En el año 130 de nuestra era, el médico Galeno bautizó una enfermedad para que no hubiera lugar a dudas de cómo se adquiría. La palabra escogida, gonorrea, provenía del término en griego antiguo gonórrhoia que, a su vez, incluía los vocablos "genitales" y "flujo". No hace falta mucha imaginación para saber que Galeno hablaba de una enfermedad de transmisión sexual, ni tampoco para imaginar uno de sus principales síntomas: una secreción purulenta por la uretra del hombre afectado.
Casi 2.000 años después la gonorrea sigue siendo un dolor de cabeza para las autoridades sanitarias, como demuestra un informe publicado en Morbidity and Mortality Weekly Report, el boletín de los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC, de EEUU) que, entre otras cosas, se hizo conocido por ser la primera publicación que alertó sobre la aparición del sida en 1981.
La resistencia a los antibióticos amenaza el tratamiento de la gonorrea, según dejan ver los datos recogidos en 27 de los estados del país americano. A efectos prácticos, la eficacia de la terapia actual queda en entredicho. El problema: no hay apenas alternativas. Se trata de un problema mayor si cabe si se tiene en cuenta que la enfermedad de transmisión sexual (ETS) está en alza, algo que también sucede en España.
Los CDC recomiendan actualmente que la infección -causada por la bacteria Neisseria gonorrheae- se trate con una combinación de dos antibióticos: un comprimido de azitromicina y una inyección de ceftriaxona. Pues bien, según el nuevo informe, entre 2013 y 2014 el porcentaje de especímenes de gonorrea con una menor susceptibilidad a la azitromicina se ha incrementado en más de un 300%. Un "signo inquietante" de que el futuro del tratamiento actual esté en peligro.
Según explica a EL ESPAÑOL la presidenta del Grupo de Estudio de Infecciones de Transmisión Sexual de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), María Jesús Barberá, la situación en España es "todavía peor". Mientras que en EEUU, con el aumento, se ha llegado a un porcentaje de bacterias resistentes de un 2,5%, la cifra en nuestro país alcanza el 9,5%.
"La confluencia de la emergente resistencia a los antibióticos y las opciones muy limitadas de tratamientos alternativos crea el escenario perfecto para un futuro fallo del manejo de la gonorrea", explica el director del Centro Nacional para la Prevención de la Tuberculosis, las ETS, la Hepatitis vírica y el VIH/sida, Jonathan Mermin.
No es la primera vez que la bacteria que causa la gonorrea se hace resistente a los fármacos. De hecho, como si protagonizara una permanente burla a la medicina, la bacteria se ha hecho inmune en todos estos años a la penicilina, la tetraciclina y los fluoroquinolonas.
Barberá resalta que, según los expertos, la resistencia "se va a seguir incrementando". Las claves de estas cifras -y de su mayor efecto en Europa y en España- está en el mal uso de los antibióticos.
La especialista en infecciosas explica que no sólo es clave tratar con antibióticos sólo las infecciones que lo requieren, sino que la terapia se lleve a cabo de forma correcta. "Por ejemplo, si la recomendación es de una terapia combinada, no se puede dar sólo uno de los antibióticos, como tampoco se pueden tomar éstos menos días de los necesarios", subraya Barberá.
La experta reconoce que la situación no tiene visos de mejorar y que, para luchar frente a ella, es necesario elevar la educación "de todos", tanto médicos como pacientes e investigar más, en busca de superantibióticos capaces de terminar con las superbacterias como esta nueva gonorrea.