Entretenido festejo en el cierre de temporada en Mojados
La novillada de feria en Mojados, que anunciaba el cierre de la temporada en Valladolid y provincia, resultó entretenida por el variado juego del ganado de Torregrande y la actitud de la terna anunciada en una tarde soleada pero fría y desangelada con escaso público en el enorme coso mojadense.
Tres orejas se llevaron en el esportón el veterano novillero Juan Cervera, que apodera el vallisoletano Santi Garay, y otras tantas se llevó para Francia el novillero Carlos Olsina, que sorprendió por su valor y actitud en la cara de los novillos. Se lidiaron seis utreros de la ganadería pacense de Torregrande, desiguales de presentación y juego. Nobles y manejables. Algunos fueron zapatitos como los dos primeros y más hechos y enseñando las puntas los tres últimos.
Juan Cervera ya había actuado por estos lares en distintas ocasiones. Pero esta tarde en Mojados pudimos saborear su clasicismo y buen toreo ante dos ejemplares de distinta condición. Al primero, un dije, que fue noble, aunque flojo, le cortó una oreja en una faena variada por ambos pitones. En la última fase el noble animal se paró por completo. Lo pasaportó con media lagartijera de efecto fulminante y el palco concedió el trofeo.
Con el cuarto, un novillo alto y feo que enseñaba las puntas, el valenciano estuvo muy torero y basó su faena en la mano derecha mostrando un toreo clásico sin concesiones a la galería. Mató de estocada volcándose en el morrillo saliendo volteado sin consecuencias. El premio fue de dos orejas.
Carlos Olsina es un joven de Beziers cuyo toreo es de corte valiente y de raza. En Mojados sorprendió agradablemente cuando recibió desde el platillo y de rodillas a su primero, un novillo bajito y encastado que tuvo movilidad. Lo toreó con ambas manos en una faena variada con final de bernadinas muy ceñidas. Lástima del feo metisaca que emborronó la labor. Paseó una oreja.
Con el sexto, un novillo cuajado (más bien un toro) le faltó reposo en una faena intermitente pero llena de entusiasmo. Sin duda el chico estuvo en novillero con ganas de triunfo y de llegar a la cumbre. Pero muy acelerado y nervioso a la hora de matar, ya que entró tres veces con voltereta incluida que lo dejó un tanto aturdido. El premio de dos orejas fue un tanto excesivo. En ambos novillos lució con presteza el capote.
Y de vació se fue el novillero manchego Carlos Aranda que tiene que practicar mucho la suerte suprema. Faena aseada en su primero, un flojo y noble animal que metía la cara y repetía en la muleta del daimieleño. Pero se atascó con los aceros. Cosechó silencio tras aviso.
Otro silencio obtuvo con el quinto, un novillo manso “hecho y derecho” que se paró enseguida y con el que no pudo lucirse. Abrevió, y otra vez lo pasó mal por el pésimo manejo de la espada.
Fotos: Natalia Calvo