Castilla y León

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Burgos

Crónicas taurinas... y empresariales

3 julio, 2018 11:00

Hacía unos cuantos años que no iba a la feria de Burgos y el pasado fin de semana me acerqué a tierras cidianas – que diría mi amigo Carlos Velasco- para ver dos corridas de toros, de distinto calado, del ciclo que la nueva empresa (Tauroemoción) ha organizado en su primer año de gestión.

Y la primera sorpresa fue ver un entradón el sábado con un cartel atractivo: Castella (oreja y silencio), Morenito de Aranda (tres orejas) y la novedad en todas las ferias como es el peruano Roca Rey (silencio en ambos), con un encierro del burgalés Antonio Bañuelos (el quinto toro salvó la tarde al ganadero). Y el domingo tres cuartos de plaza con los siempre esperados “victorinos” (excelente corrida con tres toros de nota) en el regreso del veterano José Ignacio Ramos (ovación y oreja), Paco Ureña (silencio y ovación) y Emilio de Justo (tres orejas).

No voy a pormenorizar sobre ambos festejos porque ya han pasado las fechas y hay sobrada y detallada información al respecto. Pero sí me interesaba conocer el ambiente de la feria, la respuesta de las gentes -sobre todo de las peñas- y la asistencia de espectadores en general con la gestión del nuevo arrendamiento a la mercantil Tauroemoción.

Y todo está resultando un éxito en Burgos de la mano del joven Alberto García, que ha irrumpido en el empresariado taurino con una fuerza sorprendente, hasta el punto de desbancar a la Casa Chopera en litigio para ver quién se hacía con el reformado y cómodo “Coliseum de Burgos” (antes Coso de El Plantío).

Un asombro general hay en el mundo del toro en torno a este nuevo personaje, de Madrid pero turolense de vocación, cuya procedencia del toro viene avalado por ser recortador hasta que cumplió 23 años. Pero Alberto García, de puntillas y sin hacer ruido, ha ido escalando posiciones hasta gestionar un buen número de plazas desde 2009 que inició su periplo en Teruel, junto a los Hermanos Lozano, quienes al parecer fueron los que le enseñaron a dar los primeros pasos en este negocio. Y en solitario llevó Cella, Benidorm, Calahorra y Alcañiz. Su primera plaza donde organizó una novillada fue en Alcorisa (Teruel).

En la actualidad es el titular de las plazas de Burgos, Huesca, Soria, Don Benito, Daimiel, Cella y Santa Eulalia del Campo, además de apoderar al matador de toros Emilio de Justo y a la novillera Rocío Romero.

Pero es que a Victorino Martín le ha comprado cuatro corridas de toros esta temporada: Vista Alegre (Carabanchel), Don Benito, Soria (suspendida por la lluvia) y la citada de Burgos. Y en Cella ha contratado Miuras. Y en Huesca anuncia un mano a mano entre Ponce y El Juli, entre otros. Y organiza en sus ferias una serie de actos culturales en torno al toro que tienen mucha enjundia. Y premios literarios. En fin.

Lo cierto es que la gente del toro anda con la mosca tras de la oreja por la irresistible ascensión del joven ex recortador, sobre todo la clase empresarial. ¿Qué quién está detrás de este chico? ¡Alguien está poniendo!, etc.

Pero lo cierto es que hace presentaciones estelares con el propio Victorino Martín, y les aseguro que el ganadero de Galapagar -heredero del gran Victorino- no pierde el tiempo en minucias si sabe que algo malo puede influir en el devenir de su ganado prestigio como ganadero, y ahora presidente de la Fundación del Toro de Lidia.

Los llenos de Burgos, que es donde he acudido días pasados, corroboran la buena gestión de Alberto García y su amplio equipo de trabajo del que mencionaré por cercanía a dos de ellos: el veterano Quino Monje, reconocido aficionado taurino burgalés en labores de representante de la empresa y el joven vallisoletano Nacho de la Viuda, que actúa como gerente en este y en otros cosos de la mercantil.

En Burgos han logrado casi cinco mil abonos, la mayoría de peñas de la ciudad que llenan de colorido y juventud los tendidos, donde cada festejo viene a costar a cada peñista unos 12 euros. Eso es hacer afición pensando en el relevo generacional que, desgraciadamente, es de lo que adolece nuestra Fiesta. Y en ello también colabora generosamente el consistorio burgalés suprimiendo el canon de arrendamiento.

No conozco personalmente a Alberto García, ni he hablado con él nunca, ni se el futuro que le deparará a Tauroemoción en el resto de los cosos que gestiona. Pero sí sé que organizando de esta forma y viendo el desarrollo que lleva en estos años, donde todo el mundo del toro lo ve con extrañeza y con recelo, puede marcar una época. Y, sobre todo, poner en guardia a una competencia que no se adapta a las circunstancias actuales. Es decir, caduca.

Renovarse o morir. Eso exige la gestión empresarial taurina en estos momentos tan delicados donde cualquier advenedizo intenta sacar tajada sin pensar en el daño que se le está haciendo a nuestra Fiesta, a nuestros toros del alma. Dicen los propios estamentos taurinos que “el mal de la Fiesta está dentro, no hay que buscarla fuera”.

Pues sáquenla de ese aire viciado y que se ventile para que huela a limpio. Será la única forma de que no contamine y podamos disfrutar de ella como se merece. ¡Viva la Fiesta!