Éste es el año más caluroso desde que hay registros, y como consecuencia, el acelerado deshielo en zonas cercanas al polo norte nos está dando muchas noticias insospechadas, desde la reaparición de un brote de ántrax de hace 75 años en Siberia hasta el hallazgo de los fósiles más antiguos del planeta, unos estromatolitos de 3.700 millones de años encontrados en Groenlandia.
El hombre erradicó la viruela hace casi 40 años, tras un último brote ocurrido de manera natural en Somalia en 1977 y el accidente que un año más tarde acabó con la vida de la fotógrafa Janet Parker. Fue la última víctima de una enfermedad que llevaba entre nosotros 12.000 años y que mató a millones de personas. Sin embargo, los deshielos producidos en Siberia han hecho temer que el virus Variola siga los pasos de los bacilos de ántrax y vuelva entre los vivos... para acabar de nuevo con nosotros.
En 1890, una gran epidemia de viruela acabó con el 40% de la población de una ciudad a orillas del río Kolymá, al noreste de Siberia. Los cuerpos fueron enterrados bajo el permafrost a orillas del río, y éste, ahora, se está derritiendo. Investigadores del Centro de Biotecnología y Virología de Novosibirsk se han desplazado recientemente al lugar para investigar y, aunque no encontraron el virus, sí que hallaron fragmentos de su ADN en cadáveres que conservaban pequeños agujeros, lo que ha levantado las especulaciones sobre el retorno de la viruela.
Actualmente sólo existen dos muestras de viruela en el mundo, congeladas en sendos laboratorios de Estados Unidos y Rusia, uno es el CDC de Atlanta y el otro el centro de virología de Novosibirsk, también conocido como Vector. Ha habido un gran debate en los últimos años sobre si deberían ser destruidas o no, pero por precaución -y desconfianza en el enemigo- se ha preferido mantenerlas.
Uno de los mayores defensores de la resurrección de la viruela es Jean-Michel Claverie, director del Laboratorio de Información Genómica y Estructural del CNRS, el equivalente francés al CSIC. Claverie, que el año pasado descubrió un virus gigante de hace 30.000 años en la tundra siberiana, ha advertido de que "podemos reactivar la posibilidad de que la viruela vuelva a ser una enfermedad humana en tiempos modernos", bien por el cambio climático o por las prospecciones mineras cercanas al Ártico.
Sin embargo, otros científicos no están tan seguros.
Vincent Racaniello, virólogo en la Universidad de Columbia y un activo divulgador de su disciplina, aseguró al enterarse de la noticia de la viruela siberiana que "es un sinsentido porque no hay amenaza; el virus está probablemente helado pero se desconoce su infectividad".
Las respuestas que demanda Racaniello las tiene Sergey Netesov, vicerrector de la Universidad Estatal de Novosibirsk. En declaraciones al Siberian Times, el científico recuerda que "las historias sobre cadáveres con viruela descongelados del permafrost empezaron a aparecer aquí, y los primeros cuerpos con restos del virus fueron excavados aquí, en la desembocadura del Kolymá, en 1993 o 94", dice. "El virus vivo no fue encontrado, aunque sí había rastros en las muestras". Netesov cree estar casi seguro de que "no puede haber un virus vivo, cada ciclo de congelado y descongelado reduce el número de virus viables entre cinco y diez veces".
La superficialidad de los cuerpos congelados es la clave que logró despertar al bacilo del ántrax, capaz de transformarse en espora para sobrevivir durante décadas a baja temperatura. Sin embargo, esta misma cercanía a la superficie es la que imposibilita la viabilidad del virus Variola. Además, y a diferencia del ántrax, la viruela no puede ser transmitida por insectos o animales.