Este jueves es el día de la marmota. Suena fatal, porque esta expresión popular ha pasado a designar una situación desagradable que se repite continuamente, pero procede de la película Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993). Bill Murray es Phil, un hombre del tiempo en televisión que revive siempre el mismo día, cuando tiene que cubrir desde Punxsutawney (Pensilvania) el evento en el que una marmota predice el final del invierno.
La tradición dice que si el 2 de febrero una marmota canadiense (Marmota monax) que también se llama Phil sale de su madriguera y no ve su sombra por estar nublado, abandonará su guarida y el invierno acabará pronto. Sin embargo, si hace sol y la marmota ve su sombra, se meterá de nuevo en la madriguera y el invierno durará seis semanas más.
Por extraño que parezca, la ciencia ha intentado comprobar si este método de predecir el tiempo es efectivo. Un estudio en 2001 cifraba su acierto en un 70% de las veces en el entorno local y otros investigadores indican que a nivel nacional sólo llega al 40% teniendo en cuenta las temperaturas y la nieve que se registran tras el ínclito día.
Lo cierto es que son cifras fruto del azar –también parece que Phil acierta más cuando gobiernan los demócratas- y nada tiene que ver el tiempo venidero con el comportamiento del animal, que en esta época comienza a salir de la madriguera para buscar pareja. "No tiene ningún tipo de fundamento científico", afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL José Miguel Viñas, físico y divulgador científico especialista en meteorología.
La sombra del oso
El evento de Punxsutawney, en el que cada año vemos a señores con chistera abrazar a una marmota, se celebra desde 1887 y es el más famoso, pero también tiene lugar en otras localidades de Estados Unidos y Canadá. En realidad, como sucede con otras tradiciones americanas, ni es tan nueva ni es americana.
"El origen es europeo y se hacía con un oso", señala el meteorólogo. "Antiguamente, los franceses y alemanes de la zona alpina, cuando encontraban alguno fuera de su guarida hacia la parte final del invierno, una vez que finalizaba su letargo, observaban si hacía o no sombra para tratar de anticipar el tiempo".
Otras fuentes incluyen a erizos y tejones entre los animales que supuestamente salían de la madriguera y volvían a meterse si se asustaban de su propia sombra. En cualquier caso, parece que los inmigrantes europeos introdujeron en el Nuevo Mundo esta tradición, alimentada año tras año por el anhelo de poner fin al invierno. "Los seres humanos siempre hemos tenido como quimera la predicción del tiempo a largo plazo, lo que hoy en día sigue siendo uno de los mayores retos de la predicción meteorológica", comenta Viñas.
Avispas que predicen el invierno
La tradición popular también se fija en algunos insectos. El dicho "Año de avispas, año de nieves y ventiscas"viene a atribuirles la capacidad de predecir la crudeza del invierno. "Da a entender que la abundancia de avispas en verano y otoño es un anticipo de que el invierno será duro, riguroso", según el divulgador científico, que tampoco ve aquí fundamento científico alguno.
En su opinión, no es razonable pensar que en la naturaleza existan "superpoderes predictivos" para periodos de tiempo tan prolongados y "si existen, la ciencia no ha podido demostrar en qué se basan". En cambio, "a corto plazo sí que pueden justificarse muchos comportamientos animales en función de los cambios que están por llegar y que empiezan a detectarse por los seres vivos, por ejemplo, en la humedad y en la ionización del aire".
A corto plazo, sí
La lista es larga. Como recoge el también meteorólogo Mario Picazo, algunos animales son muy sensibles a la presión atmosférica, debida al peso que ejerce el aire sobre la superficie terrestre, y reaccionan especialmente cuando se avecina una tormenta: las ranas croan más fuerte, las vacas se muestran más inquietas y tienden a agruparse y las hormigas vuelven al hormiguero e incluso tapan sus agujeros.
Viñas cuenta que en la Ilustración se llegaron a diseñar "barómetros vivientes", basados en la observación de animales como las sanguijuelas, las ranas o los misgurnos, unos peces de río. "También las telas de araña han dado mucho juego" y hasta el propio ser humano y sus dolencias, "que en parte y en determinadas personas sí que pueden justificarse, pero no en todos los casos".
El caso de las aves da para un análisis más complejo. En teoría, con tiempo húmedo y bajas presiones vuelan más bajo. En parte, esto se explica porque los insectos de los que muchas se alimentan no son capaces de alcanzar grandes alturas cuando les pesa la humedad. Sin embargo, cuando se avecina una tormenta, las corrientes de aire ascendente arrastran hacia arriba a muchos insectos, de manera que algunos pájaros, como las golondrinas y los vencejos, vuelan mucho más alto que en otras circunstancias.
Los refranes, un no parar
Sobre el tiempo y las aves destaca el conocido refrán "Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo", que tiene un fundamento bastante razonable. "Cuando llega una masa de aire frío, el aire se vuelve más denso y al grajo le cuesta más sustentarse, por lo que vuela más cerca del suelo", apunta Viñas.
Otro dicho que recuerda bastante al caso de la marmota es "Por San Blas la cigüeña verás y si no la vieres, año de nieves", sobre todo por la coincidencia temporal, ya que San Blas es mañana, 3 de febrero. El refrán alude al regreso de las cigüeñas a los campanarios cuando acaba lo más duro del invierno, pero el cambio climático y la abundancia de comida –por los vertederos- las han hecho más sedentarias, así que, en lugar de buscar el calor africano, permanecen con nosotros todo el año. "En febrero busca la sombra el perro", otro refrán, parece tener el mismo sentido.
Estas expresiones simplemente constatan un hecho largamente observado año tras año: en esta época comienza a hacer menos frío. Pero si volvemos al terreno de las predicciones y ya al margen de los animales, los métodos tradicionales echan mano de todo tipo de rituales pseudocientíficos.
Sin animales
En España son muy conocidas las cabañuelas, que predicen el tiempo de todo el año en función de lo que ocurre en ciertos días de agosto, así como el Calendario Zaragozano de Mariano Castillo y Ocsiero, que se edita desde 1840. Las anotaciones diarias sobre presión y temperatura de este astrónomo unidas a fenómenos astronómicos como las fases de la Luna, los eclipses o las estrellas fugaces, le sirvieron para componer sus particulares predicciones, que se hicieron muy populares entre los agricultores españoles. En la actualidad se siguen vendiendo miles de ejemplares cada año, probablemente, más por tradición que por la confianza en su contenido.
"Hoy en día todo se ha quedado en anécdota ante el imparable desarrollo que ha tenido la meteorología basada en el método científico y con el apoyo de los superordenadores", asegura Viñas.
A pesar de todo, las predicciones nunca son tan precisas e infalibles como nos gustaría y, aunque no vayamos a sustituir a nuestros meteorólogos por alternativas naturales, nos siguen seduciendo métodos menos rigurosos y más pintorescos. Una y otra vez. Como si fuera el Día de la Marmota.