De Salamanca a Chernóbil: "La naturaleza sigue su curso mientras hay algo ahí que mató a mucha gente"
El fotoperiodista charro Alberto Prieto viajó en 2006 hasta el lugar para conocer los efectos del desastre que azotó no solo a Ucrania, sino a gran parte de Europa
26 abril, 2022 07:00El 21 de abril de 1986 el mundo fue testigo del mayor accidente nuclear de la historia. Fue la explosión del reactor 4 de la planta de Vladímir Ilich Lenin, al norte de Ucrania, a 17 kilómetros de la frontera con Bielorrusia. Conocido como el desastre de Chernóbil, afectó directamente a 600.000 personas por los altos niveles de radiación y mató a 31 personas como resultado inmediato de la catástrofe, aunque no hay datos exactos de la incidencia real de lo sucedido. "La naturaleza sigue su curso mientras hay algo ahí que mató a mucha gente", recuerda Alberto Prieto, un fotoperiodista salmantino que viajó en 2006 al lugar para conocer los efectos que dejó aquel devastador suceso.
Hoy, se cumplen 36 años de aquel fatídico día y 16 desde el viaje que hizo a Bielorrusia y Ucrania Alberto Prieto. Nacido hace 54 años, este experimentado fotoperiodista cogió las maletas en 2006 para viajar junto a un amigo hasta el lugar de los hechos. Él, sumado a su naturaleza curiosa, acompañaba a ese colega para llevar unos fondos recaudados para ayudar a los niños que habían sufrido la catástrofe.
Vasily Nesterenko
Hasta allí llegaron gracias a la ayuda de una persona "muy importante", señala Alberto Prieto. "Fuimos allí de la mano de una científico que estaba encargado de la seguridad cuando ocurrió la tragedia, Vasily Nesterenko", cuenta a este periódico.
Este científico "dedicó su vida" a intentar paliar los efectos de la radicación en la población. Conocieron de primera mano la labor que él hacía, que era realizar análisis de las tierras que labra la gente de allí o de la leche de sus vacas para decirles: "Que sepáis que esta leche tiene un índice de contaminación 20 veces por encima de los recomendable". "Es cierto que hay gente que no puede permitirse el hecho de prescindir tomar esa leche y esas verduras, pero él lo hacía al menos para advertirles del peligro", recuerda el salmantino.
Completamente comprometido con este propósito, Vasily no basó su labor únicamente en los análisis, también desarrolló "un producto a base de pectina de manzana" que está "científicamente demostrado" que "reduce de manera importante" los efectos nocivos de la radiación.
Y es que Nesterenko fue el "nexo" del viaje. "Fuimos para llevar los fondos recaudados y para ver de primera mano los efectos en la medida de lo posible, aunque no es tan fácil porque la radiación no se ve así porque así", explica Alberto Prieto.
Unos efectos que, veinte años después del desastre, vio este salmantino impactado por como en la zona de exclusión "había animales y la naturaleza se iba metiendo entre los edificios abandonados". "Allí había vivido una familia. Lo que más me llamó la atención es esa dualidad, esa cosa extraña de que la naturaleza sigue pero tú sabes que hay algo que está ahí que está envenenando las tierras y a las personas y que mató a mucha gente", insiste el periodista.
Prípiat
Por otro lado, un lugar que le impactó fue la ciudad de Prípiat, donde vivía el grueso de la gente que trabajaba en la central. "Es muy llamativo porque era un lugar modernísimo que pretendía competir con la capital y está desierta completamente", recuerda Alberto Prieto. En definitiva, la "devastación completa, el vacío donde permanecen los edificios" es lo que provocó a este charro ese sentimiento de incredulidad ante lo sucedido allí dos décadas antes a su viaje.
"Saber que había habido allí una catástrofe tremenda donde enfermaron muchísimas personas, siguen enfermando y que murieron otras tantas y que aunque tu no lo veas a simple vista... es muy complicado de explicar", asegura.
Durante su estancia en la zona de exclusión las precauciones que tuvo que tomar fueron máximas, según recuerda el charro. "Teníamos que pedir permisos, contar donde ibas y que ibas a hacer, te acompañaba una persona, te limitaban las horas de estancia, llevabas un medidor para saber la radiación que había en cada momento, te hacían un control al entrar y al salir. Es un protocolo muy estricto, la radiación no la ves, pero es algo que está ahí", relata Alberto Prieto.
El caso de los niños
En su visita también tuvo la oportunidad de estar en el Hospital Oncológico de Minsk, en la capital de Bielorrusia. Allí pudieron conocer a muchos niños. "No es fácil que ellos sean conscientes, están en el hospital, no saben cuál es el motivo ni qué les ha ocurrido..", explica.
Además, Alberto Prieto también reitera que "no es categóricamente exacto que este niño tenga este cáncer por la radiación". "Lo que si es cierto es que entre 1994 y el 2000 aumentó la incidencia de cánceres un 40% en Bielorrusia y se triplicó en Ucrania", añade. Del mismo modo, explica que hay autopsias que han revelado que muestran que el "estroncio noventa ha sustituido químicamente al calcio de los huesos". "Esto sí que es objetivo, no es algo subjetivo", insiste.
Guerra en Ucrania
Por último, Alberto Prieto exige a los organismos internacionales que "impidan las barbaridades que están ocurriendo". La guerra de Ucrania tocó muy de cerca la central nuclear de Zaporiyia, la más grande Europa, y podría haber provocado una catástrofe mayor a la de Chernóbil. Además, también denuncia que allí hay "una persona que ha invadido y está asesinando y masacrando a una población, las cosas no son blancas ni negras, pero está claro que está muriendo gente local, y hay soldados que han ido engañados, está probado".
"Desde aquí o desde EEUU, sentados en un sillón con cena abundante y con calefacción, por más que tengamos problemas siempre serán inferiores a los que tengan los que vienen de la guerra. Yo ya viví una guerra, he estado en Siria en 10 ocasiones. El periodismo tiene que servir para golpear y decir 'vivimos en una parte del planeta que somos unos privilegiados'. Si de verdad nos interesase, perseguiríamos a los culpables, llevaríamos a los tribunales internacionales al autor y tenemos ahora mismo a uno muy cerca", sentencia Alberto Prieto, que viajó de Salamanca a Chernóbil para conocer las consecuencias del desastre.