Valérie sonríe en el mostrador de su pastelería Atelier Bristrot

Valérie sonríe en el mostrador de su pastelería Atelier Bristrot

Zamora

De Francia a Zamora: Valérie y Alexandre llegan desde los Alpes para enamorar con los mejores dulces artesanos

Sus cruasanes de almendra se han convertido en los favoritos de la ciudad y cada día agotan sus elaboraciones

14 febrero, 2024 07:00

Apenas llevan dos meses abiertos en el parque de la Marina y sus creaciones ya son famosas en Zamora. Valérie y Alexandre decidieron cambiar su vida por completo y trasladarse con sus hijos Esteban, Lucas y Celia a la tierra de origen de ella, que ha recibido con gran entusiasmo su buen hacer en la repostería. La pareja se mudó desde la preciosa ciudad de Annecy, considerada la 'Venecia de Saboya', para abrir en el corazón de Zamora su cafetería y pastelería: Atelier Bistrot: de los Alpes al Duero.

Pero empecemos desde el principio. Como hemos adelantado, la elección de la pareja no fue casual, y es que Valérie es de sangre zamorana. Su padre es alistano, concretamente de Alcañices, y como ocurrió con muchos zamoranos en los tiempos duros emigró a Francia en busca de un mejor porvenir. Allí conoció a la madre de Valérie, francesa, y conformaron una familia. 

Así, la empresaria nació y vivió sus primeros años en Francia, pero pronto regresó con su familia a Zamora capital. Valérie cursó sus estudios en la capital zamorana, pero al terminar el bachillerato decidió volver a poner rumbo al país vecino. Desde bien joven fue una mujer trabajadora y resuelta, así que se buscó sus castañas trabajando de 'au pair' con una familia francesa. Tras esto comenzó a estudiar 'Lengua y civilización extranjera' con especialidad en español, primero en Saint Etienne, y terminando el máster en Lyon. 

Los deliciosos brioches de Atelier Bistrot

Los deliciosos brioches de Atelier Bistrot

Así que su carrera profesional giraba dando clases de español. En este tiempo conoció a Alexandre, que tampoco se dedicaba a la repostería, pero tal y como explica "en países europeos como Francia, Reino Unido y en los territorios nórdicos es muy habitual hacer una reconversión profesional". 

Y eso es lo que Alexandre hizo. Cambió toda su vida anterior como trabajador en una empresa de piezas de precisión para estudiar panadería y pastelería artesana "con unas notas espectaculares", explica Valérie, que le siguió en su sueño, abandonando su faceta como filóloga y traductora. Con el paso del tiempo se han dado cuenta de que la repostería es un arte "del que hay que tener un don, aparte de la formación" y parece que Alexandre lo tenía. 

Con este talento perfeccionado, la pareja primero puso rumbo a Saint-Víctor-de-Cessieu, un pequeño municipio de apenas 1.600 habitantes. Y tras su eso llegó su verdadero éxito en la segunda ciudad más turística de Francia después de París, ubicada en la Alta Saboya. Entre ambos negocios, Valérie y Alexandre pasaron 20 años de su vida entre masas y dulces con gran éxito. "Nos fue muy bien", recuerda la empresaria. 

Valérie en el mostrador de su cafetería

Valérie en el mostrador de su cafetería

Tenían una clientela muy fiel y su fama era más que conocida en su ciudad y en las vecinas. Pero un día "no sé si por el COVID o porque simplemente quisimos cambiar", vendieron el negocio y todas sus propiedades en Francia y pusieron su vista en España. 

Vuelta al hogar

"Primero pensamos en ir a algún país de América del Sur, luego Canadá, pero vimos que era inviable", explica Valérie. Y de ahí surgió la chispa de volver a España, si bien, Zamora no fue la primera opción. La pareja iba en busca de una zona de costa, de sol, de buen tiempo, y así surgieron las ideas de ir a Mallorca o Canarias, "que menos mal que finalmente no fuimos, porque al poco tiempo ocurrió la desgracia del volcán de la Palma", recuerda.

Tras descartar también Asturias, se fueron acercando a la tierra pensando en Valladolid o Salamanca, por su tamaño y población. Pero Alexandre tenía un lugar muy claro: Zamora. "Mi marido es un enamorado de Zamora, se conoce todas las calles, le encanta descubrir las historias de los edificios, los rincones, está loco con la ciudad desde el primer día", detalla Valérie. 

Y es que este pastelero francés se volvió loco con Zamora desde sus primeras visitas a sus suegros en la Perla del Duero. "Yo le enseñaba Salamanca o Valladolid, para que las conociera también, pero nada, él adora Zamora", recalca su pareja. Alexandre "no habla una palabra de español" y esa es su asignatura pendiente, pero igualmente ha conseguido enamorar a los zamoranos con sus creaciones culinarias.

Una vez decidido que su destino sería Zamora, el primer paso fue comprar una vivienda en la ciudad. "Nos gusta lo antiguo, así que elegimos una casa vieja, que vamos reformando poco a poco", explica Valérie. Inicialmente, esta zamorana retornada se dedicó a dar clases de yoga por la provincia durante año y medio. Así viajó por la zona de Aliste o Tábara ofreciendo sus enseñanzas. 

