Los emigrantes de Castilla y León en Cuba tras la pandemia: “Hay que luchar con la vida”
Los problemas se acumulan en la isla para la diáspora de la Comunidad que se agarra a las ayudas de la Junta para encarar el futuro
25 junio, 2022 12:14Rafael Monje / ICAL
“Hay que luchar con la vida. He sobrevivido a la pandemia y ahora, incluso, en el barrio donde vivo, El Sevillano, ya podemos quitarnos el tapabocas (mascarilla). Pero tengo que reconocer que esa enfermedad ha hecho daño a mucha gente”. Así se lamenta Manuela Seisdedos, de 92 años, una de las miles de castellanas y leonesas de la diáspora, de una emigración que a la ya habitual nostalgia por su tierra de nacimiento suma la incertidumbre y el miedo de una pandemia que también golpeó la isla sin piedad.
Castilla y León es una de las comunidades de emigrantes con más arraigo y tradición en Cuba, un país que acogió en los primeros años del siglo pasado a miles de españoles que huían del hambre e incluso de la Guerra Civil. Sus descendientes, la mayoría de avanzada edad, son gente muy humilde, pero orgullosa de la tierra que vio nacer a sus padres, abuelos y bisabuelos: Castilla y León.
Conocer sus historias, su vida diaria en medio de una pandemia que durante dos años ha mantenido (y mantiene aún) en vilo a todo el mundo y comprobar cómo afrontan ahora las consecuencias y cambios sociales y económicos derivados de ello es lo que motiva a la agencia Ical a contactar in situ con varios de estos castellanos y leoneses en el exterior. Porque son, no hay que olvidarlo, ciudadanos de Castilla y León con los mismos derechos que cualquier otro residente en la Comunidad.
Son personas que hablan sin pelos en la lengua o, mejor dicho, que se expresan desde el corazón y que añoran tiempos no tan lejanos en los que las Operaciones Añoranza y los planes Raíces y Encuentros eran, al menos, la mejor manera de estrechar los 7.200 kilómetros que separan España de Cuba y vivir esa experiencia de afecto y cariño en el propio terruño de sus antepasados.
A sus 92 años de plena lucidez, Manuela Seisdedos ha sorteado una enfermedad devastadora en el mundo. Es todo un ejemplo de optimismo, a pesar de las dificultades, y agradece la ayuda recibida desde el Gobierno de Castilla y León para adquirir productos de primera necesidad. Vive sola, su marido falleció hace un tiempo, no tiene hijos y su único hermano se fue a Nueva York, hace tantos años como los mismos que acumula la Revolución liderada por Fidel Castro.
“Aquí, en La Habana, la gente se extraña de mi apellido”, afirma Manuela con nostalgia. Su padre nació en Fermoselle y hace diez años tuvo la oportunidad de viajar hasta la localidad zamorana. Relata con verdadero desparpajo que se acercó al cementerio del pueblo para conocer la tumba de sus abuelos. Aunque, a renglón seguido, reconoce: “Fui incapaz; había muchas sepulturas con el apellido Seisdedos, así que me dirigí a todas las que tenían esa inscripción en la lápida para pronunciar unas palabras de afecto y recuerdo”, rememora.
Joaquín Pérez Guardamino tiene 65 años. Su familia procede de Espinosa de los Monteros (Burgos). Y lo primero que quiere expresar es su profundo agradecimiento a “la mejor causa noble” que ha experimentado y que no es otra que las ayudas que durante este tiempo de tremenda dificultad por la pandemia y la inflación ha recibido desde la Comunidad. “Estoy eternamente agradecido”, subraya orgulloso, porque gracias a esa aportación ha podido “resolver y tirar para adelante en estos duros meses junto a mi mujer, Lázara Gutiérrez Ávila”.
No quiere dejar de enumerar los productos que ha podido adquirir a través de esta subvención personal: artículos de aseso personal, jabón de baño, detergente, papel higiénico… sin olvidar los productos de alimentación más esenciales. “Hasta hemos podido comer de nuevo guisantes, que hacía muchos años que ni los probábamos; también chocolate, embutido, espaguetis o café”, recuerda emocionado.
El agradecimiento profundo hacia la tierra que vio nacer a sus antepasados es común entre estos castellanos y leoneses con pasaporte cubano, que sienten con auténtico orgullo los vínculos de afecto hacia Castilla y León. Da igual que se hable con María Aurora Pérez Guardamino, presidenta de la Sociedad Benéfica Burgalesa; con Alexis Ignacio Ruiz Méndez, vicepresidente de la Colonia Salmantina en Cuba; María Felicidad Amat Zabaleta, vicepresidenta de la Colonia Palentina, o la con la propia presidenta de la Casa de Castilla y León en Cuba y máxima responsable de la Sociedad Zamorana, María Antonia Rabanillo. Todos, absolutamente todos, sienten este trozo de España como parta de sus vidas.
Muchos de los socios de estas entidades han podido subsistir durante estos complicados meses gracias al apoyo público de la Junta, que concede 120.000 euros al año a unas organizaciones que, tras el tedioso papeleo administrativo, se encargan de distribuir entre los centenares de ciudadanos más necesitados y que viven repartidos por toda Cuba, no sólo en la capital, La Habana.
A los efectos de la Covid-19 se suma ahora la descomunal escalada de precios que sufre la isla y que toca de lleno al coste de artículos de primera necesidad. Tampoco el reciente periodo electoral en Castilla ha permitido agilizar a la llegada de este tipo de ayudas. “De hecho queremos estar en España próximamente en el pleno del Consejo de la Emigración y, con ese motivo, pretendemos visitar al presidente Fernández Mañueco; al nuevo consejero de Presidencia, Jesús Julio Carnero (a quien María Antonia se refiere desde la cercanía) y al director general de Acción Exterior, Fernando Rubio.
Además, y por si las cosas no eran ya de por sí extremadamente difíciles, las revueltas acaecidas en La Habana en julio de 2021 impidieron “recibir un cargamento de ayuda con medicamentos y alimentos. Nos enviaron al final una ayuda de unos 13.000 euros, que pudimos emplear en la adquisición de artículos de necesidad con la ayuda del embajador que nos tramitó una tarjeta bancaria. Una ayuda económica que se ha distribuido entre más de 300 personas muy necesitadas, pero cuya cuantía no alcanza para cubrir las necesidades básicas de tantas otras personas”, expresan los miembros de la Casa de Castilla y León en Cuba.
Pero, “créanme, hay que ver la cara de la gente cuando recibe la ayuda y los rostros de emoción incontenida”, subraya María Antonia Rabanillo, mientras el resto asiente con la cabeza de manera elocuente.