El obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo, José Luis Retana Gozalo -Pedro Bernardo (Ávila) 1953- cumple al inicio de este 2023 un año completo al frente de ambas diócesis como prelado compartido entre las dos históricas circunscripciones eclesiásticas de la provincia salmantina. Retana Gozalo, quien tomó posesión de la diócesis civitatense el 8 de enero de 2022 y un día más tarde, el domingo 9, lo hizo de la salmantina, vino a sustituir en la capital a monseñor Carlos López y, en Ciudad Rodrigo, tras la labor de Jesús García Burillo como administrador apostólico, vino a llenar un largo vacío de poder que había sembrado la incertidumbre entre los fieles mirobrigenses. La solución bajo la fórmula ‘in persona episcopi’ garantizó la continuidad de su estructura, pero el recelo sobre una eventual absorción en favor de Salamanca permaneces. El obispo, durante una entrevista con Ical, no descarta como “posibilidad” aunque, según asegura, “no está sobre la mesa”.
El prelado abulense, quien pasó el anterior lustro como obispo de Plasencia, repasa su labor pastoral en estos 12 primeros meses, analiza sus principales retos episcopales y profundiza en el progresivo proceso de secularización social que, conlleva, entre otras cuestiones, una galopante crisis de vocaciones y un evidente descuido en cestos valores que promulga la religión. Por otro lado, valora el legado del recientemente fallecido Benedicto XVI y opina sobre las reformas de papa Francisco. Asimismo, como gran canciller de la Universidad Pontificia de Salamanca, afronta un año marcado por los cambios legislativos en la educación superior y el proceso de cambio rectoral.
¿Cómo ha sido este primer año al frente de las diócesis de Salamanca y Ciudad Rodrigo?
La espera fue un poco dificultosa. Sobre todo en Ciudad Rodrigo porque habían solicitado un obispo propio, exclusivo, residente allí. Evidentemente, yo no pedí venir a Salamanca y a Ciudad Rodrigo, fue una cosa que me pidió la Iglesia y yo acepté porque nunca he dicho que no a la Iglesia. Así que el principio fue dificultoso, incluso físicamente, porque no tenía ordenadas las dos casas, ya que yo no resido aquí, tengo las dos casas abiertas. Pero creo que hemos hecho un esfuerzo, con los colaboradores de las dos diócesis, como el secretario, que es mi hermano y es el que conduce, y ahora estamos en un momento sereno, de mucha paz, conociendo a grosso modo las dos diócesis, a los sacerdotes, las autoridades, los medios de comunicación, las comunidades… Yo creo que puedo hacer un balance positivo. Estoy en un momento mucho más plácido que al inicio de esta andadura.
¿En qué se ha centrado su labor pastoral durante estos meses?
Yo subrayo la relación con los sacerdotes. En Ciudad Rodrigo los vi a todos en tres días, el 10, 11 y 12 de enero. A los de Salamanca los vi en grupo. Por arciprestazgos, ahora voy a empezar. Luego hay una relación bastante fluida y estrecha con las autoridades políticas, en el sentido de ofrecer una colaboración cercana y leal, porque en realidad servimos a la misma gente. También ha habido una relación cercana con los medios de comunicación. Eso nos ayuda mucho a llegar a la gente a la que no llegamos desde la propia Iglesia, Y, sobre todo, tengo que dar gracias a los colaboradores directos y cercanos que tengo en las dos diócesis que me ayudan en esa tarea. Yo creo que ha habido una acogida muy buena por parte de la gente de nuestras diócesis. Es gente muy buena, muy sencilla y muy afectuosa con el obispo. También ha habido mucho conocimiento en el sentido de celebraciones, fiestas, confirmaciones en muchas parroquias. Hay un conocimiento del terreno, de las personas a las que la Iglesia me ha enviado a pastorear. Por eso creo que ha sido un año difícil en un principio, pero que hemos ido ordenando y, sobre todo, que me ha ayudado a conocer a las personas.
