Elegir el nombre de un hijo es una decisión trascendental y suele ser tema de conversación habitual en cualquier pareja que se precie, incluso antes de formar una familia. Hay padres que desde el principio tienen claro como llamarán a su hijo, incluso antes de saber que va a llegar un nuevo miembro a la familia, pero a otras parejas les resulta más complicado encontrar el nombre perfecto, por lo que muchas veces elegir el nombre puede ser motivo de conflicto y discusión.

A la hora de decidir como llamar a su hijo, muchas parejas tienen en cuenta la sonoridad del nombre y la rima con los apellidos, intentando evitar que el bebé pueda ser presa de chistes cuando crezca. En otras ocasiones, buscan previamente el origen y el significado del nombre, para darle un aura especial, o se deciden por nombres originales, y, en muchas ocasiones, deciden nombrar al bebé haciendo un homenaje a un familiar, normalmente al padre o abuelo, o incluso a un ídolo, ya sea un actor, escritor o futbolista.

Otra disyuntiva que tienen los padres es la de optar por un nombre largo o uno corto y, en las últimas décadas, cada vez se impone más la segunda opción, ya que atrás quedaron las décadas de los 50 y 60 cuando lo más habitual era elegir nombres compuestos. En la provincia de Valladolid, por ejemplo, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en aquellos años predominaban nombres como Juan Carlos, Francisco Javier, José Luis, Miguel Ángel, José Antonio, José María o José Manuel.

En los 70 comenzaron a cambiar las tornas, y en la provincia vallisoletana se impusieron ya nombres simples como David y Óscar, aunque los nombres compuestos seguían muy presentes: Francisco Javier continuaba en tercer lugar y Miguel Ángel en octava posición. En los 80, este tipo de nombres casi desaparecieron del ranking de los más utilizados, imponiéndose David, Javier y Alberto como los más habituales y descendiendo el nombre de Francisco Javier al puesto 19.

Entrada la década de los 90, esta tendencia solo hizo que acentuarse aún más en Valladolid y los nombres compuestos desaparecieron del top 20. Con la entrada en el siglo XXI, además de ese destierro de los nombres compuestos, se inició otra tendencia que se ha incrementado con el paso de los años: la de elegir nombres cada vez más cortos, en muchas ocasiones con tres o cuatro letras.

En los años 2000 Y 2010, por ejemplo, destacan nombres de chico como Hugo o Iván y de chica como Alba, Sara, Inés o Ana. Y de esa predominancia de los nombres de cuatro letras en las dos décadas anteriores hemos pasado, en la actualidad, a cada vez una mayor presencia de nombres de tan solo tres letras.

Los nombres de tres letras más comunes en Valladolid: Leo y Noa

En la provincia de Valladolid hay dos que destacan especialmente, según los últimos datos del INE correspondientes al año 2021: Leo como nombre de chico y Noa como nombre de chica. En el caso de Leo, son nombrados así 15,2 de cada 1.000 niños nacidos en la provincia vallisoletana mientras que reciben el nombre de Noa nada menos que 11,5 de cada 1.000 niñas que nacen en el territorio. 

El nombre de Leo es de origen griego y procede del término antiguo λέων, que hace referencia al león. Su significado se encuentra vinculado a la simbología de este felino: un animal fiero, fuerte, salvaje y poderoso. Noa, por su parte, proviene del término hebreo noah, que significa 'de larga vida' o 'longevo', y también del hebreo 'nûaj': 'descansar'.

Dos nombres que muestran que las tendencias a la hora de llamar a los niños han cambiado radicalmente en la provincia durante los últimos años y que muy atrás quedaron aquellos nombres largos y compuestos que solían tener nuestros padres. Lo habitual ahora es que sean cada vez más cortos en una tendencia muy relacionada con una sociedad marcada por la inmediatez, el minimalismo y la economía del lenguaje, también a la hora de elegir los nombres de nuestros hijos.

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