Las viejas barberías de navaja y Floïd dan el último suspiro
Ya no quedan barberos/peluqueros de antaño, con el corte a navaja y el Floïd para desinfectar la piel tras el rasurado. Pero ahí está, José A. García, de la Peluquería Tino en un popular barrio de Salamanca, con 52 años de historia pelando y afeitando
9 julio, 2023 07:00Noticias relacionadas
Buscando en el baúl de los recuerdos recupero de mi memoria la imagen de aquellas viejas barberías y peluquerías de mi pueblo, la Barbería de Pío y la de Pelegrín, que llenan de nostalgia las vivencias de los oficios de antaño. En la última década, los hombres vuelven a dar protagonismo a su cabello, tras varias decenas de años de dejadez -los tiempos de las melenas-. Pero cabe recordar que el movimiento 'hípster', es decir, barbas largas y recortadas con mimo, gafas de pasta, ropa extravagante, gusto por lo vintage, estilo de vida alternativo... ha traído de la mano un impulso importante a la recuperación del cuidado especial en el estilo masculino.
Por eso, la vuelta de las barbas recortadas trajo de nuevo el esplendor de las barberías, y, con ella, encontrar a los barberos de antaño. Gentes como José Antonio García, de la Peluquería Tino del Barrio Blanco de Salamanca, que ahí siguen, como los últimos llaneros solitarios del corte a navaja y el Floïd como seña de identidad masculina. José Antonio tiene 54 años, comenzó a los 13 en la barbería de su padre Celestino, de ahí el nombre Tino. Un local que lleva la friolera de 52 años abierto, ininterrumpidamente al público, y con una cartera de clientes fija, fiel y que se extiende por toda la provincia. "Porque corta el pelo y afeita la barba como siempre se hizo", asegura Paco Andrés, un cliente que lleva años acudiendo a esta peluquería.
Recuerdo cuando mi madre me regañaba porque tenía el pelo largo, para ella "esas greñas!", y tenía que ir a la Barbería de Pío, junto la plaza del pueblo. Era cruzar la puerta y tener que esperar en esas sillas de formica, dejar la sobrerropa en el perchero de madera, y, al fondo, delante del cristal, el sillón del barbero/peluquero, giratorio, que se podía subir y bajar, con reposacodos y reposapiés de hierro. De frente, el inmenso espejo, y también la repisa y los cajones donde guardaba todos los instrumentos del barbero: peines, tijeras -muchas tiejeras-, la navaja de afeitar, la brocha y su cuenco de agua, la barra de jabón y la máquina manual, cuyo trac-trac aún retumba en el poso de los recuerdos, que se resisten a marchar. Y cómo no, los productos cosméticos de aroma penetrante y fresco como el Floïd.
'Alta especialidad Tijera y Navaja'
Esta es la Peluquería Tino del Barrio Blanco de Salamanca, la que en el cartel de la calle anuncia "Alta especialidad Tijera y Navaja", que se resiste también a cerrar, porque, dice José Antonio que "mientras tenga salud y edad, nunca. Tengo una amplia demanda de clientes, algunos los conozco desde que casi era niño, tengo 54 años y comencé con 13, figúrate".
José Antonio explica que cuando empezó "era muy distinto". No nos vamos a remontar a la edad de bronce, donde está el origen de los barberos, cuando se utilizaban piedras afiladas de cuchilla, o con los egipcios que modernizan la barbería, con el afeitado del cuerpo entero de los faraones y clases altas. Fue el papa Alejandro III quien apartó a los clérigos de realizar operaciones quirúrgicas. Así, en 1163 nació la mezcla de la barbería con la medicina. Es que los barberos eran casi los únicos que manejaban con precisión las cuchillas y los bisturís. Pero fue el parlamento británico quien puso coto a las terroríficas sangrías en 1450, al poner en manos de los barberos tan solo la extracción de muelas, y el corte y cuidado del cabello.
Pero regresemos a nuestros recuerdos, que se hacen vivos mientras José Antonio nos corta el pelo. Eso sí, como antaño, con peine y tijera y, si nos gusta, también a navaja, aunque más bien ahora para apurar en patilla, cuello y detrás de las orejas. En esta media hora de oficio, sigue llamando la atención lo mucho que hablan los barberos, pero a cada cliente, quizás por su conocimiento, le hablan de un tema distinto. En una larga conversación hablamos también de los diversos estilos que han pasado por sus manos. Así, en la década de los 60 el peinado a lo romano, es decir, con flequillo. Ya en los 70 se llevaba el peinado a raya...
Pero llegaron las melenas, las maquinillas desechables con lo que los hombres se afeitaban en casa, la máquina eléctrica y los aparatos que han llegado a nuestros días, que dieron un golpe casi mortal. Ello, explica José Antonio, hizo que el oficio de barbero/peluquero decayera mucho y obligó a "cerrar muchos negocios". En los 80 un corte de pelo costaba unos veinte duros (cien pesetas) y, además, vino la moda de las peluquerías unisex, que llegan hasta nuestros días, porque las de mujeres nunca tuvieron crisis.
Floïd, para hombres de carácter, originalidad y elegancia
Existen lugares en Salamanca, como en otras ciudades y pueblos, que permanecen impasibles al inexorable -y en muchas ocasiones cruel- paso del tiempo, y se mantienen firmes atesorando historias y aquella inconfundible fragancia de los salones de belleza masculinos. Como Peluquería Tino del Barrio Blanco de la ciudad salmantina.
Consultado sobre qué piensa de los peluqueros de hoy en día, responde que no existe "rivalidad" entre lo actual y lo tradicional. "Me alegra que existan cambios, pero que se realicen por profesionales". Porque, a su entender, "hay cosas que ellos hacen que nosotros no y el revés. No veo por qué debe existir rivalidad". Eso sí, deja claro que "yo también me adapto a las nuevas exigencias, en cuanto a nuevos tipos de barba, que ya recortábamos antes, y a peinados modernos, con sus líneas y formas, que también hago a gente joven".
El precio por corte es accesible, entre 8 y 10 euros, algo más la afeitada, porque es un trabajo mucho más minucioso, como cuando piden filigranas en la cabeza. Pero en el precio es donde verdaderamente nos damos cuenta de la diferencia entre esas barberías/peluquerías de antaño y las de ahora. Sea como sea, un fiel de las barberías de antaño lo deja claro, "no es lo mismo la navaja de toda la vida a las eléctricas de ahora, siempre la navaja cortará mejor que las máquinas, aparte la piel queda mejor también". Y, ahí, también interviene el jabón espuma y la brocha de toda la vida y el Floïd.
Es que, para finalizar, con el debido respeto para la cosmética masculina de ahora, desde sus comienzos en 1932, Floïd ha creado una línea de productos con una identidad propia. Más de 80 años después, Floïd sigue siendo un exponente de carácter, autenticidad, originalidad y elegancia. A lo largo de este tiempo Floïd se ha convertido en una de las marcas más apreciadas y valoradas para acompañar el afeitado, generación tras generación.