En tierras del sur de Salamanca se esconde un territorio montañoso, intrincado, repleto de bosques y de escondidos valles surcados por rumorosas corrientes de agua, que buscan la cercanía de las tierras cacereñas, a las que les da la mano en Las Hurdes, en esos confines de la tierra donde se confunden las distancias y los espacios.
Todas conforman este espacio natural que incluye algunos de los lugares de mayor atractivo turístico de toda la provincia salmantina. Es un territorio que conforma el Parque Natural Las Batuecas-Sierra de Francia, donde se enclavan algunos de los pueblos de mayor atracción para el turista.
A los pies del inconfundible perfil de la Peña de Francia se abre el enigmático Valle de Batuecas, repleto de pinturas rupestres esquemáticas, ocultas en abrigos rocosos de las que da buena cuenta el Aula de Interpretación de Las Batuecas, que adornan singularmente este espacio, en el que resalta la imperecedera silueta del monasterio carmelita de San José.
En el entorno es posible encontrar la imagen de alguna cabra montés remontando collados y pedrizas, para adentrarnos en otros parajes que nos acercarán a pueblos que han sabido conservar todo el tipismo y la singularidad de su trama urbana, y la particularidad de su arquitectura tradicional.
Leyenda que es historia
... pero Batuecas es mucho más, es mito, es leyenda, es misterio, es un sinfín de cosas por descubrir.
Disfruta de sus caminos y senderos, reconociendo la gran variedad de especies de flora y fauna y de las características atlánticas y mediterráneas que en ellas confluyen.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, estar en Las Batuecas es estar distraído y ajeno a aquello de que se trata: es decir, absorto y embelesado. Son sensaciones que siguen sintiendo los visitantes de este valle secreto, protegido por escarpadas montañas y en el que se localiza un bello bosque mediterráneo. Un lugar donde han encontrado refugio algunas interesantes especies de la fauna ibérica.
Si a ello añadimos las valiosas pinturas rupestres del Neolítico que se descubren en las cuevas y abrigos del valle, el alto valor cultural de las leyendas sobre Las Batuecas y el conjunto arquitectónico y etnográfico del pueblo de La Alberca, nos encontramos con un espacio casi sin parangón dentro de toda Castilla y León.
En lo más profundo del valle está enclavado el convento carmelita de San José. De su misma puerta parte un recorrido a pie que se dirige hacia la cascada del Chorro y que permite conocer de primera mano todas las bellezas paisajísticas de Las Batuecas.
La vegetación del valle es interesantísima, ya que en él se puede encontrar una gran variedad de árboles y arbustos: acebos, alcornoques, alisos, avellanos, brezos, castaños, cerezos, chopos, cipreses, encinas, enebros, eucaliptos, fresnos, hiedra, higueras, jaras, madroños, moreras, nogales, olmos, pinos, robles, rosales, tejos, tilos y tomillos, entre otros muchos arbustos menos conocidos. También hubo lobos y osos
Por otra parte, la fauna no se queda atrás en interés, ya que se pueden encontrar especies de todo tipo: mamíferos (cabra montés, comadreja, conejo, corzo, erizo, garduña, gato montés, gineta, jabalí, lince, nutria, tejón, topo, zorro), aves (águila real, autillo, búho, buitre leonado, buitre negro, gavilán, halcón, milano, martín pescador, mirlo acuático, paloma torcaz, perdiz, petirrojo, tórtola), reptiles (culebra, lagarto ocelado, salamanquesa, víbora), anfibios (salamandra, sapo, tritón) y peces (trucha).
Se dice que en tiempos hubo en Las Batuecas lobos y osos, pero de esos animales tan emblemáticos nada queda ahora...
Por último, no podemos olvidar los restos de fósiles que tanto abundan en el Valle. En general, el Valle de Las Batuecas está constituido por cuarcitas ordovícicas originadas a partir del metamorfismo de arenas silíceas. La orogenia herciniana elevó estas cuarcitas (Sierra de Francia) que fueron sometidas a los procesos erosivos depositándose los productos de la erosión en un medio marino poco profundo durante el Ordovícico (Era Primaria). Es sobre estos materiales donde aparecen los icnofósiles, huellas dejadas por los animales que vivían en aquella época.
Historia de 5.000 años
Hace más de 5.000 años, el hombre se dedicó a plasmar con pinturas algunas figuras y símbolos en diferentes covachos de este paraje natural, constituyendo uno de los conjuntos de arte rupestre más importantes de Pintura Rupestre Esquemática. Un particular estilo de arte prehistórico de entre 4000 y el 2000 a. de C., que se caracteriza por la gran abstracción de los motivos que dibujan; se identifican personajes y una variada forma de cabras, bóvidos, peces, etc., con unos rasgos mínimos que permiten tan sólo presuponer su correspondencia con el mundo real y que son interpretados como escenas de caza, danzas rituales y manifestaciones religiosas con personajes principales como los chamanes.
Pocos lugares hay en España que ofrezcan tanto atractivo como Las Batuecas. Los paseos que proporciona el valle son algo indescriptible, por la belleza del paisaje y por todo lo que nos podemos encontrar en él. Dado que no es un lugar especialmente conocido en las habituales rutas turísticas, además de ser un placer, pasear por Las Batuecas es un privilegio.
Pero Sierra de Francia también son sus pueblos, tan enraizados en la arquitectura popular serrana; son sus gentes tan especiales por la particularidad que entrañan; y son sus ritos y costumbres, ricas y únicas donde lo profano abraza a lo litúrgico.
Los siglos han acumulado leyendas de demonios y moras
A lo largo de los siglos se han ido acumulando multitud de leyendas sobre el Valle de Las Batuecas. Se decía que estaba habitado por demonios y sectas ocultas adoradoras de Satanás. Los pastores no se atrevían a entrar en él por miedo a lo desconocido. Por otro lado, también se hablaba de Las Batuecas como un lugar paradisíaco, una especie de Shangri-La situada en una de las zonas menos conocidas de la vieja Castilla. Así, Lope de Vega escribe ‘Las Batuecas del duque de Alba’, donde identifica el Valle como un lugar de perpetua felicidad.
En el siglo XX el Valle ha perdido definitivamente su aureola fantástica y se presenta ante el mundo como lo que realmente es: simplemente uno de los lugares más bellos de la Península Ibérica y, por qué no, de Europa. Hay restos de vida en Las Batuecas desde la Prehistoria, como lo certifican las muestras de arte rupestre existentes. En nuestra era, las primeras noticias que se tienen del Valle datan de finales del siglo XVI, cuando los carmelitas descubren el lugar y deciden construir allí un convento. Este monasterio sufrirá a lo largo de los años varios incendios y un progresivo deterioro.