La mascarilla no oculta la felicidad de los vallisoletanos en la feria
Había ganas. Unas fiestas no son sus fiestas sin su algodón de azúcar, sin sus peluches gigantes conseguidos con la destreza del mejor jugador de dardos, sin la adrenalina de los carruseles, que con sus velocidades sacan las sonrisas y los gritos de la gente que, por un momento, olvida que la Covid-19 sigue entre nosotros.
Un momento único, de recordar y disfrutar y, desde luego, necesario. Así lo han demostrado los vallisoletanos, que a pesar del sol, el calor y la sed, han abarrotado el recinto ferial para disfrutar de un tiempo de ocio que hacía dos años no se recordaba.
Las colas para entrar al recinto llegaban hasta los campos Anexos del Real Valladolid e incluso daban la vuelta hasta la entrada de la propia feria, donde los más tardones se colocaban, pensando en que entrarían pronto, pero nada más lejos de la realidad.
A pesar de los pequeños inconvenientes de la nueva normalidad, las mascarillas no eran capaces de ocultar la sonrisa y el disfrute de los más pequeños, ni tampoco de los más mayores. Dulces, peluches y sonrisas abarrotaron la tarde de ayer los carruseles, una tarde que dejó, a muchos, una sensación que no se vivía desde septiembre de 2019.
Felix Galicia, presidente de la asociación de feriantes en declaraciones a este periódico, ha señalado que estos primeros días van "bastante bien" a pesar del aforo limitado. Son 3.000 las personas que pueden estar en interior del recinto, algo que choca con el aforo de la Feria de Muestras, de 4.500 personas. "Se ha quedado un poquito pequeño, somos un espacio abierto y mucho más grande que la Feria de Muestras y tenemos menos aforo, además la gente se junta más en las colas a la entrada", denuncia.
A pesar de ello, afrontan estos próximos días "con ilusión" porque están viendo que la gente está "acudiendo". "Hay mucho público joven, quizás nos falta un poco más el de los padres con los niños que a primera hora no viene tanto, pero hay mucha juventud", ha finalizado.