Garrido -como se le conoce-, que acoge en su seno todo un rompecabezas de culturas, es el barrio de mayor extensión y más población de Salamanca. Se divide en dos, Norte y sur. Tal es su importancia que, en el mundo político, se comenta que quien no gana en Garrido no gana el Ayuntamiento de la capital. Garrido norte se extiende desde Alfonso IX, Federico Anaya y el paseo de la Estación, hasta la cerrada vía del ferrocarril de la Ruta de la Plata.
A finales del siglo XIX, cuando el tren llegó a Salamanca, la ciudad no tuvo más remedio que extenderse hacia el norte. Se proyectaron varias manzanas que dieran cobijo a los trabajadores de la estación de ferrocarril, además de obreros que no tenían cabida en el casco histórico de la ciudad. Manuel Garrido -que dio nombre al barrio-y Santiago Bermejo fueron los pioneros, al planificar la construcción de las primeras casas en hilera a lo largo de una calle. A mediados del siglo XX comenzó la expansión más allá de la iglesia de Fátima, ocupando los solares descampados junto a la fábrica de gaseosa y la serrería que formaban parte de un entramado industrial que se extendía hasta El Rollo y Puente Ladrillo.
En un principio fueron viviendas de planta baja con sus respectivas huertas, pero el 'boom' urbanístico de los años sesenta y setenta propiciaron propició la aparición de grandes edificios en Garrido, muchos construidos por la antigua Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca. Según pasaba el tiempo se urbanizaban más parcelas hacia el norte de la ciudad, llegando ya casi hasta la vía del ferrocarril, donde antaño sólo había un prado donde jugar al fútbol junto al Colegio Montessori, y montículos donde los chavales hacían casetas (hoy es el entorno del Colegio San Mateo y el instituto Francisco Salinas), además de adentrarse en la Cueva del Águila, una cavidad junto a la vía del tren. También el Colegio Seminario San Agustín, uno de los mayores de Salamanca, donde estudiaban niños y jóvenes llegados de los pueblos de la provincia y de otros lugares, donde los estudios eran más asequibles, e, incluso, gratis si 'ibas para fraile'.
Los servicios municipales, escasos para tan rápido crecimiento
El vertiginoso crecimiento de Garrido no dio tiempo a acometer los servicios municipales necesarios para tanta población. A mediados de los ochenta la mayoría de las calles del barrio estaban sin asfaltar. En invierno se convertían en auténticos barrizales donde los coches quedaban sepultados (para reivindicar su arreglo los vecinos salían con cañas de pescar a los charcos), en verano, por el contrario, grandes polvaredas que "ponían la ropa a perder, cuando se tendía", afirma Antonia, una señora de edad a este diario, que lleva en el mismo casi desde el principio. Al mismo tiempo, la presión del agua era escasa, el alcantarillado muy deficiente y la recogida de basuras escasa.
Fue con el alcalde Jesús Málaga (1979-1987, y 1991-1995, PSOE) con quien el barrio prosperó y se solucionaron todos estos problemas. Hay quien le llama 'Málaga, alcalde de Garrido". Las calles conocieron la pintura en 1980. Después de ser urbanizadas se realizaba el mantenimiento, se pintaban tres veces al año. "Por primera vez en la historia de Salamanca los barrios conocieron la pintura en sus calles, no solamente las grandes avenidas", dice el propio Jesús Málaga. Para conocer el empeño de la Corporación de entonces en la lucha contra el barro y los baches, conocida como 'Operación Asfalto 1982', valga un dato. En octubre de 1982 se habían urbanizado en Salamanca 120 calles y asfaltado 180.
Posteriormente, con el alcalde Julián Lanzarote (1995-2011, PP) llegaron los grandes proyectos urbanísticos, la mejora de las aceras y las grandes avenidas. Un hito fue Alfonso IX de León, en cuyo tramo central había una calle con casas de planta baja y tiendas que cortaba a la mitad la hoy avenida. Muy recordada es la panadería donde vendían colines, tan deseados por la chiquillería del barrio. También se habilitó la avenida de París, que hasta entonces ocupaba una vieja serrería, donde en los años noventa todavía era posible ver cientos de troncos junto a casas abandonadas.
Equipamientos de ocio
Al tiempo que se acometía la modernización del barrio se le iba dotando de los correspondientes equipamientos de ocio. El 7 de diciembre de 1974 se inauguraba el Parque de Garrido, el pulmón verde del barrio construido sobre huertas, que ha sido testigo de la evolución urbanística y social de la ciudad tras sucesivas reformas. En los años ochenta llegaba la plaza de Barcelona, construida sobre un solar que hacía las veces de campo de fútbol en verano y pista de patinaje improvisada cuando nevaba en invierno. Inauguración con anécdota, pues acudió el alcalde de la ciudad condal, Pascual Maragall.
La Plaza Barcelona fue diseñada por el famoso arquitecto salmantino Antonio Fernández Alba, que realizó un proyecto en el que se hacía referencia a la ciudad condal y, más específicamente, a la Gran Vía-Diagonal. Se emplearon 47 millones de pesetas para esta hermosa plaza que antes de su construcción era una escombrera. Para inaugurarla, como se dijo, se invitó a Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona. Era un día grande para el barrio más poblado de Salamanca y para toda la ciudad, se inauguraba un gran espacio para la convivencia ciudadana. Maragall pidió subir a uno de los pisos altos de la plaza para contemplar mejor la estructura de la misma. Después, desde una tarima, se dirigió a los salmantinos. Maragall comenzó su discurso con una frase que se hizo famosa:
¡Queridos ciudadanos de Málaga!
