El mundo lleva años tratando de solucionar el enorme problema que existe en África Subsahariana con el VIH, donde a día de hoy se dan siete de cada diez nuevos casos. En Malawi, uno de los países más afectados, el 10% de la población, casi un millón de personas, tiene el virus.
El punto débil para que organizaciones como Onusida (el organismo de la ONU que se encarga del VIH /sida) puedan hacerse cargo del asunto es que, de los 37 millones de portadores del VIH que hay en el mundo, 17 de ellos no saben que lo tienen, básicamente porque nunca han tenido acceso a un test.
Por eso, hace varios años, Helen Lee, investigadora china nacionalizada francesa se propuso crear un sistema de diagnóstico que no sólo fuese eficaz y rápido sino, sobre todo, que pudiese usarse en países como Malawi o Uganda. Su sistema SAMBA (acrónimo en inglés de Evaluación Simple Basada en Amplificación), creado en su laboratorio de la Universidad de Cambridge, debutó hace cuatro años y desde entonces ha analizado la sangre de miles de pacientes en busca del virus de inmunodeficiencia humana. Recientemente, Lee ha recibido un premio al Inventor Europeo del Año por su contribución al tratamiento sanitario en países en desarrollo.
¿Cómo llegó a comprender desde Cambridge las necesidades que tiene un paciente en África?
Gracias a una colaboración con Médicos Sin Fronteras. Fueron ellos quienes nos dieron acceso a esa realidad, haciéndonos comprender quiénes eran nuestros usuarios y cuáles eran las limitaciones. Hoy, MSF está usando nuestro sistema en seis clínicas rurales y más de 40.000 personas han sido ya analizadas con SAMBA. Sin ese conocimiento, que realmente representa los cimientos del proyecto, no podríamos haber hecho lo que hicimos. Por supuesto, tuvimos que recaudar dinero para investigar, pero la información práctica que recibimos fue tan valiosa como el dinero, si no más.
¿Le preocupaba más que su sistema fuera fiable o que fuera asequible para un paciente de estos países?
Siempre supimos que el precio y la accesibilidad eran aspectos importantes, pero lo que hicimos realmente fue intentar que la tecnología fuera robusta, simple y estable frente al calor. Nos reuníamos con MSF periódicamente para ver nuestro progreso; una vez vinieron y les enseñamos la estabilidad en tiempo real de nuestro test a 37ºC durante 9 meses, estábamos orgullosos, era un test muy complicado con enzimas complejas. Y dijeron 'no, no es lo suficientemente bueno'. ¡Por poco nos caemos todos de la silla, pero por qué! Y nos dijeron que en el camión entre Sudáfrica y Zimbabwe la temperatura puede llegar a 50ºC, así que tuvimos que rehacerlo para que aguantara ese calor. Y este es solo un ejemplo, al principio empezamos en los hospitales de distrito, pero cuando vas bajando, las carreteras se vuelven peores y los tests tienen que ser capaces de resistirlo.
Y desde el punto de vista tecnológico, ¿qué avance supone su sistema?
La máquina que suele usarse para hacer estos test tiene el tamaño de un Mini, y la hemos reducido al tamaño de una máquina de café. Además es muy sencilla de usar, todas las enzimas están pre-cargadas y sólo hay que añadir la sangre. Ahora estamos viendo si se puede entrenar a mujeres locales para manipularla, porque siempre digo que si sabes hervir un huevo, sabes usar esto.
Ya existen en el mercado otras pruebas diagnósticas, como las tiras de papel que te dicen si tienes VIH o no. ¿Son complementarias a su sistema?
Totalmente complementarias. Tengo mucho respeto por las tiras de papel: son baratas, estables y pueden ser usadas en todos sitios. Por supuesto, algunos fabricantes son mejores que otros. Uno de los problemas es que, en mi opinión, no hay suficientes controles para garantizar que se usan los mejores diagnósticos, pero aparte de
eso, lo que hace nuestro sistema no lo puede hacer un test rápido.
Explíquese, por favor.
Una tira de papel busca fundamentalmente anticuerpos infecciosos, nosotros buscamos la presencia del propio virus. En el caso del VIH, si un seropositivo está en tratamiento, necesitamos saber si es efectivo o no. La única forma de hacerlo es buscar el virus en la sangre, porque si usamos las tiras, saldrán todos positivos. El segundo test que tenemos es para diagnóstico infantil temprano, para analizar bebés nacidos de madres seropositivas, ya que debido a la transferencia materna, el niño puede dar positivo por VIH pero eso no quiere decir que esté infectado.
¿Requiere mucha sangre una de estas pruebas?
No, unos 200 microlitros por test, unas pocas gotas. E incluso proporcionamos el kit, hasta los guantes. No queremos exponernos a que se usen, por ejemplo, las lancetas equivocadas o que la muestra pueda estar contaminada. El tubo donde se recoge la sangre va directamente a la máquina.
¿Dónde cree que ha estado la gran diferencia para que su método tuviera éxito?
Cuando piensas en el ébola, a menudo la epidemia empieza en medio del país, en sitios con muy difícil acceso. Para cuando una persona llega a la capital con las muestras de sangre para hacer un PCR [en inglés, Reacción en Cadena de la Polimerasa, un método de amplificación genética para diagnosticar virus] ya es demasiado tarde. Tienes que llevar los tests a las epidemias, y no al revés. Es como si luchas contra un incendio, tienes que ir donde están las llamas.