¿Cómo afectan los nuevos usos y costumbres sociales a la vida espiritual?
Hay un proceso de secularización grande en la sociedad. Por otra parte, creo que debemos confesar que no hemos sabido transmitir la fe a nuestros jóvenes como nuestros padres lo pudieron hacer con nosotros. Teníamos mucho de fe sociológica. Por ejemplo, en un pueblo, la Semana Santa era sagrada y había cierto tipo de fiestas que no se podían celebrar. Entonces, ha habido una religiosidad muy sociológica. Creo que en el futuro vamos a tener comunidades quizá más sencillas, incluso menos amplias, pero serán más vivas y capaces de seguir al Señor, con más afecto a la Iglesia y, por lo tanto, también más capaces de testimoniar y de ser ejemplo para la sociedad que pueda vivir al margen de la Iglesia.
¿Hay una crisis de valores que la religión podría encargarse de revertir?
Cuando hablamos de valores, hacemos un elenco, una lista, en la que, en general, la mayoría de ellos proceden de la vida cristiana. Hay veces que queremos mantener unos valores sin saber en qué se apoyan. Es decir, yo tengo que respetarte y quererte bien. Ya, pero por qué, si me caes fatal… Justamente, de la fe en Cristo y el hecho de vivir como hermanos en la Iglesia nacen una seria de valores que son un bien para la sociedad. Yo creo que no se termina de entender que la vida de la fe y la vida de la Iglesia es un bien para el conjunto de la sociedad. Entonces, cuando eso se viene abajo, pues muchos valores se desmoronan.
¿Cómo están las vocaciones en la provincia de Salamanca?
Mal, como en todas. Creo que, posiblemente, es la necesidad más grande que tenemos en nuestras diócesis. Salamanca tiene mucho empaque, pero son zonas rurales, despobladas, con poca población joven. Es un problema general en todas las diócesis de España. Quizá se nota más en nuestra zona de Castilla por su despoblación, pero es general.
¿Qué le falta a la Iglesia para ‘enganchar’ a los jóvenes?
Creo que hemos educado con poco fuste. Las generaciones jóvenes, de siempre, han tenido ilusiones y deseos grandes de servir y de ser provechosos para la sociedad y creo que eso se ha quebrado un poco. En el sentido de que todo lo que es difícil, salvo en casos excepcionales, a nuestros jóvenes no les atrae. Por ejemplo, un político joven que quiere servir al pueblo y no servirse él y no beneficiarse, pues es costoso. Un sacerdote que entrega la vida, pues es costoso. Pero yo creo que es una dificultad que no es solamente de la Iglesia, sino que es de todos los ideales grandes. Por ejemplo, un alcalde que realmente quiera servir a su pueblo. ¿Cuántos hay? Pues no tantos. Yo creo que hemos educado para lo fácil. Hemos quitado todo lo que es arduo, lo que es costoso, lo que exige sacrificio y trabajo. Lo hemos intentado quitar para hacer fácil la vida. Y la vida del ministerio sacerdotal necesita jóvenes con un alma de grandes ideales y un deseo grande del corazón.
¿Tiene algún plan con medidas concretas para intentar dar solución a esta cuestión dentro de su ámbito?
Hay que trabajar muy en armonía, en conjunto. La pastoral juvenil ya está trabajando con niños casi antes de la preadolescencia porque luego se vuelan, se van. Entonces, yo creo que hay que hacer un trabajo conjunto de la pastoral juvenil con la pastoral universitaria y con la pastoral vocacional. Pero es una propuesta. Es como la fe, no se impone. Es una propuesta que la otra persona, en su libertad, la acoge. Es muy difícil que nazca una vocación sin o hay una vida de fe, si no hay una vida en la comunidad parroquial. Las vocaciones no salen de los árboles, salen de las familias cristianas y salen de los muchachos que tienen una vida de fe en sus parroquias sencillas. Ahí es una tarea de todos, de los obispos, de los sacerdotes en cómo viven. Los sacerdotes pueden ofrecer un estilo de vida que sea atractivo. Si ven a un sacerdote desalentado, pues uno no se apunta a eso. Las comunidades tienen que invitar a los mejores muchachos que tienen a que se lo planteen al menos como posibilidad.
