Así resuelve la Policía Científica un crimen con una gota de sangre: en la guarida del CSI madrileño
EL ESPAÑOL se adentra en el cuartel general con uno los cuerpos más especializados de la Policía de nuestro país.
9 marzo, 2024 02:37Entre las dependencias de la Dirección General de la Policía de Madrid, en Moratalaz, se esconde el edificio que alberga uno de los cuerpos más especializados de la organización: la Policía Científica. A muchos les sonará su nombre por CSI. No en vano, se convirtió en 2006 en la serie más vista del mundo. Sin embargo, como reconocen estos profesionales, la realidad poco tiene que ver con la ficción. Atrapar al malo no es una tarea ni tan rápida ni tan sencilla como quiso hacer ver Grissom. Para comprobarlo, este cuerpo abre las puertas de su guarida a EL ESPAÑOL.
José Antonio Rodríguez es el comisario principal, jefe de la Brigada Provincial de la Policía Científica de Madrid. Antes, dirigía la Unidad de Drogas y Crimen Organizado de la Brigada Provincial de la Policía Judicial. Lleva 40 años en el cuerpo. Se dice pronto. Está considerado uno de los mayores expertos a nivel internacional en investigación de tráfico de drogas y crimen organizado. Ahora, tiene el cometido de coordinar todo lo que sucede en las tres plantas de este edificio de Moratalaz. Es una tarea fundamental. Si hay algo que requiere este cuerpo es "un buen trabajo en equipo".
De su mano, vamos pasando por las distintas dependencias de la Brigada. Por fuera es un edificio marrón, a juego con el resto del complejo. Además de la Policía Científica, se encuentran la comisaría de Moratalaz, los TEDAX, el subgrupo de suelo y las unidades de intervención, más conocidas como los antidisturbios.
Por dentro, es una edificación bastante austera, pintada toda de blanco y, dicho sea de paso, bastante luminosa. Aunque algunos no verán mucho sol. Y no, no hablamos de los delincuentes. La Policía Científica trabaja día y noche.
Madrid es una ciudad que nunca duerme. El crimen tampoco. Según el último Índice de Criminalidad elaborado por el Ministerio del Interior, cada cinco minutos se comete un hurto en la Comunidad. Cada hora, se produce un robo en un domicilio. Cada día, se suceden seis delitos sexuales. Nunca se sabe cuándo sonará el teléfono para decir: "Científica, os requieren". "Menos informes, de noche hacemos de todo", confiesa el comisario.
"Lo primero que hacemos son las inspecciones oculares", explica a este diario el responsable de Delitos Violentos (Devi). "Aquí empieza todo", prosigue. Delincuencia organizada, lesiones, homicidios, agresiones sexuales, incendios, etc. Cada día les toca intervenir, muy a su pesar, en crímenes muy diversos. ¿Dónde estaban colocados asesino y víctima? ¿Cuál pudo ser el arma del crimen? ¿Está el testigo diciendo la verdad? Su trabajo es encontrar respuestas a todas estas preguntas.
Metafóricamente, se encargan de hacer visible lo invisible. Cuando servidora espeta esta frase, la sala se ríe. "Así se llama el libro que acaba de escribir un compañero", dicen. Titulado Invisible a los ojos, recoge de forma ficcionada cómo es el trabajo en la Científica.
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Uno de sus párrafos resume a la perfección lo que allí nos cuentan. Va en relación a la aparición de una mujer asesinada en su domicilio. "Generalmente, para este tipo de sucesos necesitamos una gran cantidad de material. Recogemos muestras de sangre, hacemos frotis con torundas para coger todo tipo de vestigios biológicos que pueda haber en el lugar. Kits de disparo para los residuos de armas y kits de revelar huellas. Mucho equipo técnico".
El libro, por cierto, está firmado con pseudónimo, el de Ventura Fominaya. Si hay algo que valoran estos policías es la privacidad. José Antonio Rodríguez es el que se encarga de dar la cara por la Brigada. Como buen jefe. El respeto es mutuo. Cada vez que se cruza con algún compañero, recibe un saludo afectuoso: "Qué pasa, jefe".
El ejemplo del crimen expuesto es perfecto para dar pie a que el lector imagine el trabajo de la Brigada. En la inspección ocular, los Devi observan atentos cada detalle de la escena del crimen. Como detalla su responsable, hasta una mísera gotita de sangre puede ayudar. "Con los patrones de sangre podemos reconstruir lo que ha pasado, el tipo de arma o el número de golpes", ilustra. Para profanos: marcas pequeñitas, arma de fuego. Salpicaduras más grandes, posible objeto contundente.
