Las cifras son apabullantes: 4.180 casos de microcefalia notificados en Brasil en 2015 y 2016. En 2014 habían sido 147. De ellos, 270 son casos ya confirmados, de los que 138 se han verificado en Pernambuco, el estado del nordeste brasileño más afectado por el Zika. El virus, casi inocuo para un adulto sano, es una amenaza para las embarazadas que ven peligrar la salud de sus bebés.
Todo empezó en octubre. Pernambuco presentaba índices de microcefalia en recién nacidos demasiado altos para los patrones habituales. Al año, los registros señalaban una decena de casos de media, pero de repente en un sólo mes se detectaron 58. En un sólo día, ingresaron 16 casos sospechosos en el Instituto Materno Infantil de Recife, capital del estado, y saltaron las alarmas.
"El día 19 de octubre me llamaron del Instituto. Uno de los médicos me dijo que nunca había visto tantos casos en tan poco tiempo y quería que fuera al hospital para saber mi opinión sobre el brote", cuenta Carlos Brito, médico y miembro del comité técnico del Ministerio de Sanidad de Brasil para el estudio de enfermedades infecciosas.
Uno de los médicos me dijo que nunca había visto tantos casos en tan poco tiempo
Brito reunió a las 16 madres y les hizo un cuestionario para averiguar qué tenían en común que pudiera justificar el número de microcefalias. "Cuando llegué me di cuenta de dos cosas importantes. Una, que ellas vivían en 14 ciudades distintas, lo que eliminaba las causas más comunes, como rubéola o toxoplasmosis. Era casi imposible que un brote de estos se pudiera transmitir a tan larga distancia. Y dos, que el 70% de las mujeres había tenido una enfermedad viral en el primer trimestre del embarazo, que coincidía con el cuadro clínico del Zika", explica a EL ESPAÑOL.
Todas aludían a las manchas rojas en el cuerpo, dolor en las articulaciones y fiebre ligera. Además, la mayoría había hecho pruebas para detectar las causas más comunes de microcefalia y todas habían dado negativo. El médico empezó entonces a plantearse la hipótesis de que el virus pudiera ser el detonante de las microcefalias. "No podía imaginar otra forma de transmisión, en distancias tan largas, que no fuera el mosquito. Y sabía que no podía ser el dengue, ni el chikunguña, que no atacan el sistema nervioso central", cuenta.
No podía ser el dengue, ni el chikunguña, que no atacan el sistema nervioso central
No fue fácil convencer a las autoridades brasileñas pero, ante el aumento de los casos de microcefalia con el mismo cuadro clínico, alertaron a la Organización Mundial de la Salud (OMS) del brote, a finales de octubre. Y pocas semanas después, el 11 de noviembre, se decretó el estado de emergencia sanitaria nacional en Brasil.
Se hicieron pruebas a los niños y las madres afectadas y las evidencias empezaron a surgir. "El 17 de noviembre un médico encontró el virus en el líquido amniótico de una embarazada cuyo bebé daba muestras de microcefalia en la ecografía. Y el 28 de ese mismo mes tuvimos la prueba definitiva, en la autopsia de un bebé que había muerto al poco tiempo de nacer. Las pruebas en el tejido cerebral del niño revelaron la presencia del virus", explica el médico.
Trescientos casos
Al mismo tiempo, en el Hospital Universitario Oswaldo Cruz, de Recife, Maria Ângela Rocha, pediatra y coordinadora de la unidad de infecciones congénitas, afirmaba no haber visto nunca nada igual. "Somos un hospital de referencia en estos casos y los neurólogos empezaron a enviarnos a los niños con microcefalia. En un año solemos ver diez casos. Esta vez ingresábamos tres o cuatro al día", cuenta a este periódico.
Trabajaron de cerca con Carlos Brito, aportando información y estudiando los casos que les iban llegando. "Investigamos junto con Sanidad para detectar otras posibles causas, pero todo apuntaba al Zika. Cuando se detectó el virus en el líquido amniótico de una paciente ya no tuvimos dudas", explica la pediatra.
La cifra de ingresados por microcefalia fue aumentando hasta los 300 que están siguiendo actualmente, algunos de los cuales aún esperan confirmación. El primer indicio de la malformación es un perímetro cefálico inferior a 32 cm. "Al inicio, las madres no saben qué les pasa a sus bebés, algunas se piensan que la cabecita crecerá con el tiempo y los médicos tenemos que explicar que no, que sus hijos tendrán limitaciones motoras y cognitivas, y que necesitarán acompañamiento médico para toda la vida".
Para la pediatra es un caso de salud pública con consecuencias muy severas en un futuro. "Hay toda una generación de bebés en riesgo. Tengo 44 años de experiencia, he visto casos de poliomielitis, cólera, dengue... pero nada como esto. Porque aquí el punto de partida es una lesión cerebral muy grave que condicionará la vida de estos niños desde que nacen, su inserción en la sociedad y sus posibilidades de llevar una vida medianamente normal".
Dependiendo del grado de afectación del cerebro, las necesidades de los niños serán unas u otras. "Hay casos ligeros, que permiten llevar una vida casi normal, y casos muy extremos que pueden llevar a la muerte. Pero el 80% de ellos tienen consecuencias muy incapacitantes. Necesitarán neurólogos, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas... si queremos recuperar algo de las capacidades de estos niños, la estimulación precoz es fundamental. Dependerán de una asistencia constante en los próximos años".
Pero este es un seguimiento para el que los servicios de salud brasileños no están preparados. "Es un problema emocional, de las familias, de la sociedad, pero económico también. Los servicios tienen que organizarse para atender a los niños durante toda su vida, y a las madres, que llegan asustadas, necesitando ayuda psicológica y formación, para que puedan ayudar a sus niños", señala la experta.
Eliminar el mosquito
El pasado 1 de febrero, la OMS clasificó el Zika como emergencia internacional, disparando el nivel de alerta en todo el mundo. Sin embargo, para los especialistas, no hay peligro para la mayor parte de la población. "En realidad, para una persona sana, que no esté embarazada, los riesgos son mínimos. La infección por el Zika suele provocar fiebre ligera, manchas rojas en el cuerpo, prurito y algo de dolor en las articulaciones, pero poco más", dice Rocha.
Para protegerse, recomiendan el uso de repelente y de ropa que cubra las extremidades. A la espera de una vacuna, que tardará años en desarrollarse, las autoridades han declarado la guerra al mosquito transmisor, pidiendo la colaboración ciudadana. "La única solución eficaz es acabar con el vector. Las personas deben evitar tener agua estancada en casa, tirar siempre la basura y usar repelente...", aconseja Brito. "Pero hay cosas que dependen de la mejora de las condiciones de vida de la población, que no siempre son fáciles –ni rápidas- de solucionar".