Sin embargo, algunas aportaciones culturales religiosas, como los corpus o la Semana Santa, sí que gozan de buena salud. ¿Cómo se podrían potenciar aún más?
Las manifestaciones religiosas populares pueden ser una fuente, incluso, de vocaciones. Pero claro, tienen que tener una gran vida interior. No se trata solo de procesionar sin ser consciente de que ser cofrade y hermano te hace seguir mejor a Cristo o pertenecer mejor a la Iglesia. Es decir, hay veces que no se corresponde la manifestación exterior con la vida interior. De hecho, por ejemplo, en Andalucía la vida de las cofradías es una gran fuente de vocaciones.
¿En qué estado está el patrimonio de la iglesia en la provincia de Salamanca?
Es un patrimonio realmente muy rico, que hay que cuidar y hay que poner al servicio de la sociedad para que se pueda contemplar y evangelizar con la belleza. En las zonas rurales es muy importante el convenio que se tiene con la Diputación. Poniendo medios las dos instituciones, se procura que los templos parroquiales se conserven en buen estado, al menos, el exterior, el tejado, etcétera. En la ciudad, se pone al servicio. Hay una entrada porque hay que pagar a los trabajadores y los gastos, pero es un patrimonio muy rico que hace de Salamanca una ciudad realmente única para visitar o para vivir la Semana Santa, por ejemplo. No solamente en España, en el extranjero Salamanca es un lugar conocido, por las universidades sobre todo, pero también por la belleza patrimonial.
¿La despoblación y el envejecimiento pueden desembocar en la fusión de ambas diócesis en un futuro cercano?
Yo creo que no está sobre la mesa, aunque es una posibilidad. Desde luego, yo no he traído ninguna consigna en esa dirección. Es verdad que hay cosas que hacemos en común y que las sinergias nos ayudan a poder hacer a la vez, pero no, yo no he traído ninguna consigna en esa dirección. Aunque en Ciudad Rodrigo lo perciben como un peligro. El problema nuestro, de siempre, es la despoblación, realmente.
¿Cómo valora el legado del papa Benedicto XVI tras su reciente fallecimiento?
En la diócesis se han hecho celebraciones para pedir por su eterno descanso. Sobre todo, yo creo que hay una idea de gratitud. Continuar al papa Juan Pablo II era una labora complicada después de tantos años y con esa potencia. Este era un profesor de Teología, que luego es obispo y llega a ser papa. Hay un legado muy importante que es cómo introducir la fe en la vida de la sociedad. Luego, la defensa de las raíces cristianas de Europa. También tiene un legado importante en su propuesta de cómo la belleza puede servir para encontrarse con la belleza con mayúsculas, que es Dios. Aparte de que yo creo que ha sido un papa muy humilde, músico, con una sensibilidad muy grande y que, realmente, deja en sus escritos y homilías un legado impresionante. La capacidad de decir cosas complicadas con sencillez, pero con una belleza enorme. A mí me impresionaron dos momentos. El primero, cuando fue elegido, salió a la Logia de San Pedro y dijo que él era un humilde trabajador de la viña del señor. Hay otro, que es cuando abdica y deja de ser papa, que es algo que exige una madurez, una humildad y un amor a la Iglesia porque no abdica por comodidad, sino porque él no se encuentra con fuerzas para realizar lo que la Iglesia necesita. Entonces, se echa a un lado y tiene un momento que realmente es impresionante. A partir de entonces, acompaña a la Iglesia con su silencio y con su oración. No es fácil.
