Poco después de cumplir los 55 años, Pedro Alonso (Madrid, 1959) dejó de golpe la presidencia del Consejo de Administración del Centro de Investigación en Salud de Manhiça en Mozambique y la dirección del Instituto de Salud Global de Barcelona, entre otros cargos. Lo hizo para dirigir el que probablemente sea el órgano más decisorio en términos de la gestión de la malaria, una enfermedad prevenible y curable que, sin embargo, mata a 438.000 personas al año. "Cada una de esas muertes es un fracaso", resume.
En su despacho de la Organización Mundial de la Salud, organismo al que pertenece el Programa Global de la Malaria (GMP, en sus siglas en inglés), Alonso reconoce a EL ESPAÑOL que, en aquel momento, se sintió "como los antiguos inmigrantes", con dos maletas y tras haber dejado atrás todo y dispuesto a empezar en un sitio completamente de cero.
Veinte meses después de aquella decisión, Alonso no se arrepiente. "Una persona que había ocupado un cargo similar me dijo dos cosas cuando le consulté la posibilidad de venir: que éste iba a ser el peor trabajo de mi vida y que sería también el que potencialmente podría tener más impacto", comenta y bromea: "La primera parte todavía no la he descubierto".
Me dijeron que éste iba a ser el peor trabajo de mi vida pero también el que potencialmente podría tener más impacto
Reconoce que se levanta por las mañanas "con muchas ganas e ilusión". Y eso que sabe que el reto que tiene por delante no es nada fácil. Por si hubiera alguna duda, un cartel en caracteres chinos en su oficina reza: "La malaria no es simplemente una tarea a realizar, es un problema a resolver".
Eso no quiere decir que no eche en falta aspectos de su antigua vida, más de 30 años en primera línea de la investigación que le han permitido publicar más de 350 artículos y ser uno de los especialistas más citados en su campo. Lo que más extraña: las largas temporadas que pasaba en Mozambique, donde fundó el Centro de Investigación en Salud de Manhiça, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 2008. "Ahora viajo mucho, voy a sitios muy distintos, que es algo muy estimulante y enriquecedor, pero yo todavía tengo mi casa en Manhiça, y mi ropa; yo llegaba allí y me instalaba... y lo echo de menos".
15 minutos en la universidad
No fue en Mozambique, pero sí en un país africano, Gambia, donde Pedro Alonso vio a su primer paciente de malaria. Aunque no le pone cara, sí recuerda dónde fue, "en un hospital pequeñito a las afueras de Banjul" donde fue a trabajar de médico pocos después de terminar la carrera, y la sucesión de casos. El primero fue de malaria, pero el segundo también, como el tercero... quizás el cuarto fuera una neumonía, pero el quinto volvió a ser paludismo, recuerda, como rememora también que, entre esos primeros pacientes, había niños. Algunos de ellos acabaron muriendo.
"Eso fue lo que me abrió los ojos. Me dije: 'Pero, ¿qué es esto de la malaria?. Si yo en la carrera debí de estudiarla 15 minutos, en alguna clase donde me hablaron de eso'. A partir de ahí, empecé a investigar y me di cuenta de lo poco que se sabía de una enfermedad tan antigua, de la escasez de herramientas con la que contamos y, sobre todo, de la enorme desigualdad que existe entre la magnitud del problema y los recursos que se dedican a ella", recuerda Alonso.
Desde aquellos mediados de los 80, el investigador no sólo ha contribuido a atajar considerablemente ese desconocimiento y a mejorar las cifras de la malaria -una disminución de la mortalidad del 60% una disminución de la incidencia de nuevos casos del 37%, más de seis millones de vidas salvadas, todo en los últimos 15 años- sino que ha sido el artífice de la primera vacuna eficaz contra la malaria -RTS,S- aunque se quita el protagonismo y advierte: "No se debe de hablar de la vacuna española contra la malaria".
Eso sí, la modestia no le hace cerrar los ojos a la realidad: "Claro que jugamos un papel clave, si no hubiera sido por nosotros no estaríamos donde estamos". Y explica exactamente cuál es esa posición porque, las cosas como son, los titulares de prensa han puesto muchas veces la inmunización en el mercado y a día de hoy no es una alternativa real.
"Una vacuna de la malaria es uno de los santos griales de la ciencia médica. Recuerdo cuando publicamos los primeros resultados de eficacia de RTS,S en The Lancet en 2004. Poco antes, el Nobel de Medicina Rolf Zinkernagel había escrito una columna en la que decía que eran imposibles las vacunas para la malaria, la tuberculosis y el sida. Pues bien, nuestro artículo fue la primera demostración de que, sin la más mínima duda, se podría inducir inmunidad protectora", explica.
Estado de la vacuna
Y retoma el estado actual del producto: "12 años después tenemos una primera generación de vacunas -su eficacia oscila entre el 40% y el 50%- aprobada para su uso en África". Pero, si está aprobada, ¿por qué no la reciben las millones de personas en países donde la enfermedad es endémica?
