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Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria, el menú de la autoestima

10 junio, 2018 09:18

Este sábado comienza la temporada de verano en las piscinas. Empieza un periodo de lucir palmito, primar el culto al cuerpo, la importancia de la imagen, el continente sobre el contenido… pero esta prioridad para algunas personas puede llegar a convertirse en enfermedad si no se mantiene una alimentación adecuada. Bien lo saben en la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria, ubicada en el hospital Virgen de la Vega de Salamanca, que acaba de cumplir diez años desde su puesta en marcha.

Cada vez son más los casos atendidos. El año pasado fueron 150 pacientes en primera consulta, para un total de 460 en cartera, sobre todo mujeres de entre 14 y 25 años. Ellas suponen el 90%, pero cuando el trastorno se produce en un hombre es más grave. “La enfermedad es especialmente agresiva cuando se da en un varón”, asegura David González Parra, coordinador de una unidad que ha logrado un 25% de recuperación total de pacientes, es decir, que dejan de tener síntomas de todo tipo; y otro 50% de recuperación parcial, con algunas secuelas, “los típicos tics sobre la comida”.

En una sociedad donde la adolescencia es muy influenciable por las redes sociales, los casos atendidos por trastornos alimentarios crecen progresivamente al mismo ritmo que desciende la edad media. “Hace una década era impensable tener una niña de diez años con síntomas de anorexia, venían niños que eran malos comedores, pero no con un trastorno”, afirma David González. De ahí la necesidad de ayuda por parte de familiares y amigos, “estos enfermos no tienen conciencia del problema”, acudiendo a Atención Primaria ante cualquier sospecha o llamando por teléfono a la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria.

Una vez encendida la alerta, entra en marcha el tratamiento a través de una terapia multidisciplinar, pues moviliza a psiquiatría, psicología clínica, endocrinología, pediatría, enfermería y personal auxiliar. Junto a un programa de atención ambulatoria hay un Hospital de Día para pacientes más graves. Allí se les aplica un tratamiento intensivo de al menos tres meses de duración. Pero no se trata de un hospital donde se retiene a los pacientes, que permanecen encamados hasta que curan. Ni mucho menos. Es una terapia tan amable como eficaz.

De lunes a viernes de 9:00 a 18:00 horas se establece una serie de rutinas, abordando la patología desde la relación con la comida para mejorar el hábito nutricional. “El desayuno, el almuerzo, la comida y la merienda tienen su hora determinada, entre medias intercalamos talleres de autoestima, nutrición, resolución de problemas, imagen corporal, psicomotricidad, es decir, talleres interactivos donde las pacientes son protagonistas”, explica el coordinador de la unidad hospitalaria.

Por ejemplo, el trabajo psicoterapéutico intenta mejorar la autoestima de las pacientes, les enseña a valorar la imagen, a expresar sus emociones. Así, hay talleres de habilidades sociales, de baile y pintura, de manualidades y creatividad, “porque muchas veces se expresan erróneamente a través de no comer y aquí les enseñamos a hacerlo de otra manera”. Todo ello junto con talleres sobre los ideales de la belleza en la historia, “que vean que lo que hoy es la moda hace años no lo era y mañana volverá a cambiar”, o sobre la publicidad, “que también cambia rápidamente y nos empuja a ciertos hábitos que en poco tiempo quedarán desfasados”. Por eso es fundamental tener unos hábitos sanos de alimentación y cuidados personal.

Para llevar a cabo esta terapia la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria dispone de diversas salas donde poder elaborar la comida a consumir, donde poder entretenerse, donde poder realizar manualidades, relajarse, ver películas, pero también resolver los problemas que se plantean durante el tratamiento, las dudas y las posibles recaídas. “Es un proceso progresivo, algunos pacientes pueden llegar a estar años con la terapia, pero ven que su salud mejora, y sobre todo su autoestima”. Porque dicen que una imagen vale más que mil palabras, y poder ver a estas pacientes curadas vale más que toda una biblioteca.