El despertador suena. Y Eva y Tamara se preparan para un nuevo día de trabajo. Llegan a la fábrica de Bimbo en Valladolid, ubicada en el polígono de San Cristóbal, y lo hacen sin saber que será de sus últimos días en el lugar que se ha convertido en su hogar tras más de 20 años.
Una llamada lo cambia todo a las 11 de la mañana. Y un miércoles, 18 de septiembre, que parecía tan normal, termina convirtiéndose en el peor día de sus vidas. La tragedia comenzó con el aviso del encargado general a los empleados.
Les pidió que subieran porque el director general de Bimbo tenía algo que comunicar. Una cita que era "voluntaria", pero a la que ninguno faltó. Los nervios comenzaron a surgir y se miraban entre ellos con cara de sorpresa.
No sabían si era bueno o malo. Aunque la producción iba sobre ruedas. Y, en ese momento, llega la peor de las noticias: el anuncio del cierre de la fábrica. Una persiana que baja y 166 trabajadores que se quedan en la calle.
Una situación que aún no han sido capaces de digerir. Las lágrimas de desolación, angustia y nerviosismo invaden desde el miércoles a los trabajadores que se preguntan: ¿y ahora qué?
Un jarro de agua fría que deja a muchas familias sin un sueldo, y a muchas otras sin el único dinero que entraba en casa. Como es el caso de Eva Fernández, que está divorciada y es su único sustento para mantener a sus dos hijas. Una que ya está en la universidad y otra a un solo paso, cursando este año segundo de bachiller.
“Mi situación económica ahora es complicada”, lamenta con la voz entrecortada. La incertidumbre se apodera de ella porque, afirma, que no han recibido “ninguna explicación”.
Y la sorpresa es máxima ya que siempre les daban “la enhorabuena” por la gestión de esta planta. El motivo principal que han alegado sobre el cierre es que no se alcanzan los indicadores económicos necesarios.
Cierto es que llevan un tiempo fabricando menos, pero porque “se lo daban a otras plantas”: “Supuestamente los números salían, nos felicitaban diciendo que la fábrica era viable y ahora estamos en la calle”.
Fernández, con nostalgia, recuerda que este es su “primer trabajo”, donde empezó con apenas 23 años (en 1998). Una fábrica en la que ha vivido muchos momentos de su vida y que ahora ve cómo se tiene que despedir de ella sin ninguna explicación.
“Me tocará volver a buscarme la vida como cuando tenía 23 años y confiar en que salga algo”, afirma. Y es que los empleados lamentan que han trabajado “como locos, para nada”.
No es muy diferente la situación de Tamara Moro. Tiene 43 años y 24 de ellos los ha pasado en esta empresa donde ha formado una "gran familia". Verse en la calle está siendo una situación que no termina de asimilar.
Está divorciada y tiene una hija, y ahora se pregunta "qué va a pasar" con los trabajadores. La "pena e incertidumbre" le invaden. Y critica que la forma de enterarse haya sido "tan fría".
"No sabemos nada. Llevamos muchos años trabajando juntos. Ha sido sorpresivo, de la noche a la mañana. Y ahora nos encontramos sin trabajo y sin ninguna explicación", añade.
Un poco diferente fue para Benjamín González, que trabaja de noche -de 21:00 a 05:00 horas-. Fue al despertar cuando se enteró de esta “desagradable sorpresa”.
“Abrí los ojos y vi una notificación del delegado sindical que ponía cierre de la fábrica, pensaba que seguía dormido”, recuerda 24 horas después de la terrible noticia.
A las 16:00 horas les convocaron para anunciar el cierre y las miradas seguían atónitas, como por la mañana, sin creérselo. “Llevamos un día con incertidumbre, sin saber qué va a pasar y con la esperanza en la reunión”, afirma.
González también lleva 26 años trabajando y lamenta que han dejado que “la fábrica se muera”. Cuando comenzó en 1998 había “siete líneas de producción y ahora tres”. Todo porque “no apuestan por Valladolid”.
“Quieren abrir una línea nueva y se van a otras fábricas cuando aquí tenemos la maquinaria y el espacio. Creo que tenían pensado el cierre desde hace tiempo”, apostilla.
Ahora lo que más le preocupa es la hipoteca que tiene que pagar tras haberse cambiado de casa el año pasado. Y es que, a sus 53 años, lamenta que es “demasiado joven para jubilarme y demasiado viejo para encontrar trabajo”.
Unos sentimientos encontrados. Ya que, por un lado, tiene la esperanza de que la reunión de la comisión negociadora del Expediente de Regulación de Empleo (ERE), el 25 de septiembre a las 11:00 horas, lo cambie todo y se mantengan los puestos de trabajo.
Será a partir de ese día cuando comiencen a batallar. Por ahora, no están previstas movilizaciones ya que, principalmente, se centrarán en reuniones con administraciones, comunicaciones con las organizaciones sindicales y asesoramiento.
Un momento que será crucial para conocer cómo acabará esta situación. Los trabajadores no tienen demasiada fe ya que creen que la decisión "está más que tomada”.
