El viaje de Mouri: de vivir en una casa con 35 personas a jugar al baloncesto en Salamanca
Javier A. Muñiz / ICAL
Mouri Doumbouya es un joven marroquí de 23 años que llegó a España en patera hace dos años y medio. Primero fue hasta Madrid, donde estuvo dos meses, y después fue enviado a la capital del Tormes para integrarse como solicitante de Protección Internacional. “Vine para mejorar mi vida. Llegó un momento en que pensé que estaba listo para salir del país sin riesgo. Fue una decisión brutal porque estaba mi familia".
Mouri vivía en una casa de “35 personas o más” con su madre y su padre. “Fue muy difícil. Hay cosas que son muy profundas. Un hombre no quiere ver llorar a su madre, así que de las clases salía a buscar trabajo para darle a ella. Era muy joven y no podía dejarla”, comenta a Ical con un castellano esforzado pero perfectamente legible.
De hecho, casi todo lo que sabe del idioma lo aprendió en Salamanca Acoge. Pasó los primeros seis meses en una vivienda de la asociación durante la llamada fase de acogida. Allí le prestaron ayuda con sus necesidades básicas y le guiaron con los trámites burocráticos. Mediante un discurso rebosante de agradecimiento a quienes le tendieron la mano, Mouri relata lo peor de estar lejos del que un día fue su hogar. “Un problema muy habitual entre los inmigrantes es que nos sentimos solos, sin padre ni madre. Por suerte aquí he recibido todo tipo de ayuda psicológica. Si tengo algún problema para socializarme con el entorno que me rodea, aquí consigo mejorar. Me ha cambiado mucho la vida. Es muy importante tener alguien que te pregunte qué te pasa y poder contarle lo te está preocupando”, sostiene.
Un vez pasó su primer año en la asociación, empezó a buscarse la vida por sí mismo, incluyendo encontrar otra vivienda. “Me he puesto a prueba para ver si sería capaz de hacerlo solo. Al final ha salido muy bien con toda la formación que he recibido aquí y gracias a toda la gente que he conocido”, relata. De hecho, Mouri ahora vive feliz con una persona “muy especial” que conoció en la asociación y hoy es su pareja. Además, ha emprendido retos determinantes como cursar Secundaria y trabajar como monitor en la propia organización, participando en charlas y campamentos. “Son experiencias que he podido descubrir que han sido muy importantes en el proceso que me ha llevado a donde estoy hoy. Ahora puedo salir e ir a cualquier sitio porque, gracias a su apoyo, he superado los momentos en que pensaba que no lo podría lograr”, comenta.
Ahora es feliz jugando al baloncesto en Villares de la Reina. Bromea con que le mandan a pegarse dentro de la zona por su talla. Sus sueños pasan por el deporte y también por el trabajo con la juventud. En el futuro se ve como monitor, “fomentando algunas cosas que le pueden faltar a los chavales”. Mientras, a otras personas migrantes, les recomienda que persigan sus objetivos hasta alcanzarlos. “Si estás con una asociación que está por ti al cien por cien, tienes que tener un actitud proactiva. Hay gente que solo le gusta recibir, pero también tienes que dar. Aquí a mí me han dado todo, aunque no tengo los bolsillos llenos de plata. Eso lo tengo que conseguir trabajando", reflexiona. Al final del día, Mouri sabe que, casi siempre, solo se trata de tener a alguien que te pueda entender, “no solo de idioma, sino de corazón”.