No es lo que parece: el chupachups ochentero que ha enamorado el paladar de los vallisoletanos
- Los Zagales se alza con el segundo premio en el XX Concurso Nacional de Pinchos y Tapas Ciudad de Valladolid.
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El mítico restaurante Los Zagales lo ha vuelto a hacer, se ha hecho con el segundo puesto en el XX Concurso Nacional de Pinchos y Tapas Ciudad de Valladolid, cuya final se celebró el pasado 13 de noviembre en la Cúpula del Milenio.
Con su arriesgada tapa ‘Kojaz’, creación de Javier González García, se ha hecho hueco en el pódium, siendo el número 21 en certámenes gastronómicos en los que participa, “llevamos 25 años recibiendo premios”.
Ese chupachups rojo chillón que ha acompañado a todos los niños en su infancia, pero nada más lejos de la realidad.
Verdaderamente, se trataba de un bocado de perdiz con un esférico de vino oloroso, ha mezclado productos de la tierra con la vanguardia de la cocina, dejando a toda la ciudad de Valladolid, nuevamente, atónita.
Este restaurante que se sitúa en la calle Pasión, muy cerca de la plaza Mayor, abrió sus puertas en 1992 por los hermanos Javier y Antonio González, todo un clásico en la gastronomía pucelana. “Aunque mi hermano y yo de Zagales, ahora ya de Zagales tenemos poco”, comenta entre risas Javier.
Una ciudad que, a su vez, es pionera en la promoción de la tapa con este tipo de concursos a nivel provincial, nacional y mundial, que dan a conocer ‘lo mejor de cada casa’.
Echando la vista atrás, y viendo a esos ‘zagales’ que ganaron su primer premio en el 99, solo pueden decir que “es un orgullo y que después de 25 años seguir estando en un nivel súper alto de la minicocina en España, de lo que es el mundo de las tapas, nos parece la leche”, relata Javier.
A esos chicos Javier les aconsejaría “lo que le digo a mi hermano, porque sobre todo es él el que sigue viviendo esto con la ilusión de un niño. El no perder la ilusión ni por los concursos, ni por la creatividad, y seguir haciendo cosas, motivarte”.
El segundo premio para Javier “es verdad que te quedas así un poco como con la piel en los labios”.
Aún están saboreando este momento y no sepan bien en que invertirán ese premio, de lo que no tiene ninguna duda es de lo bien que se lo ha pasado en el certamen.
“Hay mucho compañerismo y la camaradería que hemos tenido todos los chicos, todos los cocineros que hemos representado a Valladolid”.
“A mí competir no me gusta, hemos estado concursando cinco amigos. Y es la experiencia, lo más bonito que me ha llevado este concurso”, asegura el chef.
Reconoce la gran labor que hay detrás de este concurso, la publicidad que aporta a los negocios, pero también “a superarte e intentar hacer las cosas mejor”.
Las dudas y los nervios siempre están presentes, son la cara menos visible de los concursos. “O tienes una presentación espectacular, pero te falla un sabor, o al revés. Miedo hasta el último momento, el miedo escénico siempre lo tienes, los nervios de cocinar delante de tanta gente, con cámaras de televisión, hasta el último momento”.
“Cuando lo sacas es cuando ya sabes si tu trabajo está bien hecho o no. Y la verdad es que cuando prestamos el pincho estábamos súper, súper contentos. Ya con más de 50 años me sigo poniendo igual de nervioso y de ilusionado que el primer día”.
Su identidad
Las tapas del restaurante Los Zagales son bastante curiosas, pero, son aún más divertidas de comer.
“La verdad es que es echar imaginación, aplicar técnicas de cocina. Y luego cada local, cada cocinero, cada restaurante tiene su sello de identidad. Y eso lo vas consiguiendo a lo largo de los años, con tu trabajo”.
Su identidad son los traspantajos. El hacerle dudar al público sobre que va a comer, y que cada bocado sea un auténtico misterio delicioso. “No lo hemos hecho de forma deliberada, pero al final acabamos siendo así y nos hemos especializado en ello”.
“Nos gusta, es que nos lo pasamos súper bien haciendo trampantojos. Creando cosas que parece que son lo que no son”.
El ya famoso chupachups de Los Zagales recuerda a aquella chuchería ochentera, “nos inspiramos en cosas que nos han gustado de pequeños o no tan pequeños. Cosas de actualidad, como fue luego en la Casa Blanca, vas buscando inspiración”, asegura.
“Para nosotros este chupachups, una cosa tan simple como ésta, que para mí es uno de los mejores inventos de la historia española, que es ponerle un palo a un caramelo, nos parece una pasada”.
Javier reconoce que “ese ingenio de alguien que se le ocurrió ponerle un palo a un caramelo, nos ha parecido súper apropiado para un pincho, porque un pincho, al final, el más básico es algo pinchado en un palillo”.
Aunque el bocado dure poco, su preparación necesita, mínimo, unas 6 u 8 horas de elaboración, “hay que esperar tiempos de congelación”.
Es pronto aún para una nueva sorpresa convertida en trampantojo, pero Javier sigue creando en su mente y pese a la “resaca emocional muy bonita de lo conseguido”, ya en enero “nos pondremos a trabajar otra vez en la creatividad”.