Desde que comenzó la invasión de Ucrania por parte de Rusia, la incertidumbre sobre el estado de la seguridad nuclear en Europa se ha disparado. En primer lugar, por las frecuentes amenazas de Vladímir Putin a occidente con la guerra nuclear y, en segundo lugar, porque las centrales nucleares han sido el escenario de ciertas operaciones militares. En este sentido, este miércoles se ha producido una alerta en la central nuclear más famosa del mundo: la de Chernóbil.
La explosión de uno de los cuatro reactores de esta planta tuvo lugar el 26 de abril de 1986 y se convirtió en el peor accidente nuclear de la Historia. Ahora, el reactor que protagonizó el desastre —el número 4— se encuentra cubierto por un sarcófago de 30.000 toneladas que fue financiado por la Unión Europea para evitar la filtración de la radiación. Los otros tres reactores fueron cesando su actividad en la década de 1990 y el último de ellos cesó su actividad en el año 2000.
La planta nuclear de Chernóbil se encuentra bajo el dominio ruso desde el pasado 24 de febrero, día en el que se inició la invasión a Ucrania. Este miércoles, la compañía nacional ucraniana de energía Ukrenergo informó sobre que la planta se había quedado sin electricidad y ha pedido un alto al fuego para restablecer la conexión lo antes posible. Este acontecimiento —provocado por la acción militar— ha llevado al gobierno del país a advertir sobre el peligro de una posible fuga radiactiva. La electricidad permite refrigerar el combustible nuclear gastado —el que ya ha sido irradiado en un reactor y, aunque no sostiene reacción nuclear, es altamente radiactivo— en los tres reactores no accidentados.
Calor residual
Por esta razón, la compañía nuclear estatal Energoatom advirtió que, si la temperatura de este combustible gastado asciende, podría producirse una liberación de sustancias radiactivas. Sin embargo, a las pocas horas de este anuncio, el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA o IAEA, por sus siglas en inglés) anunciaba en su cuenta de Twitter que "no observaba un impacto crítico sobre la seguridad". Los combustibles nucleares gastados se almacenan en piscinas refrigeradas conectadas a la corriente eléctrica, pero, si esta falla, cuentan con una fuente alternativa de emergencia: generadores diésel de energía.
En el caso de Chernóbil, los generadores pueden proveer energía durante 48 horas, pero ¿qué pasa si en ese tiempo no se restablece la corriente? Al no contar con una refrigeración eléctrica, se espera que la temperatura de la piscina y del combustible gastado ascienda y, de hecho, que parte del agua de la piscina se evapore. En otras centrales nucleares esto puede provocar un problema grave de seguridad, pero recordemos que el último reactor de Chernóbil cesó su actividad hace ya 22 años. Por tanto, se espera que el calor residual de estos combustibles nucleares gastados sea bajo.
Así lo confirma la OIEA en su página web, "dado el tiempo transcurrido desde el accidente de Chernóbil de 1986, la carga térmica de la piscina de almacenamiento del combustible gastado y el volumen de agua de refrigeración que contiene la piscina son suficientes para mantener una extracción eficaz del calor sin necesidad de suministro eléctrico". De todas formas, este organismo sostiene que este episodio es un ejemplo claro de los desastres que pueden tener lugar en una central nuclear si se producen acciones militares cerca.
Guerra psicológica
De hecho, Chernóbil se está preparando para almacenar estos combustibles gastados en contenedores que no reciben alimentación eléctrica, tal y como ha explicado en su perfil de Twitter el operador de reactor y supervisor por el Consejo de Seguridad Nuclear, Alfredo García Fernández. Además, el experto explica que, después del accidente nuclear en la planta de Fukushima (Japón) del año 2011, la planta ucraniana llevó a cabo pruebas de estrés en el 2012 que demostraron que "ante la pérdida de refrigeración la piscina no sobrepasaría los 70ºC. El combustible está diseñado para funcionar a más de 300ºC, así que no se vería afectada su integridad".
Aunque la fuga de sustancias radiactivas en Chernóbil es poco probable, es importante que las operaciones militares se mantengan alejadas de las centrales nucleares. En el caso de esta central, se debe garantizar el mantenimiento de la estructura del sarcófago que cubre el reactor número 4 que estalló en 1986. En otras centrales nucleares del país que producen energía, como la de Zaporiyia, un corte en el suministro de luz puede tener consecuencias más graves.
El físico Manuel Lozano Leyva, catedrático de Física Atómica y Nuclear de la Universidad de Sevilla, explica a EL ESPAÑOL que las acciones militares de Rusia sobre las plantas nucleares están destinadas a provocar miedo en la sociedad occidental. "En realidad, si hubiera un atentado nuclear, son ellos los que estarían más afectados. Al igual que las borrascas se mueven de oeste a este, la hipotética nube radiactiva entraría en su territorio". Por esta razón, opina que el primer interesado en que no haya una fuga es Putin.
En realidad, Lozano considera que la motivación del mandatario ruso es generar miedo a la energía nuclear y, de esta manera, mantener la dependencia de occidente al gas de su país. "Probablemente veamos nuevos ataques a centrales nucleares en zonas alejadas de los reactores, donde no existen riesgos graves. Alcanzar uno de estos reactores requiere un ataque extremadamente intenso de misiles porque están muy protegidos. Estas acciones tienen más que ver con la guerra psicológica", asegura Lozano. El físico apunta a que el desastre de Chernóbil de 1986 se produjo por una incompetencia y sostiene que a día de hoy las plantas son seguras.