Mientras, Alexandre se iba dedicando al bricolaje en el hogar y a buscar locales en alquiler que pudieran encajar con su soñada pastelería. Resulta que la pareja también se tuvo que enfrentar a este mal endémico de Zamora con los alquileres y ventas desorbitados de los locales de la capital. 

Primero se fijaron en el casco antiguo, pero "hay propietarios que se exceden en lo que piden por comprar un local. Yo entiendo que está situado en muy buen lugar y que pueden tener potencial, pero necesitan unas reformas impresionantes y piden barbaridades", explica Valérie. 

Valérie sirviendo unos cafés

Valérie sirviendo unos cafés

Al mismo tiempo, también le habían echado el ojo al local donde se ubican, en pleno corazón de la Marina, y que antaño había sido una hamburguesería. Pero dudaban en elegirlo porque ya tiene otra pastelería y una cafetería con bollería justo al lado. Aunque Valérie se puso a pensar y se dio cuenta de que en Zamora "todos los bares de pinchos están juntos, en la zona de los Lobos y en Herreros, y esto se ve como una ventaja". 

Así que tras "una serie de positivas casualidades", entre ellas que el local presentaba muy buen estado el Atelier Bistrot desembarcó en la avenida Príncipe de Asturias. "En Francia la competencia se ve como algo positivo, como una oportunidad para todos de mejorar y se piensa que si algo bueno te viene a ti, también le repercutirá a tus vecinos de negocio", explica Valérie. 

Burocracia y una inauguración improvisada

Desde este momento comenzaba una auténtica maratón para Valérie con el objetivo de conseguir todos los permisos de apertura y sanidad para abrir su negocio. "Mi marido aún destaca que en 3 o 4 meses conseguí tenerlo casi todo", explica. Y es que como emprendedora en la capital zamorana ha sufrido y sufre el azote de la excesiva burocracia, exceso de celo y lentitud de las administraciones locales. 

Afortunadamente, el local no necesitaba de grandes reformas, más allá de una profunda limpieza y la instalación de toda la maquinaria para la pastelería y la nueva decoración. "Tuve que ir yo misma a por los muebles, porque hasta con el transportista hubo problemas", recuerda.

Así que tras meses y meses peleando entre papeles y sorteando contratiempos, Valérie estaba "tan contenta" cuando consiguió su permiso para abrir el local que tan siquiera espero a hacer una inauguración oficial. "Alexandre estaba haciendo unos dulces y pizzas a modo de prueba para algunos amigos, y Valérie no se pudo resistir y "abrí la trampilla a las 18 horas del 22 de diciembre".

Los famosos cruasanes 'zamoranos' de Atelier Bistrot

Los famosos cruasanes 'zamoranos' de Atelier Bistrot

La empresaria creía que nadie iba a entrar, pero nada más lejos de la realidad. La improvisada inauguración fue todo un éxito. "El local se empezó a llenar y yo no sabía ni poner un café", recuerda ahora entre risas. Los primeros clientes entraron cautos, eso sí, "no tenían muy claro qué pedir y si les gustaría demasiado". Pero la primera jornada fue bien y desde entonces, la acogida zamorana ha sido "muy buena". 

La pastelería ofrece brioches, tartas variadas, pizzas caseras y, como no, los cruasanes. Y precisamente ha sido su cruasán de almendras el que más ha triunfado entre sus clientes. "Ya se ha bautizado como 'el zamorano' y la gente lo pide así", explica Valérie. Cada día, Alexandre elabora un centenar de estas delicias y todas las jornadas acaban agotados. "A veces a media tarde ya no tenemos ninguno, creo que desde que abrimos no he podido comerme ni uno porque vuelan", asegura la empresaria.

Pastelería artesana, responsable y real

Aunque lo mismo ocurre con prácticamente todas sus elaboraciones. Todo lo que se sirve cada día en el Atelier Bistrot se elabora diaria y artesanalmente por Alexandre, escaleras arriba del local. Rara vez estos empresarios venden productos del día anterior, ya que calculan la producción y "lo que sobra se lo solemos regalar a amigos, familia o alguna cosa nos la llevamos a casa". 

No son partidarios de congelar sus elaboraciones o de reaprovecharlas en días venideros. Todo se hace a diario y se procura no desperdiciar ni materia prima ni los productos elaborados. La pareja se toma la pastelería como un arte, una dedicación total y absoluta, donde cada producto elaborado es especial y único. 

Alexandre durante la elaboración de sus deliciosos pasteles

Alexandre durante la elaboración de sus deliciosos pasteles

Por eso, mantienen su pequeña 'batalla' con los zamoranos cada vez que les piden un cruasán a la plancha. "Es algo que nos tiene descolocados. No concebimos elaborar un cruasán, al que se le busca la dosis justa de mantequilla, que esté bien hinchado, hacerlo con todo el cariño y que te pidan pasarlo por la plancha", cuenta Valérie. La empresaria tampoco comparte comerlo con cuchillo y tenedor, sino disfrutarlo con los dedos "desde sus puntas o desde el medio". 

Sobre el futuro, Valérie explica que "aunque necesitamos más personas trabajando", de momento se mantienen con el equipo actual formado por ella, Alexandre, Esteban, Joan y Virginia. De estos últimos se deshace en halagos y cree que han sido "un rayo de sol y una grandísima ayuda" en estos primeros meses.