En la Río de Janeiro pre-olímpica, la emergencia del Zika ha pillado por sorpresa a todos. Mientras centenares de científicos trabajan, dentro y fuera del país, para encontrar soluciones a un virus que ya han contraído casi un millón y medio de brasileños, el gobierno de Dilma Roussef -que también pasa por su peor momento- trata de apaciguar los ánimos.
En favelas como Rocinha pueden verse carteles que dicen "Un mosquito no es más fuerte que un país entero", los autobuses están decorados con el decálogo de #ZikaZero, la campaña puesta en marcha por el gobierno. Aun así, los consejos para luchar contra el mosquito son tímidos e imprecisos -tapen los depósitos de agua, echen arena en el plato de las macetas- y el desarrollo de métodos fiables de detección o de la anhelada vacuna aún requerirán de varias semanas, meses o incluso años. Por ello, algunos investigadores están pensando en formas más creativas de hacer frente a la epidemia.
En la isla de Fundão, al noreste de la ciudad, Mário Alberto da Silva Neto revisa en un invernadero algunas plantas ornamentales. Puede parecer una actividad rara para un investigador especializado en la genética de los patógenos, pero este profesor del Instituto de Bioquímica Médica Leopoldo de Meis, perteneciente a la Universidad Federal de Río de Janeiro, cree que la clave no está en matar a los mosquitos sino en reeducarlos. "Queremos modificar su ADN para que no aprendan a chupar sangre", dice Silva Neto a EL ESPAÑOL.
El clima tropical de estas latitudes hace que en Río de Janeiro, el hormigón y la selva estén constantemente entremezclados. Los árboles suben por encima de los edificios y las flores se descuelgan en los callejones. Esta floresta ha impulsado en los últimos años la transmisión de enfermedades infecciosas en áreas urbanas pero, para estos investigadores, ahora puede pasar de ser un problema a parte de la solución.
Los mosquitos y las flores
En un mecanismo que probablemente se remonta a hace millones de años, el néctar y la savia que las plantas generan ayudan al mosquito Aedes aegypti -transmisor del virus Zika, el dengue o la fiebre amarilla- a establecer su sistema inmune en una fase temprana de su vida. Estos científicos, que fueron los primeros en darse cuenta de esta
relación, pensaron entonces que modificando la planta podían modificar la inmunología del mosquito. ¿Pero cómo hacerlo?
"Nos inspiramos en el trabajo de un español, Francisco Mújica, precursor del sistema CRISPR, y gracias a sus enseñanzas estamos intentando modificar el genoma de las plantas de dos maneras: primero, cómo interactúa con el mosquito para que éste aprenda a chupar sangre para, luego, poder desligar esa enseñanza del propio ADN del mosquito", indica el brasileño. Es decir, convertir a los insectos en inofensivos liberadores de néctar y no de sangre.
"El año pasado surgieron las primeras adaptaciones para mosquitos del sistema que Mújica creó, obviamente es más fácil con insectos y plantas que con humanos", dice el científico, para quien los trabajos de Mújica, prolongados por Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, "son el descubrimiento más importante desde la estructura del ADN".
Es un proyecto que en la naturaleza quizá no sería suficiente, pero en un entorno urbano puede ser determinante para reducir la población de mosquitos transmisores de arbovirus. "Aquí en Río hay muchas plantas, la idea es colocar algunas que bloqueen en el mosquito esa información", dice Silva Neto, "estamos usando plantas ornamentales, floridas, tiene que ser una planta que la gente quiera poner en su casa".
Enseñar a no chupar sangre
El proyecto ha recibido una financiación pública de unos 300.000 euros, lo que en un contexto de recortes a la investigación del país señala la importancia que tiene contener la epidemia de Zika en un año crucial para la imagen mundial de Brasil.
Silva Neto y sus compañeros se dieron cuenta de que unas proteínas quinasas, que ayudan a las plantas a sobrellevar la deshidratación cuando la temperatura aumenta, ayudan también al mosquito, prolongando su vida. "Se trata de desligar de la planta la producción de esas moléculas y del mosquito la recepción e interpretación de esa respuesta para que puedan vivir en la naturaleza sin chupar sangre y sin transmitir virus".
Pero cuidado, el revolucionario proyecto aún está en fase de laboratorio. En un sótano del Instituto de Bioquímica Médica, los doctorandos que ayudan a Silva Neto exponen a los mosquitos a una sustancia análoga a la que producirían estas plantas ornamentales transgénicas para ver si logra atraerlos. La sustancia está teñida de azul y en un lateral del bote en el que están encerrados los insectos puede leerse Smurf, el nombre bajo el que fueron bautizados originalmente los pitufos.
Por explicarlo de forma sencilla, si esta sustancia logra pitufar a los mosquitos, Silva Neto y sus compañeros tendrán un pitufante remedio para pitufar al Zika.
[Este reportaje ha sido realizado con ayuda del European Journalism Center, paralelamente a un proyecto sobre Tests de Diagnóstico Rápido galardonado con una beca Innovation in Development Reporting y que EL ESPAÑOL publicará a finales de abril]
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