Una encuesta reciente cita que el 50% de la población española piensa que la escuela de hoy es peor que la de ayer y que los alumnos salen mucho peor formados.

¿Esto es una realidad o siempre que hay un cambio generacional aparece el mismo tema de discusión?

Lo cierto es que tenemos un buen sistema educativo y un equipo de docentes bien preparados. Entonces, ¿qué ideas son las que hacen que la mitad de la población considere que estamos en un momento donde la calidad brilla por su ausencia?

Los motivos son varios:

-La dificultad para atender personalizadamente a los alumnos con dificultades en aulas con ratios de 25 alumnos en primaria y 30 en secundaria.

-La figura del docente se ha devaluado, ha pasado de ser autoridad a estar cuestionado a diario por los alumnos y padres. En muchos casos esta infravaloración del maestro se produce delante del alumno, perdiendo así toda posibilidad de mantener la disciplina y el orden futuro.

-Hay un sector de la población que opina que no se promueve la cultura del esfuerzo, que se ha diluido con el uso de las nuevas tecnologías que solo sirven para mantener al colegial ocupado y distraído.

-También son muchas las voces que piensan que el educador ya no lo es por vocación, sino que tiene ese empleo para asegurarse un trabajo con unas amplias vacaciones y un sueldo medianamente digno.

-Incluso la escasa motivación de los alumnos en muchas ocasiones se achaca a la forma de explicar del docente o a las nuevas leyes educativas que los condenan a seguir la senda marcada, sin poder prácticamente salirse de ella. En muchos casos funciona, pero en otros lleva al desastre y al abandono temprano.

Si tuviéramos en cuenta estas premisas como verdad absoluta, la valoración de la escuela sería tremendamente negativa, aunque claramente ese enfoque es exagerado y tremendista.

Los docentes se esfuerzan, utilizan muchas horas fuera del horario escolar adaptando contenidos y usando nuevas estrategias de aprendizaje para conseguir llegar al mayor número posible de alumnos.

Sí que es cierto que la figura del docente no está en su mejor momento de popularidad, pero aquí todos debemos hacer un análisis de conciencia. No podemos tirar por tierra a un profesor a la mínima. El diálogo es fundamental. Como ser humano puede equivocarse y rectificar si fuera necesario.

Los padres que menosprecian al maestro le hacen un flaco favor a su hijo, porque este no mantendrá la disciplina en clase y le acabará pasando factura en el futuro.

Padres y profesores buscan lo mejor para los niños y deben de trabajar juntos, yendo a una. Hablando y dialogando entre ellos. No son enemigos sino colaboradores con un fin común.

La gran mayoría de los docentes son vocacionales. Por mucho que alguien cobrase o por muchas vacaciones que tengan no podrían aguantar el día a día si no les apasionara su trabajo.

Es una profesión dura, difícil y poco valorada, pero también muy gratificante.

Cuando ves el brillo en los ojos de un alumno que entiende un ejercicio, cuando muestran el deseo por descubrir, investigar o aprender nuevas cosas, ese brillo se transmite al docente dándole fuerza y energía para continuar con una sonrisa en la boca y el corazón lleno de gozo.

Por eso puedo decir, sin temor a equivocarme, que cualquier tiempo pasado no fue mejor.

La educación no es fácil, son tiempos convulsos, pero si todos ponemos de nuestra parte lograremos nuestro propósito que no es otro que la educación integral del alumno para que sea un miembro productivo de nuestra sociedad.