Si usted cree haber leído antes estas líneas... Bien, es posible que realmente lo haya hecho. Pero si el historial de su navegador se empeña en demostrarle lo contrario, entonces es probable que esté experimentando un déjà vu; o “ya visto”, en francés.
Muchos conocen esta extraña sensación como “el día de la marmota”, por obra y gracia de un Bill Murray que se levantaba una mañana tras otra encerrado en un eterno rebobinado cronológico. Sin embargo, el de Atrapado en el tiempo era un caso de verdadero bucle temporal. Lo cual, obviamente, no es posible en la realidad... salvo quizá para algunos fans muy entregados de otra saga de cine, Matrix, en la que el déjà vu era un error de código en el universo virtual. Por todo ello, es adecuado que el físico Michio Kaku vinculara el déjà vu con la teoría de los universos paralelos, aunque sin la pretensión de que éstos explicaran aquél.
El déjà vu debutó a finales del siglo XIX de la pluma de Émile Boirac, filósofo francés y promotor del esperanto como lengua universal. En 1876, Boirac enviaba una carta a la revista Revue philosophique de la France et de l’étranger a propósito de una nota publicada anteriormente sobre un lector que decía recordar hechos como si fueran de una vida anterior. Boirac escribía: “Me ha ocurrido, viendo por primera vez un monumento, un paisaje, una persona, llevarme esta impresión, de repente y a pesar de mí mismo: J’ai déjà vu ce que je vois [ya he visto lo que estoy viendo]”. Parece claro que Boirac no trataba realmente de acuñar un término, sino que simplemente describió el fenómeno con sus palabras y en su lengua.
Entre la psicología y la parapsicología
Boirac proponía como explicación que aquella sensación de reconocimiento podía deberse a “la presencia en una percepción actual de residuos de percepciones anteriores de la misma especie”. Al fusionarse esos restos del pasado con la percepción actual, sugería Boirac, aparecía esa impresión de familiaridad. Por desgracia, ahí terminó su aportación: el filósofo desvió su interés y su obra al estudio de los presuntos poderes parapsicológicos, en la creencia de que se trataba de fenómenos reales a los que la ciencia encontraría explicación.
No era extraño en aquella época relacionar las experiencias mentales anómalas con la clarividencia y otras capacidades paranormales. La relación entre mente y cerebro aún era confusa, lo que impedía apreciar a qué lado de la frontera entre lo natural y lo sobrenatural se situaban fenómenos como la hipnosis, la telequinesis o la metempsícosis (transmigración de las almas). La novela gótica encontró un filón en este terreno. El neurocientífico inglés John Hughlings Jackson describió lo que llamaba “dreamy state”, una alteración de la conciencia en la que podían aparecer sensaciones de familiaridad. Su parangón en la ficción fue Otra vuelta de tuerca (1898), en la que Henry James retrataba a una institutriz que sufría estados oníricos en los que se mezclaban fantasmas y experiencias de déjà vu.
Tendrían que pasar dos decenios desde la carta de Boirac para que el déjà vu empezara a tratarse oficialmente como un fenómeno médico con su nombre y sus síntomas. Fue gracias al psiquiatra francés Francois-Léon Arnaud, que en 1896 presentó a la Sociedad Médico-Psicológica el caso del paciente Louis, un oficial del ejército de 34 años que había servido en Tonkín (parte del actual Vietnam), de donde había regresado enfermo. Louis padecía lo que el psiquiatra definió como una “ilusión de déjà vu”, con la intención explícita de que en adelante se empleara esta denominación en lugar de otras como “paramnesia” o “falsa memoria”.
Con ocasión del 120º aniversario del estudio de Arnaud, un grupo de investigadores franceses ha publicado ahora en la revista Cortex la primera traducción al inglés del trabajo del psiquiatra, añadiendo un análisis sobre el trastorno de Louis a la luz del conocimiento actual, y repasando la historia de un término que comenzó a popularizarse a raíz de aquel caso.
Louis era un hombre con “una sensación relativamente permanente de que todo en su vida lo había experimentado antes”, escriben los investigadores. Antes de ingresar en la Casa de Salud de Vanves, donde trabajaba Arnaud, Louis comenzó a sorprender a sus allegados cuando aseguraba haber leído ya los artículos que se publicaban en los periódicos; es más, afirmaba haber escrito algunos de ellos. En la boda de su hermano, dijo no entender por qué se casaba otra vez, cuando ya lo había hecho exactamente del mismo modo el año anterior.
Louis ingresó voluntariamente en Vanves. Y naturalmente, para él no era la primera vez: “Reconocía sucesivamente todo lo que veía: el patio, la sala con el sofá y las cortinas, los jardines en todo su detalle; las personas que le daban la bienvenida hacían los mismos gestos y decían las mismas cosas, y él daba las mismas respuestas”, escribía Arnaud. “Decía que fue el año pasado a la misma hora cuando vino al Instituto y que, como el año pasado, quería marcharse”. Cuando Arnaud se presentó a Louis, éste le dijo que ya podía dejar de fingir que no le conocía.
Dos vidas paralelas
Según Arnaud, Louis sostenía la convicción, inmune a todo sentido de la realidad, de que en sus primeros seis meses de estancia en Vanves no había ni dos minutos diferentes a lo que él llamaba su “primera estancia”. “Puesto en las mismas circunstancias, hago otra vez las mismas cosas, buenas o malas”, escribía en una carta a su hermano. “Estoy viviendo dos vidas paralelas”. Debido a que siempre creía haber leído las noticias del día un año antes, pensaba que la fecha real era un año posterior a la que aparecía en los diarios. En este sentido su razonamiento, escribía Arnaud, era “siempre lógico, lógico hasta el punto del absurdo”.