Una vez finalizados los estudios en fase III, y a petición de GSK (el laboratorio dueño de la vacuna) y la Agencia Europea del Medicamento (EMA), la OMS activó un mecanismo que se llama el artículo 58, por el cual la EMA estatutariamente puede emitir opiniones técnicas, siguiendo un procedimiento idéntico al que seguiría para un producto de uso en la Unión Europea, pero que no va a ser utilizado en el continente.
En julio de 2015 emitió una opinión positiva, que equivale al registro de un producto. A continuación llegó el turno de la OMS que, tras reunir a sus máximos expertos, emitió una recomendación de uso. "Había tres opciones: que dijera que la vacuna no es suficientemente eficaz, en cuyo caso se acabaría con ella; que, siguiendo la opinión de la EMA, dijera que el producto tiene un perfil positivo de beneficio riesgo y, por lo tanto se puede aplicar indiscriminadamente o, lo que era el camino sensato, que afirmara que antes de la utilización a gran escala necesitamos hacer pruebas piloto en dos, tres o cuatro países, a nivel subnacional, por distritos y provincias", resume Alonso.
Esta última opción fue la escogida por lo expertos, que abogaron por empezar a usar la inmunización y ver cuán fácil era administrar las cuatro dosis fuera del programa ampliado de inmunización (en los ensayos clínicos a gran escala, el producto se puso dentro del este programa, que incluye la administración de otras vacunas). "Esto nos permitirá tener mejor conocimiento para, en su caso, empezar a usarla a gran escala", destaca el científico, que afirma que "se está tratando de montar" ese proceso.
El 'no riesgo' del cambio clímatico
Además de mejorar la vacuna, ya que Alonso tiene claro que ésta no es más que la "primera generación" y anuncia que hay "muchos grupos" que trabajan en productos mejores, el manejo de la malaria tiene otros retos importantes por delante. "La resistencia a los insecticidas y a los fármacos son nuestras prioridades", resalta.
Y aprovecha para desmentir la creencia popular de que el cambio climático puede traer la malaria a países donde ahora mismo no se ve. "Ha habido relativamente pocos estudios y la posición social es que, aunque evidentemente nos mantenemos alerta, hasta ahora no tenemos ni razones ni datos para pensar que esto pudiera ser un problema grave", señala.
Y añade que hay varias razones para que esto sea "altamente improbable", como que los mosquitos transmisores de la malaria ya están en varios países donde la enfermedad no es endémica. "Con la información que tenemos ahora, no está entre nuestras áreas de preocupación", zanja.
¿Y el dinero?
Lo que sí preocupa -y mucho- al Programa Global de la Malaria, la OMS y el propio Alonso es la falta de financiación. Y, en concreto, el absoluto pasotismo de España, que pasó de ser uno de los principales contribuidores del Fondo Mundial de la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria -principal financiador de test de diagnóstico y tratamientos de estas enfermedades en los países en vías de desarrollo- a casi un completo ausente, con motivo de la crisis.
Pero Alonso se resiste a culpar sólo al Gobierno. "El problema para mí no es de las autoridades, porque éstas reflejan lo que dice la sociedad. Igual que hace años con el movimiento del 0,7 y las acampadas todos nos creíamos súper solidarios ¿dónde está ahora esta gente? No lo veo por ningún lado", reflexiona.
Estamos, y decepcionantemente algunos de los partidos nuevos también, en el regate en corto en los temas que nos hablan de nuestra responsabilidad ante el mundo
"En consecuencia, no veo a los partidos políticos ni a sus líderes haciendo que esto sea parte del debate del país, que se hable de cuáles son nuestras responsabilidades colectivas y globales que, desde mi punto de vista, las tenemos. Pero estamos, y decepcionantemente algunos de los partidos nuevos también, en el regate en corto en los temas que nos hablan de nuestra responsabilidad como sociedad española ante los retos que tiene el mundo", añade.
"En todas estas discusiones peregrinas que tenemos, no he oído o leído a ningún partido nada sobre el tema. Me gustaría mucho saber qué piensan todos ellos de la cooperación: los de Podemos, los de Izquierda Unida, los del PSOE o Ciudadanos. ¿Cómo es posible que España, que quiere ser o es todavía una de las 20 grandes economías del mundo, esté ausente de mecanismos tan claros para la solidaridad internacional como el Fondo Global?", se pregunta el experto.
Y ya fuera de nuestras fronteras, el investigador también apela a la falta de financiación a la hora de responder a las críticas sobre la OMS, que no elude: "La OMS representa lo bueno y lo malo del sistema público de Naciones Unidas. Los institutos de salud pública globales que representan y atienden a 198 países necesariamente son maquinarias grandes y complejas de difícil gestión y que no siempre responden de la mejor manera. Sí, es una organización grande, compleja y pesada y que, evidentemente, comete fallos como no podía ser de otra manera", comenta tras declarar, eso sí, que se trata de un organismo "terriblemente infrafinanciado". "A las organizaciones también hay que pedirles en función de lo que se les dota", concluye.