Una carcajada resonó en el auditorio al que siguió un sonoro y prolongado aplauso, según narra el propio Jesús Málaga.
Y después, el parque Würzburg tras el hermanamiento con la ciudad alemana, uno de los espacios verdes de mayor superficie en Salamanca, repleto de zonas de ocio (muy recordado es el circuito para bicicletas y monopatines, pero repleto de hormigón. Un lugar que se fue convirtiendo en 'una especie de Bronx', donde los vándalos campaban a sus anchas, hasta que se acometió su reforma en los albores del siglo XXI para revitalizar un parque que ahora es una especie de gimnasio al aire libre.
El rápido crecimiento de Garrido lo convirtió en el barrio más poblado (hasta hubo que desdoblar la parroquia de San Mateo con una nueva, La Anunciación del Señor). Y en el más joven. La necesidad de escolarizar a miles de niños propició la apertura del Colegio Filiberto Villalobos (con su histórico portero Limorti) y el Colegio San Mateo (hoy escuela municipal de música Santa Cecilia), posteriormente ampliado en un nuevo edificio en la avenida de Los Cipreses. También llegarían los institutos Mateo Hernández y Francisco Salinas (originariamente número 7, porque fue construido sin nombre). Para los primeros años estaba la guardería de la Caja de Ahorros, un edificio al final de la avenida de Los Cedros que ahora ha reabierto Asprodes para reconvertirlo en centro de formación y empleo para personas con discapacidad.
Al mismo tiempo, fueron surgiendo lugares para el aprendizaje extraescolar, como la biblioteca de la Caja de Ahorros en Alfonso IX, cerrada tras la fusión de las cajas al predominar más los beneficios económicos que los servicios a la comunidad. O la moderna Biblioteca Torrente Ballester, ubicada en el barrio Chinchibarra, pero que da servicio a todo Garrido. El gran impulso para las infraestructuras llegó con motivo de la Capitalidad Cultural Europea de Salamanca en 2002, cuando se construyó el Multiusos Sánchez Paraíso sobre el antiguo campo de fútbol de tierra de la escuela de Navega, donde entrenaban los equipos de Tonino, añorado entrenador que formó a cientos de chavales. Y el complejo deportivo Vicente del Bosque sobre las tierras donde los chavales hacían sus casetas con cartones y palés de madera.
Después llegaría el nuevo centro de mayores Tierra Charra para atender a una envejecida población. Porque con el paso de las décadas los niños fueron creciendo y buscando cobijo en el extrarradio de Salamanca y municipios del alfoz.
Llegada de emigrantes al barrio
Quienes tenían la suerte de trabajar en la capital charra, pues muchos emigraron a otras provincias e incluso el extranjero tras concluir sus estudios. Así, ahora muchas viviendas están ocupadas por jubilados, solos o en pareja, y otras tantas vacías. El resto se han ido alquilando a emigrantes, principalmente procedentes de Marruecos y Latinoamérica, que han convertido a Garrido en un crisol de culturas. De hecho, en el barrio trabajan los colectivos Salamanca Acoge y Garrido Se Mueve para favorecer su integración en la comunidad. Incluso hay una mezquita en el barrio, en la plaza García Lorca, ocupando el inmueble que antaño fuera una tienda con todo tipo de productos, ‘El Manolo’.
Porque Garrido siempre ha sido un barrio en constante evolución. Prueba de ello es su vida comercial. La estructura de los edificios, sin apenas garajes y reservando la planta baja para locales comerciales, propició la apertura de múltiples tiendas. Negocios familiares de todo tipo que poco a poco fueron sucumbiendo al cambio en los hábitos de consumo, y sobre todo a la llegada de las grandes superficies. La primera fue Aldi, una nave aislada en la avenida de Los Cipreses (donde hoy está La Gaceta). Después, el Merca 80 (hoy reconvertido en Gadis), toda una revolución para la época. En la misma zona estaba el mercado de mayoristas Mercasalamanca, desaparecido recientemente tras el traslado a las nuevas instalaciones junto a Doñinos. Decenas de hectáreas han quedado vacías tras el derribo de las naves, un solar de hormigón y granito sobre el que se proyectaron miles de viviendas, y hasta una nueva estación de ferrocarril para el AVE.
Una rica gastronomía en los bares
Lo que sí ha sobrevivido a la recesión son los bares, porque Garrido goza de una rica gastronomía en sus negocios hosteleros. Y sobre todo una rica tradición de pinchear los domingos. Los había que hasta hacían empanadillas de flan, como el 'Pifi' junto a la calle El Trébol, o la chanfaina, que todavía se come en el 'Leyma'. Eran lugares de reunión para las familias, donde compartir confidencias, donde juntarse con los amigos.
Después de muchos avatares urbanísticos, sociales y políticos, de los que Garrido no ha quedado eximido, el barrio parece que regresa a sus orígenes, pero dando cobijo a cientos de familias emigrantes que han dado variedad cultural al barrio. También, tras años de plazas y parques semivacíos, donde en muchas ocasiones campaba la delincuencia y la droga, por suerte, los lugares emblemáticos de Garrido vuelven a estar ocupados por los niños, disfrutando de sus castillos infantiles y fuentes. Porque Garrido, pese a todo, es un barrio que constantemente se reinventa y regenera.