Por raro que parezca, el caso de Louis no ha sido ni mucho menos único. Se han descrito pacientes que fabrican pretextos estrambóticos para explicar que todo ya ha ocurrido antes. Un hombre que también afirmaba conocer las noticias del día antes de leerlas le contaba a su mujer que se había despertado en mitad de la noche para salir a la calle y leer el periódico cuando el transportista lo descargaba de la furgoneta para entregarlo en el quiosco.
Un caso reciente fue descrito en la revista Journal of Medical Case Reports por la neurocientífica de la Universidad de Sheffield Hallam (Reino Unido) Christine Wells y sus colaboradores. Un hombre de 23 años decidió buscar tratamiento después de tres años sufriendo extraños síntomas. Fue con ocasión de su ingreso en la Universidad cuando comenzó a padecer frecuentes episodios de déjà vu. La cosa fue empeorando, hasta que empezó a sentirse atrapado en el tiempo, como el personaje de Bill Murray: para él todo se repetía, hasta tal punto que llegó a sentir como si los periódicos o la televisión estuvieran publicando las noticias extraídas de su memoria. Cuando se publicó el caso, su Día de la Marmota duraba ya ocho años.
Sin embargo, hay diferencias importantes entre este caso y el de Louis. Los pacientes con déjà vu crónico suelen presentar daños neurológicos; los síntomas de Louis sugerían que alguna enfermedad contraída en Tonkín, como una malaria cerebral, podría haber afectado a su sistema nervioso. A menudo se trata de personas ancianas con problemas de demencia. Por el contrario, el caso de Wells era “un hombre joven que no tenía diagnóstico neurológico”, explica la neurocientífica a EL ESPAÑOL.
Aún más, el paciente de Wells sabía que sus presuntos recuerdos eran falsos, a diferencia de Louis. Ya en su día, Arnaud acertó a establecer una diferencia que todavía hoy es válida: el déjà vu en personas sanas se experimenta como algo infrecuente y transitorio, con la conciencia de que esa sensación de haberlo visto o vivido antes es ilusoria. El déjà vu se considera patológico cuando existe el convencimiento de que realmente todo ha ocurrido antes.
Si sabes que es falso, estás sano
Por este motivo, hoy los expertos tienden a clasificar casos como el de Louis en algo que no se denomina déjà vu, reservando este término para el fenómeno que experimentan el 80% de las personas sanas. En otras palabras: si uno es consciente de que está sufriendo un déjà vu, es que no está enfermo. “Es la conciencia de que la aparente familiaridad es incorrecta lo que define el déjà vu, así que quienes no son conscientes no experimentan lo que llamamos déjà vu; un término utilizado es confabulación recolectiva”, puntualiza Wells. Esta denominación es descriptiva: los pacientes recolectan sus presuntos recuerdos de vivencias repetidas y con ellos confabulan, construyen una versión alternativa de la realidad.
La experta aclara que se ha podido concretar la localización de ambos fenómenos en regiones diferentes del cerebro: lóbulo temporal medial en el déjà vu, lóbulo frontal en la confabulación recolectiva. Curiosamente, algunos pacientes que sufren epilepsia del lóbulo temporal (ELT) suelen reportar experiencias de déjà vu antes de una crisis, lo que ha llevado a los científicos a intuir que este síntoma puede producirse en los enfermos de ELT por el mismo mecanismo que el déjà vu normal en las personas sanas. Dicho de otro modo, los episodios en individuos sin ningún trastorno podrían interpretarse como algo parecido a microataques.
No obstante, no todos los expertos están de acuerdo en esto. Un estudio publicado el pasado año por investigadores de la Universidad Magna Graecia de Catanzaro (Italia) aplicó técnicas avanzadas de neuroimagen para estudiar el cerebro de pacientes de ELT con o sin déjà vu, y de sujetos sanos con déjà vu. Los resultados de este primer análisis comparativo, publicados en Cortex, revelan que “el déjà vu tiene orígenes bastante opuestos en ambos grupos, sujetos con epilepsia y controles sanos: en los primeros las anomalías tienen lugar en el córtex visual y el hipocampo, áreas dedicadas al reconocimiento visual y la memoria a largo plazo, mientras que el área implicada en los sujetos sanos es la ínsula, vinculada a la sensibilidad y las emociones”, expone a EL ESPAÑOL el codirector del estudio, Angelo Labate.
Labate señala que aún harán falta estudios funcionales para interpretar correctamente el significado de estas diferencias. Su equipo está desarrollando un ensayo de neuroimagen funcional para investigar cómo operan los circuitos cerebrales mientras los sujetos realizan un test. Uno de los problemas para entender los mecanismos neurales del déjà vu, apunta Wells, es “su naturaleza impredecible y esporádica, por lo que es difícil de observar”. Hoy los científicos buscan maneras de simularlo en el laboratorio.
Con todo ello, Labate confía en que “nos estamos acercando” a la resolución del misterio. Tal vez finalmente lleguemos a saber si, como sugería Arnaud, la explicación del fenómeno es la creación simultánea de una percepción y un recuerdo, lo nuevo y lo familiar, que el cerebro separa por error en dos momentos temporales distintos. Sería todo un déjà vu científico descubrir que la explicación correcta ya se dio hace 120 años.