Después vino el papa Francisco, quien aglutina grandes alabanzas, pero también cierta controversia porque hay quien tilda de demasiado progresistas algunos de sus postulados. ¿Cómo valora su labor al frente de la Santa Sede?
Pienso que, aunque son comunes, yo creo que la división de la Iglesia en progresistas y no progresistas, de política, no la corresponde exactamente. Creo que Francisco ha continuado una reforma de estructuras y de funcionamiento de la Iglesia que ya había empezado el papa Benedicto. Incluso, con relación a todo el tema de los abusos y la reforma de la Curia. En los papados, incluso diría en los episcopados tampoco hay tanta revolución, vamos a decir, creo que lo que hay es una continuidad. Las cosas que se han ido dando como problemáticas y que pueden ser susceptibles de cambio se realizan a lo mejor con más lentitud de lo que algunos desearían. Pero claro, el papa lo que quiere es que la Iglesia sea la Iglesia de Jesucristo, no una banda de amigos solo.
Como gran canciller de la Universidad Pontificia, ¿cómo valora la nueva legislación educativa en enseñanzas superiores?
No conozco mucho el texto, pero ahí se conjugan varias cosas. La Universidad Pontificia, como todas, debe adecuarse a la normativa actual, pero es muy importante que sea fiel a su identidad. En el sentido de que tener una universidad para que no salgan buenos profesionales cristianos, sería no cumplir con su identidad. A mí me parece que se ha adecuado bastante bien a la normativa. Sobre todo, había una dificultad grande con las publicaciones y doctorados, pero se ha hecho bien. Este año está la elección del nuevo rector, que al gran canciller lo que le corresponde es hacer entrevistas al personal de la Universidad y luego, con el fruto de esa labor, proponer una persona, o una terna, a la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal para que ellos elijan un rector.
¿Hay calendario de fechas para ese proceso?
Yo creo que a final de curso eso debería plantearse.
¿La asignatura de religión debe estar los currículos de educación pública?
La religión es de obligatoria oferta por parte de los centros. Y luego es de libre opción. Es decir, que la familia o el chico, si es mayor, elige tener clase de religión o no. Yo creo que, como decía antes, la religión es un bien para la sociedad. A mí me gustaría que se abrieran como un abanico todas las posibilidades, no solo al mitad. Un hombre que sea maduro, que tenga un criterio generoso, de entrega a los demás, a todo ese tipo de cosas ayuda la clase de religión. Hay muchas cosas a las que ayuda la formación religiosa. Y creo que torpemente, los gobiernos a veces intentan clausurar o desfavorecer. No captan bien el bien que supone un hombre bien formado, también en ese aspecto, para la vida de la sociedad.
¿Cuál es su mensaje para los fieles mirobrigenses y salmantinos y, también, para quienes no lo son?
Un mensaje es que Cristo, cuyo nacimiento hemos celebrado recientemente en la Navidad, viene para acompañarnos a todos. Y para acompañarnos, sobre todo, en nuestras dolencias y en las dificultades de la vida. La Iglesia de Jesucristo, si quiere hacerlo bien, debe ayudar a esto, a acompañar la vida de los hombres, a llevarlos a Cristo y entender que, desde él, se puede afrontar mejor la vida entera. ¿Y cuál es la vida entera? Mi vida de estudiante, de matrimonio, del afecto a mis hijos, la honestidad en el trabajo. Vivir la vida con Cristo, ayuda a vivirla mejor, con más gusto y con más pasión. Por lo menos yo quiero vivir así. La Iglesia, con sus torpezas, porque está hecha de hombres, ayuda a llevar a Cristo a los ambientes. Si no hacemos eso, lo estamos haciendo mal. Y eso sirve para los de dentro y para los de fuera Ven, y verás si tu vida adquiere un mayor sentido o se empobrece. La vida del obispo está hecha para servir a la gente así.