no quieren salir bajo ningún concepto. Otras tienen ataques de euforia repentinos cuando reciben un mensaje de un amigo o una notificación de su jefe alabando alguno de sus logros.

Suelen padecer un cansancio generalizado, que no se debe a ninguna razón concreta, ni a un momento de ejercicio físico extremo, y pueden comer en exceso, lo que en ocasiones conlleva un aumento de peso.

Si observas alguno de estos comportamientos en alguien cercano a ti, pon ojo avizor y sigue con tu labor de investigación. Si así lo haces, podrás percibir si está pasando por este proceso tan desagradable.

Ten en cuenta que los afectados en estos casos tardan mucho más tiempo en pedir ayuda profesional y eso hace que la situación empeore porque el daño cada vez es mayor. Ni ellos mismos saben lo que les está pasando o no entienden porque están así, ya que supuestamente tienen “todo” lo que necesitan en la vida para estar contentos.

Muchas veces nos sentimos tristes y no sabemos por qué, ya que no tenemos “motivos” para ello, pero esa sensación está ahí, no nos abandona y perdura en el tiempo. No debemos sentirnos culpables por ello. Si no pasa, es el momento de buscar cómo afrontarlo y superarlo.

No es fácil reconocer las emociones o ponerles un nombre, aunque estén ahí presentes, acompañándonos a diario.

Las personas que sufren esta dolencia sienten que el camino de la vida se les hace muy cuesta arriba, las fuerzas les van fallando y a veces incluso, llegan a quitarse la vida, o a intentarlo, porque no pueden más, no han sido capaces de pedir ayuda o nadie se ha dado cuenta de que algo iba mal.

Luego llegan las especulaciones y las lamentaciones, ¡pero si ayer mismo estuve con él y estaba super contento!¡No lo entiendo, con la vida que tenía!¡Si lo tenía todo!

Las cuestiones de la mente son complejas y nadie debe juzgar o hacer un balance de las situaciones personales ajenas.

Si estás leyendo estas palabras, y tienes alguno de estos síntomas, sin motivo alguno, o crees que alguien de tu entorno está pasando un proceso similar, ¡Pide ayuda!

No pasa nada por hacerlo, aunque te pueda dar vergüenza o puedas pensar que eso no va contigo, una consulta con un profesional no hace daño a nadie. Es más, debería ser obligatorio para todos ir a menudo al psicólogo para que nos ayudara a valorar y ordenar los problemas y dilemas del día a día. Esto haría que afrontásemos la vida con mas seguridad y con otra perspectiva.