Si se confirman los datos que maneja la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el noreste de Brasil hay ahora mismo 2.527 niños con microcefalia. Ahora son bebés al cuidado de sus madres pero ¿qué pasará cuando crezcan con los distintos grados de discapacidad neurocognitiva que se asocian a este trastorno?
La directora general de la OMS, Margaret Chan, con el alarmismo más disparado que nunca, ha abordado este escenario tras anunciar este martes que lo que que hasta ahora se resistían a confirmar por falta de evidencia, el nexo entre la infección de embarazadas por el virus del Zika y la microcefalia en sus hijos, es ya un hecho científico.
La dirigente no ha podido confirmar qué porcentaje de gestantes infectadas por el patógeno tendrían niños con microcefalia. De hecho, es una cifra en la que no se ponen de acuerdo los estudios científicos.
Un trabajo con datos de la Polinesia Francesa publicado recientemente en The Lancet hablaba de un 1%, pero The New England Journal of Medicine se hizo eco de una revisión de embarazadas brasileñas infectadas por el Zika. El 29% de los fetos presentaba problemas de desarrollo, más allá de la microcefalia.
De hecho, éste fue uno de los mensajes clave transmitidos por Chan. El Zika no preocupa sólo por este trastorno neurológico, no se sabe qué más secuelas puede tener en los niños. Pero por si no quedaba claro lo preocupante de la situación, la máxima responsable de la OMS incidió en lo que esto suponía para la salud pública: "Necesitaremos instalaciones para atenderlos a largo plazo", declaró y pidió también financiación específica para este asunto.
Tono pesimista
Chan no ve ningún motivo de tranquilidad en el avance de los acontecimientos. "El Zika ha pasado de ser una enfermedad suave a tener graves implicaciones para la salud pública", explicó y añadió: "Cuanto más sabemos, peor pinta tiene".
Nada de tranquilizarse pensando que sólo las mujeres infectadas por el virus deben preocuparse. Cualquier persona es susceptible de sufrir el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno neurológico que, junto a otros problemas similares, podría afectar según sus datos al 1% de todos los infectados. "Sabemos que hay miles, por lo que habrá muchos más miles", enfatizó.
Sobre lo que sí dio cifras es sobre el número de casos de microcefalia ya confirmados en la zona más afectada por la epidemia, el noreste de Brasil. Allí de más de 6.000 bebés con sospecha de padecer microcefalia por medidas anormales del cráneo, se ha estudiado en profundidad a 2.212, de los que 863 tenían la enfermedad. Si el porcentaje se confirmara en el resto de casos que quedan por estudiar, habría ahora mismo 2.527 casos, un número que aumentaría con futuros nacimientos.
Desafíos científicos
La máxima dirigente de la OMS siguió desgranando un escenario casi apocalíptico. Entre sus frases: "Es una situación que evoluciona rápidamente", "La mitad de la población vive en zonas donde el mosquito transmisor del virus, Aedes aegypti, es endémico"y "Podemos llegar a muchos millones de afectados". Eso sí, añadió, "Es difícil hacer proyecciones".
Pero hay dos desafíos científicos que la OMS considera prioritarios: el control del vector, el mosquito, y el desarrollo de pruebas diagnósticas fiables aplicables a gran escala, así como de vacunas. "La inmunización es imperativa", explicó y añadió que aunque 14 empresas de cinco países están trabajando en el desarrollo de 23 prototipos y los ensayos clínicos podrían empezar a final de año, es fácil que se tarden años en tener el producto aprobado. "Es posible que el brote se haya acabado para cuando dispongamos de él", aclaró, por si alguien se atrevía a respirar un poco.
Con respecto a cómo controlar la transmisión del virus a través de su culpable Aedes Aegyptae, Chan mencionó sobre todo dos estrategia prometedoras, la modificación genética de los mosquitos y su control a través de bacterias.
En cuanto a las pruebas de diagnóstico, la dirigente de la OMS explicó que hay más de 30 compañías trabajando en test de diagnóstico, algo que "urge" desarrollar.
En definitiva, la OMS ha vuelto a pintar un panorama desolador, además de ampliar los grupos de riesgo y el tiempo que puede durar la crisis, al incluir en la fotografía el cuidado a largo plazo de los niños afectados.
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