Castilla y León

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'Os Velhos' de Bruçó (Mogadouro), el protagonismo del pueblo

26 diciembre, 2019 15:50

Las Fiestas de Invierno son manifestaciones culturales transmitidas de generación en generación, convirtiéndose en costumbres, tradiciones y estilos de vida específicas en estas tierras de frontera. Hablamos de los concejos de Miranda do Douro y Mogadouro. Todas ellas, de antaño a hogaño con sus peculiaridades sociales y temporales, contribuyen al conocimiento de una región que supera las limitaciones geográficas marcadas por un río, el Duero/Douro.

Las tierras transmontanas de frontera son las más ricas en ritos, tradiciones y, en suma, cultura ancestral. Pero si en algo destacan y trascienden más allá de su territorio lamido por el río Duero es en las mascaradas o caretos, su música tan diferenciada con la gaita de foles como base fundamental, su lengua –el mirandés, en un concejo más que en otro- y una serie de ritos que trascienden más allá de los tiempos y que sirven, a su vez, de convivencia en la colectividad.

Máscaras y ceremonias son los componentes esenciales de la expresión de un conjunto de costumbres y ceremonias –muchas de ellas ligadas a la religión- e ideas anexas a la identidad única de estas comunidades del Planalto Mirandés. Ellas concretizan y materializan un conjunto de valores y significados que definen la esencia de los pueblos en cuyo seno se manifiestan. No debemos olvidar que todo este compendio de ritos no son más que costumbres o ceremonias que se repiten de forma invariable de acuerdo a un conjunto de normas ya establecidas por esa colectividad un año tras otro. No debe dejarse al margen los problemas que tiene la continuidad de estos ritos, que llegan de la mano en la falta de jóvenes en las aldeas y, con ello, la nefasta despoblación rural.

'Os Velhos de Bruçó'

El viajero emprende, bien temprano y con una niebla que todo lo ciega, camino de Bruçó por esas tierras de frontera, bellas y salvajes, de predios y robles, de ovejas y también de cabras y vacuno mirandés. Sale a la búsqueda de esos ritos de antaño que se suceden hogaño en las aldeas donde, todo hay que decirlo, deben tener su esencia, más allá de encuentros, desfiles o muestras -que haberlas tiene que haberlas-.

Llegado al lugar, donde solo se atisba algún madrugador en busca de ese café u orujo matinal que todo 'ponen en marcha' en la taberna abierta, de la mano de mejor guía, el presidente de la Junta de Freguesía, João Possacos, conoce de primera mano todo el ritual, desde el pequeño almuerzo de los cuatro mozos que toman fuerzas en casa de los mayordomos, o 'mordomos', hasta integrarse en todo el tumulto festivo que sale al encuentro y acompaña a los cuatro caretos.

La fiesta de los ‘Velhos’ de Bruçó tiene dos ‘casais’/parejas distintos como sus actores. Una pareja de ‘velhos’/viejos, interpretado por dos jóvenes solteros, y otro formado por la Sécia, mujer liviana, de vida fácil, y el Soldado, encargado de proteger a su dama.

La actuación de estos personajes que celebran los ritos de la fiesta de los viejos, ante el pueblo y en interacción con él, con petitorios por la aldea, representación de casamientos burlescos, simulación del acto reproductor e interpretaciones de los trabajos fundamentales en la supervivencia de la comunidad, dan vida al rito con la complacencia y aceptación de todos los vecinos. Si abren una puerta cerrada y entran, está bien. Si pegan, también. Si hacen correro, también. Es la costumbre que asume como propios todo el ceremonial hasta convertir al propio pueblo en principal protagonista.

Por la fuerza y la magia que la máscara le confiere, hacen valer de su superioridad, eliminación de males y apelan al Sol por la fertilidad de la naturaleza. Esta sería la parte más propia de los 'estudiosos' de estos ritos. El viajero solo prentende mostrar uno de los ritos que confieren el carácter de comunidad, donde la convivencia llega asida de la mano de las costumbres tomadas como propias por todos los vecinos, pequeños y mayores, mujeres y hombres, ricos y pobres... Propios y forasteros, también, en el respeto a la identidad y al rito como tal en su transcurrir.

Terminada la mascarada con la mayoría del pueblo en la calle, llega la hora de los banquetes porque es Navidad/Natal y las costumbres también rigen en estos fechas de convivencia familiar, de la que el viajero participó con la familia de Possacos. De agradecer la gentiliza y el recibir al forastero, una característica del transmontano cuando abre sus puertas. Y, ante todo, la calidad de vida que inunda estos parajes. Envidia sana, ay!

REPORTAJE GRÁFICO LUIS FALCÃO