La sangre no es lo único que sabe leer este hombre. También conoce el idioma del fuego. Cuando se piensa en un crimen, rara vez se imagina un incendio, pero esto da más trabajo de lo que parece. Lamentablemente, en Valencia hemos tenido ejemplos recientemente.
Con las llamas apagadas y la zona asegurada, la sección de los Devi buscará determinar si ha habido criminalidad y cómo se han desencadenado las llamas."Hay veces que he visto algo quemado por la calle y me he puesto a pensar cómo había pasado", ríe este policía. Intentar desconectar de este tipo de trabajo no es tarea fácil, pero lo intenta. Demasiados años. Ya tiene el ojo "muy entrenado".
"El juez lo que prefiere es que llevemos huellas y/o ADN, porque son irrefutables", continúa. A diferencia de lo que vemos en CSI, la científica no es la que detendrá al criminal y seguirá la investigación per se. Si bien, tiene una misión fundamental: conseguir las pruebas que lleven a esa persona a la cárcel. "Muchas veces, somos la prueba más importante que puede haber en un juicio", confiesa Rodríguez.
Volviendo al crimen hipotético. Los Devi habrán recogido lo que pueden de la escena y trasladado las muestras al laboratorio de revelado químico. Ojo, y todo eso sin romper la cadena de custodia. La Científica también se encarga de velar por la autenticidad de cada prueba que se obtiene. Cualquier pequeña duda sobre esto, puede mandar un juicio al traste.
"Una de las cosas que hacemos es revelar huellas latentes con reacciones físicas", relata la responsable del laboratorio. Mientras habla, muestra unos papeles con los que están trabajando y en los que han conseguido extraer decenas de huellas.
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Hecho esto, se toman fotografías y entran en acción los compañeros de identificación. "El año pasado, examinamos 9.700 huellas", confiesan. "Y sólo una persona del equipo lleva gafas. No estamos acabando con nuestra vista", bromea el responsable del área. Mirando puntos en común —y confiando en que la persona en cuestión esté fichada— podrían dar con nuestro hipotético asesino.
Si bien, en el laboratorio hacen mucho más. ¿Y si no hubiera manera de saber quién es la mujer asesinada? ¿Y si su cadáver estuviera en un gran estado de putrefacción? Una de las técnicas con las que trabajan es la regeneración de dedos para identificación de cadáveres.
Según cuentan, para identificar un cadáver muy descompuesto, el forense secciona los dedos y los envía al laboratorio para que, mediante un tratamiento, se pueda extraer una huella aceptable. "Nosotros no sólo buscamos atrapar al malo, también dar paz", concede Rodríguez. En esta línea, el equipo trabaja ahora para conseguir que estas identificaciones se hagan en el menor tiempo posible y acabar con la agonía de las familias cuanto antes.
No hay palabras para describir todo lo que hacen. Desde Informática Forense analizan día a día las miles de imágenes de pornografía infantil para encerrar a sus perpetradores. En uno de los últimos ordenadores incautados, encontraron más de 5.000 imágenes.
Mientras, en Identificación innovan con un método de identificación facial —valga la redundancia— que busca hacer "algo similar a lo de las huellas", pero con caras. A la par, el área de Documentoscopia trabaja para detectar cualquier tipo de falsificación que circule por el mercado. Y no se puede imaginar el lector las cosas que han llegado a captar. De lo último, un conocido juego de rol.
Las curiosidades que esconde este edificio de Moratalaz se cuentan a cientos. En Balística Forense, guardan cientos y cientos de armas requisadas. Sus paredes son casi un museo. Cohabitan desde pistolas de la Segunda Guerra Mundial hasta el mismo modelo que usaba James Bond. Y no se puede imaginar el lector las triquiñuelas que inventa la gente para fabricar armas. ¡Hasta bolis pistola hay! Más allá de la anécdota, este departamento tiene otra misión fundamental, comprobar cuál ha sido el arma del crimen.
"Con nuestro trabajo podemos encontrar un montón de evidencias que nos llevan a localizar, identificar o conocer qué es lo que ha pasado", indica el comisario. Hay veces que, incluso, les lleva directos al asesino. Así pasó en la Operación Villano. "Un niño de siete u ocho años sale del colegio y un hombre le clava un cuchillo en el cuello. Localizamos el cuchillo y se pudo sacar ADN. Ese ADN tenía nombre", recuerda Rodríguez. Pillaron al hombre en una pensión de Madrid. Había adquirido un nuevo cuchillo. Se preparaba para volver a matar. Gracias a ellos, no lo hizo. El niño, afortunadamente, se recuperó.