Posibles traslados
El principal problema que tienen es que es una plantilla con una media de edad alta. Casi todos superan los 50 años y ahora se ven teniéndose que "buscar la vida". Cierto es que, en otros lugares, Bimbo ha ofrecido alternativas como traslados o indemnizaciones.
En su caso, los traslados no es una opción que contemplen ya que sus vidas "están en Valladolid", aunque sí que valoran la posibilidad de ir a la planta que hay en Medina del Campo. Una fábrica que compraron a Cerealto en 2021.
En otros lugares de la Comunidad o del país lo ven "inviable" porque todos tienen sus familias, parejas y viviendas en la ciudad del Pisuerga. Lugar en el que llevan asentados, gracias al trabajo de Bimbo, más de 20 años.
Compra de Panrico
Los tres trabajadores llevan más de dos décadas en la fábrica y han visto la evolución que ha habido en ella. Comenzaron cuando el nombre para el que trabajaban era Panrico.
El panadero Andrés Costafreda fue el encargado de inventar en 1962 el donut. Y, junto con la familia Rivera, montó las empresas de Panrico y Donut Corporation, con las que empezaron a fabricar estos famosos dulces que siguen conquistando paladares.
En Valladolid, Panrico tenía mucho peso. Eran muchos los trabajadores que estaban en la planta, pero las cosas comenzaron a torcerse poco a poco cuando la familia Costafreda se desprendía de la marca.
Un hecho que se produjo en 2006 y con el que llegaron "momentos muy malos". Los empleados recuerdan que, durante ese tiempo, vivieron dos bajadas de sueldo "importantes".
Y no solo eso, sino que también les "congelaron" las antiguedades, con lo que tocó "apretarse mucho el cinturón". En este sentido, recuerdan que han hecho "todo lo imposible para que siguiese adelante, trabajando como locos".
Con la llegada de Bimbo confiaron en que todo iría mejor porque es una "empresa grande" y ahora ven que "no ha valido para nada todo el esfuerzo".
Un motor en Valladolid
La planta de Bimbo en Valladolid es, sin duda, un motor de la economía de la ciudad. La ciudad del Pisuerga ha olido durante muchos años a Donuts, Pepitos, Donettes, Tigretón y mini Bollycaos.
Eran las meriendas favoritas de los niños, y también de los adultos. Los trabajadores llegaban cada día al polígono y se impregnaban de este delicioso olor. Convirtiendo el aroma dulce en su rutina favorita.
Y ahora ya no huelen nada. Un olor tan significativo que ha desparecido como por arte de magia. Una dulzura que se ha convertido en amargura y unos empleados que ya no podrán seguir elaborando lo que tan felices hace a los pequeños vallisoletanos.
No corren buenos tiempos para Bimbo en España, que ha ido cerrando progresivamente varias fábricas en distintos puntos. Sin ir más lejos, a principios de año fue el turno de la planta alicantina de El Vergel.
Y, en octubre de 2022, echaba el cierre la planta de Paracuellos del Jarama. En ese caso, alegaban temas "organizativos y productivos". Una decisión que también afectaba a 200 empleados de manera directa y 75 de forma indirecta. Un cierre al que se sumaba tiempo antes la de Palma de Mallorca, Sevilla, Granollers y Tenerife.
Una terrible situación que contrasta con la que se vivía en 1965 cuando la empresa sacó su primer pan de molde y se convirtió en todo un éxito. Desde ese momento, no dejaron de abrir factorías.
La táctica que utilizaron fue garantizar la higiene, ya que venía envuelto. Un sinónimo de frescura y una red de repartidores que no hacía más que crecer. Aunque lo que dio el empujón definitivo fue el 'boom' del turismo.
Valladolid se vistió de éxito en 2015 cuando Bimbo llegó a la ciudad. Un momento muy significativo por el renombre que tenía y la riqueza económica que daría a la ciudad.
Y han sido unos años en los que los beneficios han sido reales. La planta producía correctamente y el trabajo siempre estaba reconocido. Pero, de la noche a la mañana, la producción ha parado.
Apoyo de las instituciones
La Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de Valladolid se han volcado con los trabajadores desde el momento en el que conocieron la noticia el miércoles. Ambos han exigido una explicación "clara y profunda" a la empresa.
De hecho, desde el Gobierno autonómico ponía en marcha el protocolo de empresas en crisis para evitar que este cierre se convirtiera en realidad. Y la consejera de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural, María González, mandaba una carta solicitando una reunión con el presidente de Bimbo.
Una decisión que piden "reconsiderar" y animan a "buscar soluciones" con las instituciones públicas. No sólo eso, sino que desde la Junta también solicitaban el apoyo del Gobierno de España.
Ante esta movilización por parte de los poderes públicos, los trabajadores confían en que dé un giro radical y eviten el cierre de una emblemática planta que da de comer a 166 familias en Valladolid.
"Lo vemos complicado porque han puesto el cierre encima de la mesa, pero vamos a luchar. Nos queda confiar en nuestro Comité y esperamos que se solucione de la mejor forma posible", expresa una de las trabajadoras.
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