Casimiro Hernández Calvo, Don Casimiro, como lo conocían las gentes de los pueblos, se ha ido como nunca le gustaría, en silencio. Un año después de hacerlo su mano derecha en los años en que el PP se rearmó en Salamanca, José Amador, el que le sacaba dos años. Una historia, la de ambos, que comenzó de la mano y luego siguieron caminos distintos pero, de manera clara, condicionó toda la política desde los años 80 en adelante, de la provincia salmantina. Es que, como se suele decir, Casimiro llevaba la política en vena.
Político de raza, comenzó su andadura allá por el año 79, siendo alcalde de Vilvestre, aunque ya venía de atrás como alcalde franquista, donde ejercía de maestro, había nacido en un pueblecito vecino, Cerezal de Peñahorcada, ambos en la comarca de Vitigudino. Entonces salió de diputado por esta comarca en las listas de Unión de Centro Democrático (UCD). Y, desde entonces, comienza la andadura de un político que fue absolutamente todo en la comarca y en la provincia de Salamanca. Casi desaparecida la UCD, da el salto a la Alianza Popular de Manuel Fraga Iribarne, donde ya estaba José Amador. Y sale elegido alcalde y diputado provincial en 1983. En 1991, ya en las filas del PP es cuando vivió su mayor fracaso personal y político con el conocido 'Davilazo'.
Pero veamos cómo llegó hasta ese fatídico año del "golpe de estado", como gusta decir, o "la mayor traición acaecida en la provincia de Salamanca". Frases que repetía una y otra vez, incluso ya en los años finales de su vida, cuando, junto a Carlos Velasco, director general de EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León, tomábamos café en su refugio de la Cafetería Las Torres, en la Plaza Mayor de Salamanca, donde seguía 'despachando' con muchos amigos, alcaldes, exalcaldes y concejales de la provincia.
Casimiro Hernández, con carácter de líder, supo rodearse de un importante grupo de alcaldes de la provincia de Salamanca, fieles y bregadores en las lides locales y agrarias. José Amador, José Martín Méndez, Mario Carreto o Marcial Fuentes, fueron algunos de esos hombres que lograron llevar al PP de Salamanca a una imbatibilidad que se ha mantenido hasta nuestros días y, por suerte, de la que aún maman los actuales dirigentes. Y, por desgracia, se ha ido sin recibir el homenaje del partido al que dio todo, por el que luchó y al que llevó al triunfo.
Los pueblos, granero infinito de votos
Don Casimiro sabía cómo hacer política por los pueblos. Era un experto en hilvanar candidaturas municipales, hasta llegar a extender el color azul gaviota por todos los 361 municipios de la provincia salmantina. Para todos tenía una palabra de apoyo y comprensión. Sabía escuchar. Bajaba al barro de las calles rurales. Recibía a todos los alcaldes y concejales en la Diputación en los dieciséis años que ocupó el acta de diputado (1979 a 1995). Una manera de conseguir votos que continuó ya como senador durante catorce años (1986 a 2000).
Es que tras diversos gobiernos de coalición del PSOE y CDS en la Diputación de Salamanca, con el socialista Juan José Melero y Charo Diego como presidentes, el PP de Casimiro Hernández logra ser el partido más votado en las elecciones de 1991, al conseguir 13 diputados frente a los 11 del PSOE y uno del CDS. Pero, entre su gente, aunque posteriormente reconoció que "nunca me fié", había "un traidor", repetía una vez y otra. Y ocurrió el mayor fracaso de su vida. Una espada que llevaba clavada en el corazón y la que nunca logró arrancar.
En aquel mes de junio de 1991 estuvo a punto de ser nombrado presidente de la Diputación Provincial de Salamanca, dado que él era el candidato a la presidencia designado por el Grupo Popular, y además el Partido Popular contaba con mayoría absoluta de diputados (13 de 25). Pero un acuerdo secreto, la noche previa al pleno de investidura entre los 11 diputados del PSOE, la que fuera presidenta de la Diputación entre diciembre de 1988 y 1991 y diputada por el CDS, María del Rosario Diego Díaz-Santos, y José Jesús Dávila Rodríguez, un tránsfuga del PP, le dan la presidencia a este último.
