El psiquiatra enmascarado que logró que ser homosexual dejara de ser "una enfermedad"
El discurso de John Fryer hace 50 años impulsó la eliminación de la homosexualidad de los manuales de diagnóstico de Psiquiatría.
6 mayo, 2022 03:11Noticias relacionadas
"Soy homosexual. Soy psiquiatra. Si no dejamos de considerar la homosexualidad como una enfermedad, estamos perdiendo nuestra honestidad y esa es una pérdida que lleva aquellos a nuestro alrededor a perder un poco de su humanidad también". Con estas palabras, el 'doctor H. Anónimo' plantó el germen que cambiaría la historia de la Psiquiatría y de la homosexualidad.
Hay que remontarse al Estados Unidos de 1972, concretamente a la convención de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) celebrada en Dallas el 2 de mayo de ese mismo año, hace 50 años. Allí se daban cita los nombres más reputados de esta rama médica y, de repente, un señor disfrazado con una careta de Nixon y peluca irrumpía para leer un discurso plagado de humanidad; tanta, que consiguió que tras ello se reuniera una comitiva para debatir el asunto. Pero, ¿quién era el psiquiatra enmascarado?
Debajo de la careta, quien se encontraba era John Ercel Fryer, un hombre de 34 años nacido en Kentucky y que vivía su homosexualidad con el miedo característico de la época.
Su historia era la de muchos en su misma situación. Una persona brillante en la escuela que, a los 19 años, cumplió su sueño y logró entrar en la facultad de medicina. Sin embargo, su carrera no fue todo lo buena que debía haber sido, ya que cuando se enteraban de que era gay, le despedían.
Ocho años antes de que se atreviera a dar ese discurso, había perdido su plaza como residente de la Universidad de Pensilvania. Durante una cena, se atrevió a contarle a un amigo que era gay. El secreto corrió como la pólvora y, al día siguiente, el director de su departamento le instó a irse de la facultad.
Fingir ser otro
Como él mismo narró en una entrevista para This American Life, después de eso trabajó haciendo tareas menores en un hospital psiquiátrico del estado, el único sitio que le aceptó tras el rumor. Tras ello, decidió guardar su secreto para siempre. "Si decías que eras gay, no tenías ningún poder y yo quería tenerlo, así que fingí ser un médico aparentemente heterosexual", confesó.
La consideración de la homosexualidad como enfermedad era un reflejo de la sociedad de la época. Según describe el libro Historia de la psiquiatría de durante años, los gais, animados por las falsas promesas de los psiquiatras sobre ayudarles a sentirse mejor, buscaron ayuda profesional, pero terminaron por sentirse todavía más indignos y rechazados.
La obra describe las terapias a las que todavía eran sometidos como parte de esa conversión: hipnosis, terapia confrontacional e, incluso, aplicación de descargas eléctricas (en ocasiones, directamente en los genitales).
No era de extrañar entonces que, a comienzos de los 70, con medio país luchando por la paz y los derechos civiles, la homosexualidad fuera el otro bastión que reclamar. Así es como se formó la 'APA Gay', una organización clandestina que empezó a usar la subversión: cadenas humanas frente a congresos de Psiquiatría, sabotajes de eventos y un sinfín de estrategias.
Sin embargo, nada funcionaba para lograr sus objetivos, así que la activista Barbara Gittings tuvo una idea: en lugar de la fuerza contra los psiquiatras, podrían usar a uno de los suyos y, aunque como el propio Fryer confesó, en un primer momento no quiso saber nada del asunto, finalmente aceptó. Sólo puso la condición de no revelar su identidad. "Sentí una gran libertad, una sensación de libertad inmensa", recordaba en la entrevista.
Influenció a Robert Spitzer
No obstante, en ese momento, no dijo nada de lo que había hecho. Se fue al hotel, se quitó el disfraz y regresó a Germantown (Filadelfia), donde vivía junto a sus perros. Según Ain Gordon, un dramaturgo que estrenó en 2018 una obra de teatro basada en la vida de Fryer, 217 Boxes, no fue hasta 1985 cuando empezó a correr la voz de que era él.
El psiquiatra enmascarado quedaba así como un héroe anónimo, el cual había logrado impresionar a una persona vital en este asunto, Robert Spitzer, el psiquiatra que lograría eliminar el diagnóstico 302.0 (la homosexualidad) del Manual Diagnóstico de los trastornos mentales (DSM).
La fuerza de los activistas y las palabras de Fryer habían hecho mella en la APA. Por eso, encargaron a Spitzer que hiciera un estudio para determinar si la orientación sexual tenía algo que ver con las enfermedades psiquiátricas.
Así pues, justo un año después del discurso de Fryer, el 9 de mayo de 1973, Spitzer organizó un comité en Honolulú para trabajar en la cuestión. "Un funcionario de alto rango de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría instó hoy a la organización a dejar de etiquetar la homosexualidad como una enfermedad mental", reza el primer párrafo del artículo de The New York Times sobre este hito.
En el comité, tal como refleja dicho artículo, hubo todo tipo de opiniones. La historia, ya saben como terminó. El 15 de diciembre de 1973, la APA rectificaba una posición que había mantenido durante casi un siglo y determinaba que la homosexualidad no era un trastorno mental.
"Vincular la homosexualidad con la enfermedad mental ha obligado a muchas mujeres y hombres homosexuales a pensar en sí mismos como monstruos", admitía la institución, que, además, pedía la "derogación de toda legislación que tipifique como delito los actos sexuales realizados por adultos con consentimiento en privado".
Los derechos humanos habían ganado una victoria muy importante, pero su guerrero enmascarado, sin su disfraz, se había convertido en un hombre normal que debía de lidiar con los problemas de una sociedad que todavía estaba atrasada.
Sueños sin cumplir
El mismo año de la eliminación de la homosexualidad como enfermedad, Fryer era despedido del Hospital Friends. "Si fueras gay y no fueras extravagante, te quedarías. Si fueras extravagante y no fueras gay, te quedarías. Pero como eres gay y extravagante, no puedes quedarte", le dijeron.
Su suerte cambió en la Universidad de Temple, institución en la que estuvo durante más de 30 años. Allí se especializó en estudios psiquiátricos sobre la muerte y el duelo y, según narró Gordon en una entrevista para The Daily Beast, en los últimos años de su vida su deseo era "venderlo todo e irse a Australia a trabajar con poblaciones pobres con SIDA".
No pudo ser. Falleció a los 65 años, en Pensilvania, el 21 de febrero de 2003 a causa de una hemorragia gastrointestinal. Dos años antes, en la mencionada entrevista de This American Life, reconoció a todo el mundo ser el hombre enmascarado.
Su legado queda en su gran contribución a la causa LGTBI, algo que la propia APA reconoce a través de un premio que lleva su nombre. En palabras de Saul Levin, el director ejecutivo de la APA: "Estoy agradecido por todo lo que hizo para lograr la libertad y la igualdad para la comunidad LGBTQ. A medida que continuamos como país y como asociación buscando la justicia y la equidad, trato de honrar su legado en mis palabras y hechos y el trabajo que hacemos en la APA, y con orgullo me hago eco de las palabras que pronunció en su 1972 protesta: "Soy psiquiatra y soy homosexual".