"Han perdido toda vergüenza, se han entregado a la inmoralidad, y no se sacian de cometer toda clase de actos indecentes". Así reza el versículo 19 del capítulo cuatro de la Epístola de los Efesios. Unas breves líneas del Nuevo Testamento que a menudo son utilizadas para criticar a aquellos que sucumben al vicio de la masturbación y la pornografía y para advertir de sus supuestos peligros. Sin embargo, paradójicamente, varios estudios indican que es precisamente la excesiva religiosidad la que puede provocar que el porno se convierta en un problema.
En enero del pasado año un estudio realizado por el investigador de la Universidad Case Western, Joshua Grubbs, estableció que reconocerse a sí mismo como un adicto a la pornografía no viene determinado por la cantidad de horas que uno pasa viendo este tipo de material o por cómo se ve afectada su vida, sino por el grado de religiosidad y las actitudes morales hacia el sexo.
Este tema ha sido tratado en mayor profundidad en un número especial de la revista The Journal of Treatment and Prevention que fue publicado el pasado mes de junio y que ha estado dedicado a las adicciones sexuales y los comportamientos compulsivos. Un especial incluye diez artículos en los que se recogen los resultados de varios investigadores, entre los que se encuentra el propio Grubbs.
Una de las principales conclusiones obtenidas por los científicos ha sido que las personas religiosas son más propensas a calificar su comportamiento sexual como una adicción, tal y como planteaba Grubbs. "Esto parece ser debido al hecho de que las personas religiosas sienten una mayor desaprobación moral de la pornografía", explica a EL ESPAÑOL Joshua Hook, profesor del psicología de la Universidad North Texas y autor de uno de los estudios.
Los datos mostraron que "los participantes que se identificaron como religiosos, informaban de mayores niveles de adicción en comparación con los que se definían como ateos o agnósticos". Según explica Hook, "algunas personas religiosas identifican su comportamiento sexual como una adicción, simplemente porque dicho comportamiento no está en consonancia con sus valores sexuales".
Además, los investigadores también encontraron que "la adicción percibida se asocia con trastornos psicológicos, como ansiedad, depresión y estrés" y que los datos sugieren que "los no creyentes pueden ser menos propensos a experimentar trastornos psicológicos relacionados".
Las conclusiones de estos estudios no parecen descabelladas, sobre todo teniendo en cuenta que según otro de los artículos publicados, los individuos más religiosos también tienen creencias muy negativas sobre la visualización de contenido sexual e incluso "perciben esta práctica como algo mucho más problemático que el racismo o la violencia armada".
¿Existe la adicción al porno?
Si bien existe un debate abierto entre la comunidad científica a la hora de abordar la adicción a la pornografía, hay que destacar que el principal manual de diagnóstico utilizado en EEUU, conocido como DSM, no la reconoce, al igual que tampoco lo hace el equivalente de la Organización Mundial de la Salud, conocido como CIE. Y aunque hay individuos que tienen un comportamiento compulsivo que puede afectar a sus vidas, esto no indica que dicho comportamiento haya sido originado por el consumo de pornografía.
En el año 2011 surgió en EEUU el movimiento No Fap (fap es masturbación en inglés). Fue Alexander Rhodes, un joven norteamericano de 26 años que asegura que el porno arruinó su vida, el que inició un foro de debate en el sitio web Reedit al que poco a poco se fueron sumando más personas que afirmaban tener impulsos incontrolables de ver pornografía y masturbarse, lo que les había llevado a perder sus puestos de trabajo o a tener problemas en sus relaciones personales.
Estos casos, unidos a la facilidad con la que hoy en día se puede acceder a imágenes de sexo explícito en la red, han hecho que salten las sensibles alarmas de una parte de la sociedad norteamericana, que ha aprovechado para crear campañas en las que se alega que "la pornografía es una amenaza para la salud pública", tal y como han hecho recientemente varios miembros del partido republicano en el estado de Utah (EEUU).
La resolución presentada por los conservadores está plagada de afirmaciones pseudocientíficas, tal y como ya han señalado en el portal Psychology Today. Sin embargo, de entre todas las advertencias realizadas por los republicanos hay una en la que se insiste frecuentemente y es que el porno es adictivo.
Curiosamente, en otro de los estudios publicados el pasado junio se realizó un análisis de los archivos de una de las principales revistas evangélicas de EEUU, Christianity Today. Los investigadores observaron un cambio de tendencia en la revista desde 1956, fecha de fundación de la gaceta, hasta la actualidad, encontrando que la pornografía ha dejado de ser definida solamente como un pecado, para pasar a ser identificada como una actividad adictiva.
Estudios sobre porno y cerebro
Pero, a pesar de las afirmaciones de ciertas organizaciones religiosas, la ciencia sigue sin haber podido demostrar que exista esta adicción. En el año 2014, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Cambridge y que fue publicado en la revista PLoS One, determinó que el cerebro de un grupo de 19 individuos con un comportamiento sexual compulsivo respondía a las imágenes de sexo explícito de forma similar a como lo hace el de los drogadictos en presencia de su droga.
Aunque los investigadores en ningún momento afirmaron que sus resultados demostraban la adicción al porno, el estudio ha sido convenientemente utilizado por parte de organizaciones religiosas y conservadoras para dar un aparente soporte científico a sus afirmaciones.
Sin embargo, un año más tarde, otro estudio más amplio publicado en la revista Biological Psychology, contradecía estos resultados. Según los autores de esta investigación, un equipo de científicos de la Universidad de California, "los patrones cerebrales observados son diferentes a los de los modelos de adicción a sustancias". Es más, el estudio indica que el porno no encaja con ninguno de los patrones conocidos de cualquier otra adicción.
Estos investigadores no niegan la existencia de un problema que puede tener implicaciones en la vida diaria de los afectados. Sin embargo, sus resultados indican que el porno no es adictivo de acuerdo a los modelos actuales y que tratarlo como una adicción podría ser contraproducente, ya que, según han mostrado los estudios de Grubbs y Hook, creerse adicto puede terminar causando mayores problemas psicológicos.
La realidad es que da igual lo que digan los estudios científicos, ya que en diversas ocasiones se ha demostrado que los individuos con altos niveles de religiosidad tienden a rechazar cualquier resultado que vaya en contradicción con sus creencias. Y a pesar de que los estudios muestran que la religiosidad es un factor importante a la hora de creerse adicto al porno, siempre se habrá quien diga que es Dios quien manda la carne, pero que es el diablo el que envía a los cocineros.