Lo acontecido en aquel pleno queda para los libros de historia política, posiblemente fuera el primero o uno de los primeros actos de transfuguismo en este país. ¿Qué hubo detrás? Nunca se supo. ¿Existió compra de la voluntad política? Se supone, pero no se ha llegado a comprobar. Lo cierto es que Casimiro Hernández, quien siempre quiso ser presidente de la Diputación de Salamanca, para lo que luchó como un león por todos y cada uno de los pueblos de la provincia, se le fue de las manos por un acto de "felonía", decía una vez y otra. Algún día se sabrá que hubo detrás de aquella famosa reunión la noche antes del pleno. Lo cierto es que cuando se iba a constituir el pleno, faltaba uno, y ese uno, José Dávila, llegó el último y con una carpeta en la mano donde llevaba el discurso de investidura. Lo demás, ya lo sabemos.
De aquel percance político, Casimiro nunca se sobrepuso. Lo cierto es que llegado 1993, con el PP como partido hegemónico en la provincia de Salamanca, gracias a Don Casimiro y sus hombres, se organiza el Congreso del PP de Salamanca, donde llegan dos personajes jóvenes, Julián Lanzarote y Alfonso Fernández Mañueco, a los que luego se unió un advenedizo que trajo de Madrid el propio Casimiro, Gonzalo Robles, y toman el poder del partido en Salamanca. Y comenzó el derrumbe personal y político de Casimiro que, sin bien, quedó como senador, sus días estaban contados. Para esta toma del poder de los jóvenes cachorros, amparados por Juan José Lucas y Jesús Merino, también tuvieron mucho que ver algunos "traidores" de Salamanca, que, lo cierto, aún siguen en activo.
El presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, calificó la elección de Dávila como "la mayor vergüenza desde la traición de Viriato". Pero de nada sirvió. José Dávila agotó su mandato con más pena que gloria y pasó a la historia por su traición. El CDS con Charo Diego desaparecieron de la faz de la política provincial, y el PSOE nunca más levantó cabeza, ni en el Ayuntamiento de Salamanca, ni mucho menos en la Diputación, donde lleva desde 1995 relegado a la oposición en ambas instituciones. Como dice el dicho popular: "Roma (el pueblo) no paga traidores".
Últimos años
Los últimos años de Casimiro Hernández en la política fueron de "desengaños, traiciones y malas formas" de aquellos que tomaron el poder y lo apartaron de todo, buscándole una salida profesional en la delegación provincial de Educación. Sus años en la Cafetería en Las Torres fueron los de los recuerdos, las vivencias... recibir siempre y dar un consejo a los que nunca lo abandonaron y supieron reconocer su labor.
Una labor siempre mirando a los pueblos y sus gentes. Casimiro Hernández desde la Diputación de Salamanca llevó el agua, el alcantarillado y las pavimentaciones a la mayoría de los pueblos.
Nunca se resignó a dejar la política. Aún desde una mesa en Las Torres. Seguía viva en la sangre y en su cabeza. Hasta que un fatídico día se encontró con la mala suerte de pasar por el lugar equivocado y con las gentes equivocadas, los delincuentes, y tuvo un serio percance físico del que nunca se recuperó totalmente. Pero, una vez conseguido el alta, tras unos años, siguió frecuentando la Cafetería Las Torres hasta que, sin dar señales de un adiós, nos hemos enterado de su fallecimiento.
Bien estaría por parte del PP, al que dio todo y al que hizo imbatible, le hiciese un homenaje. De lo que este partido es hoy, depende y mucho de lo que Casimiro Hernández y su equipo lograron hacer. Se ha ido en silencio, como nunca hubiera querido hacerlo. Descanse en paz, al que no tuvo como político, porque no lo dejaron, Don Casimiro.