El término mitocondria no es demasiado famoso. No mucha gente acertaría a la primera su significado, pero algunos investigadores llevan años reivindicando su importancia. Entre ellos, el zaragozano José Antonio Enríquez, del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), en Madrid, que este miércoles ha publicado en Nature un estudio que subraya su papel en algo que, sin duda, preocupa mucho a la población: el envejecimiento.
Las mitocondrias son pequeños órganos celulares que suministran la energía a las mismas y albergan 37 de los más de 20.000 genes humanos. "Es pequeño y codifica pocas cosas", reconoce Enríquez que, sin embargo, destaca otras características menos conocidas de este ADN secundario: "Es la zona que más varía y es, también, la única que no se ha podido modificar, ni siquiera con la técnica CRISPR/Cas9", comenta a EL ESPAÑOL.
El hallazgo publicado en Nature revela que variantes no patológicas del ADN mitocondrial impactan en el metabolismo y en la calidad del envejecimiento de los individuos. No lo hacen por sí mismas, sino al interactuar con otro ADN, el más importante, el del núcleo de la célula. "La clave de este estudio ha sido entender cómo la combinación e interacción de nuestros dos genomas, el nuclear y el mitocondrial, desencadena una adaptación celular que tendrá repercusiones a lo largo de toda nuestra vida", explica la primera firmante del estudio -en el que también participan las universidades de Zaragoza y Santiago de Compostela y el Medical Research Council, en Reino Unido-, la también investigadora del CNIC Ana Latorre.
Mejor envejecimiento
Lo que los investigadores han demostrado es que al cambiar únicamente el ADN mitocondrial se desencadenan en los animales jóvenes que han protagonizado los experimentos una serie de mecanismos adaptativos celulares que les permiten un envejecimiento más saludable.
En concreto, los ratones intervenidos mostraban más cantidad de pelo -más lustroso y con menos canas-, mayor robustez, más masa muscular y mayor actividad. Se observó, así, que dos variantes distintas y sanas del ADN mitocondrial afectan de modo sustancial a la calidad del envejecimiento.
Pero de este experimento se podrían, además, sacar más efectos prácticos. Como desvela Enríquez, puede servir desde para estratificar la población hasta para ver por qué hay fármacos beneficiosos para unas personas y no para otras.
Hijos de tres padres
Aunque a veces situada en el ostracismo, la mitocondria sí ha saltado en los últimos años a los medios de comunicación y lo ha hecho gracias al desarrollo y aprobación de la transferencia mitocondrial, un procedimiento que permite prevenir la transmisión de las enfermedades mitocondriales, patologías muy graves que normalmente carecen de tratamiento y se transmiten siempre a través del ADN mitocondrial de los ovocitos, o gametos femeninos.
La transferencia mitocondrial, de la que Enríquez se declara partidario y sobre la que descarta cualquier preocupación ética, consiste en cambiar las mitocondrias de las células con alteraciones de la madre por otras de una donante sana.
El trabajo recién publicado puede tener impacto en esta técnica -aún en fase de experimentación, ya que todavía no se ha implantado ningún embrión con ella hecha-porque resalta la importancia de escoger bien a la donante mitocondrial, ya que su ADN se mezclará con el de la receptora e interactuarán de distinta forma según sean ambos.
"Es un tema que hay que estudiar", comenta a este diario Enríquez, que adelanta que su grupo está haciendo experimentos en ratones con la técnica de reemplazo mitocondrial, que permitirán analizar la interacción de ambos tipos de ADN de receptor y donante.
Lo que el científico considera aún lejano es la posibilidad de realizar transferencias mitocondriales para poner un ADN mitocondrial "de mejor calidad" en un embrión. "No podemos categorizar este tipo de ADN en bueno o malo, porque depende mucho del contexto", concluye el investigador del CNIC.