"Las posibilidades actuales de un paciente de tuberculosis que no responde a los tratamientos disponibles recuerdan considerablemente a las de los enfermos de cáncer antes del nacimiento de la quimioterapia". Con esta certera frase definen los autores de una carta publicada en una de las biblias de las revistas médicas, The New England Journal of Medicine (NEJM), la situación de los afectados por una plaga que, aunque pueda sonar a antigua y romántica está, desgraciadamente, más de actualidad que nunca.
La enfermedad conocida antiguamente como tisis, retratada magistralmente en óperas como La Boheme o La Traviata y en novelas como La montaña mágica, es una vieja conocida de la humanidad. Hasta el punto de que alguien podría pensar que está vencida.
Nada más lejos de la realidad. Si bien existen armas para luchar contra las formas más leves de la patología -provocada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis o bacilo de Koch-, en la tuberculosis se juntan dos problemas: el primero, su elevadísima prevalencia, sobre todo en países en vías de desarrollo y, el segundo, que cada vez hay más casos de la llamada tuberculosis multiresistente (TB MDR, de sus siglas en inglés).
Sin respuesta a los fármacos más potentes
Como su propio nombre indica, esta variante de la enfermedad no responde a los bactericidas más potentes contra ella, la combinación de isoniazida y rifampicina (que en las formas más leves de la patología se administran junto a pirazinamida y etambutol). Por esa razón, es imprescindible buscar nuevas estrategias terapéuticas que puedan hacer frente al tipo más mortal de esta dolencia.
Pero lo nuevo no es siempre lo último, como acaba de demostrar el equipo internacional de investigadores que firma la carta, que incluye a varios científicos españoles: Alberto L. García-Basteiro, del IS Global de Barcelona y Lluís Ballell y David Barros-Aguirre, de la sede en Madrid del laboratorio farmacéutico GSK.
Por primera vez, han provisto a la comunidad de evidencia científica de que un popular antibiótico, el meropenem, tiene acción bactericida frente a la peor versión de la tisis. Se trata de un viejo conocido, perteneciente a una familia de antibióticos ampliamente utilizada, los betalactámicos. En ella se engloba, por ejemplo, la penicilina.
Un viejo conocido
Según explica a EL ESPAÑOL García-Basteiro, el fármaco que han probado -en combinación con ácido amoxiclavulánico y amoxicilina- es el meropenem, que no es "tan viejo como otros betalactámicos", pero tampoco una novedad -se desarrolló a finales de la década de 1980.
Gracias a financiación pública de la Comisión Europea han podido demostrar que esta alianza de fármacos tiene eficacia comparable al tratamiento estándar para la TB-MDR. "Es una excelente noticia, porque se constata una nueva alternativa terapéutica que puede ser tremendamente útil para un grupo de pacientes con tuberculosis que apenas tiene alternativas de tratamiento", resume el joven investigador español, que es coordinador del área de tuberculosis en el Centro de Investigação em Saude de Manhiça (CISM), en Mozambique.
García-Basteiro pone en cifras el problema: "Se cree que en 2014 hubo 480.000 casos en el mundo, aproximadamente un 5% de los de tuberculosis en general. Tiene peor pronóstico que ésta y conlleva tratamientos más caros, más largos y con más efectos secundarios".
Aunque el médico destaca que en los últimos dos años se han empezado a utilizar dos nuevos fármacos para esta variante, señala que "lo bueno del meropenem es que ya se conoce su seguridad, se ha utilizado ampliamente [para otras infecciones] y sería más barato que el resto de medicamentos de última generación".
Sin embargo, los autores creen que aún hace falta más investigación, que incluiría analizar más fármacos de la misma familia en busca de nuevas/viejas alternativas. Además, resaltan que la vía de administración utilizada en su estudio -intravenosa- hace que el fármaco no se pueda utilizar ambulatoriamente. Es un obstáculo menor, ya que muchos de estos pacientes están ingresados en hospitales, pero sería preferible subsanarlo. "El reto será conseguir también nuevos betalactámicos por vía oral, que puedan ser administrados ambulatoriamente y ser útiles para todo tipo de tuberculosis", concluye García-Basteiro.