El lúpulo vuelve al Bierzo
D. Álvarez / ICAL
La provincia de León es responsable del 99 por ciento de la producción nacional de lúpulo, un cultivo esencial para la fabricación de cerveza, utilizado ya desde la Edad Media. Sin embargo, desde hace al menos medio siglo, el territorio de la comarca del Bierzo, conocido por la gran calidad de sus productos agroalimentarios, permanecía ajeno a este fenómeno, que se concentra en las riberas de los ríos Órbigo, Tuerto, Porma y Torío. Con una plantación de casi cuatro hectáreas, de las que ha obtenido una producción de ocho toneladas en su primera cosecha, Octavio Antuño, un joven agricultor de 35 años de Cubillos del Sil, busca demostrar que la comarca puede volver a ser tierra para el lúpulo.
Al respecto, Octavio reconoce que su apuesta por este cultivo que desapareció de la comarca décadas atrás “fue un poco locura”. “Todo empezó porque tengo un amigo asturiano que hace cerveza artesana y me animó a poner aquí, me dijo que en el Bierzo se tiene que dar bien”, explica. Tras llevar a cabo sus investigaciones, el joven agricultor escuchó referencias acerca de las últimas plantaciones de la comarca, situadas entre las localidades de Cacabelos y Quilós y desaparecidas hace entre 40 y 50 años.
Antes de poner en marcha su plantación, Octavio, que ya había trabajado otros cultivos pero que nunca había estado en contacto con esta planta trepadora, pasó un año formándose de la mano de algunos agricultores asociados a la Sociedad Agraria de Transformación (SAT) Lúpulos de León, como Ángel Álvarez, de la localidad de La Milla del Río, al que le agradece la ayuda prestada dentro de “un mundo muy cerrado, en el que te explican lo justo y necesario”. “Sin él no hubiera sido posible”, resume. Durante su periodo de formación también visitó las instalaciones de la empresa Hopsteiner en Villanueva de Carrizo, donde también pudo conocer que “hace tiempo llegaban cosechas desde el Bierzo”, según le aseguraron los más veteranos.
Una vez finalizado su aprendizaje sobre el cultivo, Octavio utilizó los servicios del Banco de Tierras que gestiona el Consejo Comarcal del Bierzo para hacerse con dos parcelas, una en Cubillos y otra en Cortiguera, en las que iniciar su actividad agraria. En paralelo, y con el asesoramiento del Servicio de Iniciativas Emprendedoras (SIE) de la institución comarcal, el joven emprendedor puso en marcha el pasado mes de abril la empresa Lúpulos del Bierzo, desde la que comercializa la producción de sus terrenos.
El resultado, en forma de primera cosecha, pudo recogerse a mediados y finales de agosto y alcanzó la cifra de 8.000 kilos. Al respecto, Octavio señala que “los primeros años la producción no llega al cien por cien”, debido a que las plantas nuevas sólo dan en sus primeros años entre un 60 y un 70 por ciento de la producción potencial. Además, los problemas ocasionados por la pandemia también retrasaron la puesta en marcha del proyecto, ya que el confinamiento coincidió con un momento clave para el cultivo. “Me pilló justo cuando tenía que ir a buscar las plantas, se plantaron tarde y algunas no tiraron bien”, explica el berciano, que lamenta que algunas no llegaron al campo hasta el mes de junio.
En ese sentido, uno de los principales problemas que se encontró el berciano a la hora de poner en marcha esta plantación fue la dificultad de abastecerse de los productos necesarios para el día a día del cultivo en el área del Bierzo. “Tuve que ir a viveros en la zona de León porque aquí es imposible encontrar plantones, abonos o sulfatos para este tipo de cultivo”, lamenta Octavio, que señala que no hay ningún inconveniente en cuanto al tipo de suelo y clima para que el lúpulo vuelva a arraigar en los campos de cultivo de la comarca. “El único inconveniente que puede haber es que es un poco más húmedo que en la zona de León y tenemos que controlar mejor los riegos. Hay que mimarlas un poco más y estar más pendientes”, explica.
Por este motivo, su plantación dispone de un sistema de goteo para controlar de manera constante la humedad del terreno y de la planta, algo que era imposible de conseguir con los antiguos sistemas de riego a manta o por surco. Por lo que respecta a la variedad de los ejemplares, Octavio se decantó por la ‘nugget’, una de las más populares para la elaboración de la cerveza, mayoritaria en las plantaciones de la provincia y casi exclusiva de la zona. “En Alemania y México hay mucho lúpulo, pero de otras variedades”, explica el berciano.
Cerveza cien por cien Bierzo
En cuanto al destino de su cosecha, Octavio explica que “ahora mismo va todo a Hoppsteiner en León”, aunque reconoce que le gustaría “abastecer a cerveceros artesanos de la zona”. Igualmente, no descarta utilizar parte de la producción para fabricar su propia cerveza “cien por cien Bierzo”, aunque admite que por ahora debe dejar esa idea “en segundo plano”, a la espera de consolidar la plantación de la materia prima. “Sería una opción, me gustaría probar, pero ahora mismo no tengo tiempo”, confiesa.
Antes de vender la cosecha, la flor del lúpulo debe pelarse, secarse y prensarse. “Este año improvisé como pude”, reconoce Octavio, que ultima la puesta en marcha de una nave secadero en la vecina localidad de Posadina. Tras echar sus cuentas, el joven agricultor asegura que este es un cultivo “rentable” y confía en que su inversión estará amortizada en tres o cuatro años, aunque recuerda que “la agricultura no depende de uno sólo, influyen muchas más cosas”.
De cara a este año, el berciano confía en que el crecimiento natural de las plantas ayude a incrementar la cosecha de un cultivo cuyo rendimiento medio se sitúa por encima de 1,6 toneladas por hectárea. En ese sentido, los planes de Octavio pasan por aumentar también la superficie de cultivo, aunque es consciente que la tradición minifundista del Bierzo supone un obstáculo para su objetivo. “Es una zona complicada para encontrar terrenos grandes, pero si todo va bien, como creo que va a ir, con el tiempo intentaré ampliar un poco más y llegar a una decena de hectáreas”, afirma con optimismo.
Al respecto, asegura que se siente “satisfecho y con ganas” después de una primera cosecha que ha despertado el interés de numerosos vecinos y curiosos. “Todo el mundo se sorprende mucho, porque vivimos en una zona en la que estamos muy bien acostumbrados y no nos gusta arriesgarnos”, explica. “Somos reacios a probar cosas nuevas. Frutales, viñas, huerta… de ahí no nos sacas. Esto también se da, que no lo ponga nadie no significa que no se vaya a dar”, defiende con orgullo.