Durante las últimas semanas, Tenerife ha sido testigo de una situación bastante inusual: todos los accesos al Teide se cerraron al público tras una de las más imponentes nevadas de las últimas décadas. Aparte de las bellas estampas que nos dejó el gran pico nevado, el hecho no es anecdótico puesto que, con más de tres millones de visitantes anuales, el Parque Nacional del Teide es el más concurrido de Europa y el octavo en todo el mundo.
Lo que poca gente sabe es que existe otra manera, más inesperada y sorprendente, de conocer sus secretos: adentrarse en la extensa red de galerías subterráneas que las sucesivas erupciones han ido tejiendo bajo el gran volcán. Si no podemos acceder por arriba, desde EL ESPAÑOL hemos pensado… ¿Por qué no visitarlo por dentro?
La Cueva del Viento es un gran conjunto de tubos volcánicos que componen una intrincada red de más de 17 kilómetros que se extiende hasta en tres niveles diferentes bajo tierra. Es la cueva volcánica más grande de toda Europa y en el ranking mundial ocupa la quinta posición, tras las galerías subterráneas de Hawái.
Se conoce desde tiempos inmemoriales; de hecho se han encontrado restos funerarios de aborígenes guanches datados hace más de 2000 años. No obstante, su estudio geológico, biológico y ambiental es bastante reciente. La primera topología de las galerías se realizó en la década de los 70 y, por aquel entonces, tan solo se conocían seis kilómetros.
Cuarenta años después, aún se siguen explorando sus ramificaciones gracias a la labor del grupo de espeleología Benisahare, que sigue descubriendo extensiones y galerías aún sin topografiar.
¿Volcanes escondidos?
Alfredo Laínez, espeleólogo y guía en esta visita, ha dedicado gran parte de su vida al estudio, exploración y conservación de la cueva.
Un niño japonés, casi desde que nace, sabe lo que es un volcán, un terremoto o un tsunami. "Aquí vivimos rodeados de ellos y apenas sabemos nada", planteamos. Alfredo sonríe sarcástico y pregunta: "Después de casi 15 años viviendo en Canarias, ¿sabes cuántos volcanes hay en Tenerife?".
Algunos llaman a Tenerife la isla de los volcanes escondidos y esa denominación enerva a nuestro espeleólogo. "¿Escondidos? Pero, ¿cómo que escondidos?... ¡Hay más de trescientos volcanes a la vista en la isla!", exclama apasionadamente.
Si alguna vez visitan Tenerife, conducen a través del Parque Nacional de las Cañadas o se detienen en cualquiera de los miradores a lo largo de los Llanos de Ucanca, descubrirán docenas de carteles informativos: Montaña blanca, Montaña mostaza, Pico de los Roques Blancos, Montaña de Guajara. No son montañas, no son picos… son volcanes.
"Es como una especie de truco de magia en el que simplemente con cambiarles el nombre a estos volcanes, desparecen de la vista", afirma. "Si no los conocemos teniéndolos frente a nosotros, imagina cómo vamos a saber lo que esconden debajo".
¿Cómo se forma un tubo volcanico?
Hace 27.000 años, el volcán Pico Viejo, que se encuentra junto al Teide, entró en erupción y liberó ingentes cantidades de lavas basálticas, muy fluidas y a gran temperatura. En este tipo de coladas, la lava se desliza rápidamente y, al igual que en un río, forma grandes cauces por los que se desplaza a lo largo de la pendiente.
La temperatura ambiente enfría las partes superiores de ese cauce creando una costra externa, mientras que en su interior el calor se mantiene y la lava sigue corriendo.
En el caso de la Cueva del Viento, hubo varias fases separadas en el tiempo. Durante la primera etapa de erupciones, el Pico Viejo emitió una ingente cantidad de lava basáltica que conformó dos grandes canales interconectados, que hoy conocemos como la Galería de los Ingleses y la del Sobrado Inferior.
Posteriormente, y una vez solidificados los grandes tubos, el Pico Viejo volvió a liberar coladas encima de las galerías previas y formó el segundo nivel de la cueva. El tercer nivel de conductos se terminó formando encima de los dos anteriores creando así un conjunto geológico de intrincados ramales que se mezclan a diferentes alturas, que pertenecen a diferentes épocas y que ocupan gran parte del valle de Icod de los Vinos hasta desembocar, en algunas partes, en el mar.
Un ecosistema propio
Las particularidades de este complejo entramado de galerías han dado lugar a un ecosistema propio que cobija a más de 40 especies diferentes, algunas de las cuales, como la cucaracha ciega Loboptera subterranea y dos clases de escarabajos, Wolltinerfia martini y Wolltinerfia tenerifae, sólo existen en esta cueva.
La evolución se ha esforzado en estas galerías donde, bajo una oscuridad total, los invertebrados que la pueblan han tenido que adaptarse a las duras condiciones subterráneas.
Cuerpos blanquecinos, ausencia de ojos y alas, patas robustas para caminar sobre el malpaís del suelo basáltico… Sin luz, sin plantas y con los escasos nutrientes que obtienen de las raíces que cuelgan de los techos, la vida ha evolucionado hacia formas diminutas pero muy eficientes.
Pero, además, estas galerías subterráneas son una perfecta cápsula del tiempo en las que se han encontrado numerosos fósiles de animales ya extintos.
Durante estos últimos años de exploración y estudio los investigadores han encontrado restos de especies ya desaparecidas como el lagarto gigante canario Gallotia goliath, o la rata gigante Canariomys bravoi, de cuya existencia tan solo se tiene noticia en esta isla.
Una maravilla geológica en peligro
A pesar de que en 2014 el Plan de Ordenación de Recursos Naturales incluyó las galerías de la Cueva de los Vientos en la lista de espacios protegidos y áreas de interés ecológico, Alfredo Laínez explica que la protección es muy endeble.
Cientos de construcciones y campos de cultivos se han levantado sobre los túneles volcánicos; sus aguas residuales y compuestos químicos nocivos utilizados para la agricultura terminan filtrándose en el subsuelo y ponen en serio riesgo las especies que habitan la cueva y la propia integridad de la misma.
Una estructura volcánica de este tipo suele aguantar en pie unos 500.000 años. La cueva del viento apenas tiene 27.000, pero la acción del hombre, una descuidada legislación y una insuficiente protección podría estar poniendo en peligro esta maravilla geológica.