Dicen que el tiempo cura las heridas, pero estas heridas están todavía muy presentes. En carne viva y supurando dolor. La invasión de Ucrania por parte de la vecina Rusia cumple este 24 de febrero un año. 12 meses de bombardeos y ruina. 365 días de una sinrazón que se está prolongando mucho más de lo pensado por unos y por otros. Más de ocho millones de personas han huido del país atacado y otras cinco millones fueron desplazadas internamente. Las cifras de muertos ya se desconocen. Y la esperanza de una bandera blanca se diluye cada día que pasa y se escuchan las declaraciones de Vladímir Putin.
Es el mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial, España, Castilla y León, Valladolid…todos se volcaron en acoger a refugiados. Pero ¿qué pasa con ellos un año después? Su huida de un país en guerra, los desafíos para conseguir empleo, las barreras idiomáticas, la adaptación de sus hijos…y, sobre todo, el saber qué está ocurriendo en Ucrania ahora mismo. Castilla y León acoge a 244 menores ucranianos casi un año después de la guerra. Hoy, viernes, tendrá lugar a las 19.00 horas una concentración en la Plaza Zorrilla para recordar este año de horror.
[Castilla y León acoge a menores un año después de la guerra]
El Español Noticias de Castilla y León habla con ucranianos que abren su corazón y relatan en primera persona lo que están viviendo. Lo hacen desde la parroquia Ortodoxa en la iglesia de La Paz, en la calle Divina Pastora, junto al padre Elías.
Muchos ucranianos han regresado
“Ha pasado un año, parece mentira”, relata Vasyl Tsekh Krayilo, presidente de la Asociación de Ucranianos en Castilla y León y que lleva viviendo en Valladolid desde hace más de 20 años. Él vino en busca de trabajo hace ya mucho tiempo, sus compatriotas lo han tenido que hacer obligados por una guerra. Cuenta que tiene muchos amigos en su país que siguen luchando, incluso algunos que estaban en España han regresado para ayudar. “No podían dormir pensando lo que estaba ocurriendo allí y se han ido. Prefieren morir a no saber lo que estaba pasando”, relata con dureza.
Desde Ucrania no llegan buenas noticias. No hay esperanza de que termine pronto. Cada día se prolonga más la masacre. Pero Vasyl tiene claro que su pueblo no se va a rendir. “Todos estamos deseando que se termine, pero con victoria nuestra. Es nuestra tierra y hay que defenderla”. Sin embargo, tiene claro que es la Rusia de Putin la que tiene la llave para la paz. . “Si los ucranianos paran de luchar se termina Ucrania, si paran los rusos, se termina la guerra. Es una diferencia muy grande”, advierte.
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Vasyl recuerda que Rusia tiene muchos misiles porque tras la separación de la Unión Soviética se llevó todo el armamento, ahora además recibe ayuda de varios países, por eso hace un llamamiento para que Europa rearme a su país para poder luchar en igualdad de condiciones.
“Vives con miedo. Lo tienes al despertar, al acostarte, al salir a la calle. No sabes lo que te va a pasar”
Desde la distancia se vive con mucha dureza lo que ocurre en Ucrania. Aunque ellos vienen paz, son conscientes de lo mal que lo están pasando sus compatriotas. No hay día que no lo recuerden y derramen lágrimas. “La gente se va a dormir y no sabe si despertará”. Según relata, se hacen disparos y ataques por la noche para no poder escapar. Además, muchos ucranianos están siendo atrapados por los rusos y llevados a su país y “ya no sabes nada de ellos”. Tengo amigos de los que no he vuelto a saber nada. La palabra miedo es la que rige la vida de los ucranianos. “Vives con miedo. Lo tienes al despertar, al acostarte, al salir a la calle. No sabes lo que te va a pasar”, afirma.
Aunque la guerra sigue activa, él piensa en una posible postguerra y lo ve con mayor dureza. “Si la Segunda Guerra Mundial todavía produce dolor, imagínate esta que es mucho más terrible. Éramos dos países vecinos, con familias de mezcla de rusos y ucranianos, y han destrozado todo. Muchas familias han tenido que elegir un bando u otro”, lamenta. Por eso ruega que nadie se olvide de su país, aunque “es normal que después de un año la gente se olvide, pero no hay que hacerlo porque la guerra sigue. Y la postguerra será aún muy dura
Castilla y León abrió los brazos para acoger a muchas familias ucranianas. “Solo tenemos palabras de agradecimiento, se han volcado con nosotros. Creo que conozco a media Valladolid”, afirma Vasyl.
Anna: "Si vuelvo a Ucrania solo tengo dos paredes"
Anna Malymon es una ucraniana que llegó a España en marzo y a la ciudad del Pisuerga en junio. Aquí vive junto a sus hijos, y su marido que llegó unos meses más tarde. Tras pasar por el programa de ayudas del San Juan de Dios ahora tiene vivienda y trabaja en un hotel. Enormemente agradecida, reconoce con unos ojos preciosos y emocionados que “está muy complicado el volver a Ucrania”. “Nosotros allí teníamos trabajado, una empresa y una vivienda, ahora solo tenemos dos paredes. ¿Qué hacemos allí?”, se pregunta en caso de un posible cese de la guerra. Sus padres siguen en Cherkase, una ciudad totalmente destrozada y ocupada por los rusos. “Soy feliz en España” y lo será más en las próximas semanas ya que espera la llegada de sus tías, sobrinas y cuñadas.
"Hablo con mi marido por WhatsApp, cuando recibo un audio y de fondo suena una sirena de guerra es terrible"
Maryna: "Me gustaría volver pero la guerra no va a terminar pronto"
Maryna Pevtsova demuestra en cada palabra que dice sus ganas de aprender, de socializar y adaptarse a otra cultura. Llegó en marzo, pronto hará un año en Valladolid y ha formado parte del programa de ACEEM para ucranianos. Desde hace poco ya está en la segunda fase y vive en un piso con sus dos hijas, Zlata y Dasha Kuklych, dos rayos de luz y de esperanza. Van al colegio, tienen muchos amigos y ya hablan castellano. Pevtsova está realizando un curso de peluquería y espera pronto tener trabajo.
Lo más duro es que su marido y toda su familia se encuentran en Kiev, la capital. Habla cada día con él gracias a los mensajes de audio de WhatsApp. Aunque su corazón se estremece cuando de fondo suena una sirena de fondo y tiene que colgar. “Es terrible”, asegura con miedo. Esa sirena marca que es tiempo de guerra, de bombardeos.
[La triste Navidad de una familia ucraniana sin juguetes]
Le gustaría volver a su país porque tiene a toda su gente, pero sabe que es complicado. “Espero que sea rápido, pero no sé lo que pasará. Al principio pensamos que la guerra sería corta, pero nosotros no nos vamos a rendir”. El consuelo llega cuando comprueba que sus hijas se han adaptado muy bien a la ciudad. “Juegan mucho en el Campo Grande”, comenta. Un año ha dado para mucho, y sobre todo, la Navidad fue muy dura vivirla separada de su familia. Aunque lo que quiere dejar bien claro es que la gente de Valladolid “tiene un gran corazón. Gracias por todo”.
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