Esta serpiente del Mioceno era verdinegra... y lo sabemos seguro
El descubrimiento es importante para poder determinar la función del color en la evolución de las especies, aunque es crucial la conservación del fósil.
1 abril, 2016 01:19Noticias relacionadas
Una serpiente española de hace 10 millones de años, oriunda de Libros (Teruel), es la protagonista de una historia con final feliz: gracias al estado de conservación de su piel sabemos con seguridad de qué color era cuando estaba viva.
Investigadores irlandeses, británicos y españoles publican un artículo en Current Biology en el que han detectado, en el fósil de dicha serpiente que se encuentra en la Fundación Conjunto Paleontológico de Dinópolis, restos de diferentes tipos de células de pigmento que crearon colores como el amarillo, el verde, el negro, el marrón e incluso iridiscencias mientras el animal estaba vivo.
Ciertos fósiles bien conservados muestran estructuras subcelulares que indican, más allá de toda duda, el tono de la piel de antiquísimos seres vivos. Este hallazgo de estructuras celulares de pigmentos ha sido posible por la conservación de los restos de la serpiente en fosfato de calcio, un mineral capaz de preservar los detalles de la materia fosilizada en un nivel subcelular. La clave está en la forma de las células fosilizadas.
"Cuando el fósil está mineralizado, el pigmento en sí se ha perdido; pero al estar replicada a nivel subcelular la estructura de la piel, se ha podido ver la estructura de las células que contenían pigmentos y se han comparado con células de serpientes actuales, que tienen una forma típica", explica Luis Alcalá, director del Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis y coautor de este artículo, que añade: "La forma de la célula nos conduce al color del pigmento que había en su interior, ya que la estructura conservada está asociada al pigmento".
De este modo, al conocer la estructura de las células y compararla con un animal actual, puede saberse qué color corresponde a cada estructura. En concreto, la piel de serpiente fósil tenía tres tipos de células de pigmento -o cromatóforos- combinadas de varias maneras: melanóforos, que contienen melanina; xantóforos, que contienen carotenoides y pigmentos de uterina; y por último iridóforos, que crean iridiscencia.
Hasta ahora, sólo se podía saber el color de un animal si su fósil conservaba restos de melanina en tejidos blandos fosilizados. Hallar restos de otro tipo de pigmentos era altamente improbable.
Pero en el caso de la serpiente turolense, al estar su piel fosilizada en fosfato de calcio, los restos están excepcionalmente bien conservados y se ha podido estudiar su estructura celular gracias a un examen mediante un potente microscopio electrónico. "Los cristales de fosfato de calcio son extremadamente pequeños, de alrededor de 25 nanómetros, y pueden preservar detalles muy finos de tejidos animales", comenta a EL ESPAÑOL Maria McNamara, investigadora de la University College Cork, en Irlanda, y primera firmante del artículo.
Alcalá explica que la clave de este hallazgo ha sido, precisamente, la preservación de la serpiente en un mineral tan fino: "Esta mineralización del fósil reproduce con total fidelidad lo que hubo en su momento en la piel", afirma, y añade: "En una mineralización en otro compuesto más grosero pierdes toda la estructura, mientras que la fosilización en fosfato de calcio replica fielmente la estructura de una célula; para entendernos, la diferencia en cuanto al detalle sería como pintar un mismo cuadro con una brocha gorda en lugar de con un pincel finísimo", explica este experto.
Una nueva vía
Según el científico español, este método abre una nueva vía de investigación. "El trabajo demuestra que habría que volver a mirar algunos fósiles que, hasta la fecha, no arrojaban ninguna pista sobre el tono original de la piel de los animales correspondientes", comenta. "Ahora, a lo mejor, sí se puede descifrar su color utilizando este método".
Eso sí, esta posibilidad requiere una condición: que el fósil provenga de ambientes que hayan permitido una mineralización tan delicada como la de la serpiente. De hecho, el yacimiento de donde proviene es "excepcional", recuerda Alcalá. "No vale cualquier tipo de fósil", afirma.
Conocer el color real del animal en cuestión es importante para avanzar en el estudio de su evolución y la función del color en la misma. "Podemos aprender sobre el comportamiento y fisiología de los animales antiguos", afirma a este diario McNamara. "Los animales usan el color para la comunicación visual, pero el color también juega un papel importante en la homeostasis", es decir, en la capacidad de autorregulación de un organismo para mantenerse estable internamente a pesar de posibles cambios externos.
Borrón y cuenta nueva
Hallar el color real de un antiguo ser vivo, aparte de ser una información importante para estudiar su comportamiento y evolución, facilita la vida a los paleoilustradores. Uno de los más prestigiosos de España, Mauricio Antón, explica a EL ESPAÑOL que "sin esta información, los razonamientos que se usan para fundamentar las reconstrucciones son de dos tipos: funcional o filogenético".
En cuanto al primer razonamiento, el funcional, Antón explica que los ilustradores pueden atribuir a los animales "unos patrones de coloración que les pudieron haber servido para camuflarse o bien para comunicarse con miembros de su misma especie". "Este tipo de información se obtiene, sobre todo, por comparación con animales actuales que tengan una estructura comparable", añade, y explica: "Si se halla un esqueleto de un carnívoro cuya estructura nos indica que es un buen trepador y que, por lo tanto, seguramente vivía en zonas boscosas, podemos suponer que le sería útil tener una coloración críptica, de camuflaje".
El otro razonamiento, el filogenético, se basa en la descendencia. "Si imaginamos a un carnívoro que pertenece al grupo de los felinos actuales, sabemos que dentro de ese grupo hay una serie de patrones de coloración común a todos ellos", comenta. "Lo importante en este caso sería saber si el fósil pertenece a un animal lo suficientemente cercano emparentado como para atribuirle los mismos patrones de color".
Antón reconoce que el descubrimiento de nuevas características de un animal fosilizado supone para el paleoilustrador "una pequeña cura de humildad, que obliga a corregir esfuerzos previos para reconstruir de forma más fiel la realidad tras obtener información más concreta". Según él, los animales más complejos a los que se ha enfrentado son los dinosaurios terópodos carnívoros. "El ejemplo más claro el es velociraptor", comenta, "que en los años 80 y 90 se solía reconstruir con una piel escamosa como los varaos o incluso lisa, en tonos pardos; ahora sabemos que estos animales tenían plumas, más semejantes a las rémiges o plumas de vuelo en los brazos y la cola...".
En cuanto al color, el experto comenta un caso bien conocido: el del mamut. "Hace ya bastante tiempo, y durante años, se reconstruían los mamuts en un color casi anaranjado, y la razón era el aspecto de los ejemplares excepcionalmente bien conservados en el permafrost del Ártico porque se pensaba que era su color original", recuerda. "Pero hace bastantes años se concluyó que ese color era el resultado de una despigmentación o deterioro de los pigmentos del pelo, que originariamente era mucho más oscuro". Por tanto, hubo que repintar aquellos mamuts rubios y ponerles un color más cercano al del buey almizclero: pardo muy oscuro, casi negro.