El cerebro del filósofo René Descartes no era normal. Y no sólo por su capacidad, demostrada en sus trabajos publicados -de los que ha pasado a la posteridad la frase "Pienso, luego existo"-, sino también por su anatomía.
Así lo ha demostrado el análisis de su cerebro, un órgano que no se conserva pero que ha sido posible reconstruir gracias a la tecnología. Lo han hecho investigadores de la Universidad de Versalles, que han publicado sus conclusiones en la revista Journal of the Neurological Sciences.
Pocos días antes de la deseada -al menos, por la mayoría del mundo- victoria de Emmanuel Macron, los científicos han desvelado que el cerebro de Descartes -cuyo cráneo lleva dos siglos conservado en el Museo Nacional de Historia Nacional era excepcional también físicamente, ya que presentaba un bulto en la corteza frontal.
Es la única peculiaridad de un órgano que, por otra parte, no destaca por su tamaño, como si lo hacen algunos de los cerebros de las mentes más brillantes de la historia, como el de Einstein.
Para llegar a sus conclusiones, los científicos aplicaron un TAC en 3D al lado izquierdo del cráneo conservado de Descartes. Al parecer, la zona donde se ha encontrado el inusual abultamiento, es la dedicada al procesamiento de las palabras.