Este jueves, la Fundación BBVA entregará en Madrid sus premios anuales Fronteras del Conocimiento, con una dotación económica de 400.000 euros en cada una de sus ocho categorías: Ciencias Básicas (Física, Química, Matemáticas), Biomedicina, Ecología y Biología de la Conservación, Tecnologías de la Información y la Comunicación, Economía, Finanzas y Gestión de Empresas, Música Contemporánea, Cambio Climático y Cooperación al Desarrollo.
Instituidos en 2008 con la colaboración del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y entregados por primera vez en 2009, los premios se han consolidado como una prestigiosa referencia internacional en el reconocimiento de la investigación y la creación cultural; hasta tal punto que a menudo se presentan como una versión española de los Nobel. Y si los galardones suecos reinan por su veterana trayectoria histórica, el origen más moderno de los premios Fronteras del Conocimiento es una ventaja a la hora de distinguir los avances en categorías hoy de plena actualidad, como las nuevas tecnologías o la lucha contra el cambio climático.
Estos son los premiados en la IX edición de los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento:
Ciencias básicas: David Cox y Bradley Efron
En los últimos años se ha abierto un debate en la comunidad científica sobre la validez de muchos estudios, llegando a hablarse de una crisis de credibilidad de los resultados experimentales. El problema es que, en muchos casos, incluso experimentos brillantes acaban enfangados por un tratamiento estadístico de los datos que puede resultar deficiente o sesgado. En una época en que la estadística es más importante que nunca como herramienta científica, el jurado de la categoría de Ciencias Básicas ha decidido premiar al británico David Cox, de la Universidad de Oxford, y al estadounidense Bradley Efron, de la de Stanford. Ambos han aportado modelos, como la Regresión de Cox o el Bootstrapping, que hoy son esenciales en el correcto tratamiento estadístico de los datos científicos, desde la astrofísica a la biomedicina o la epidemiología.
Biomedicina: Emmanuelle Charpentier, Jennifer Doudna y Francisco Martínez Mojica
El mundo de la investigación biomédica aplaude unánimemente el desarrollo de la tecnología llamada CRISPR/Cas9 como la gran revolución genética del siglo XXI. Se trata de un kit de herramientas moleculares que permite modificar genomas con una precisión y eficacia antes impensables, y que ya se está ensayando como posible arma terapéutica contra diversas enfermedades. La francesa Emmanuelle Charpentier, del Instituto Max Planck de Biología de la Infección (Alemania), y la estadounidense Jennifer Doudna, de la Universidad de California en Berkeley, han recibido diversos galardones por haber liderado el desarrollo de esta nueva tecnología. Pero en enero de 2016, el influyente científico Eric Lander investigaba la historia de CRISPR para descubrir un dato que hasta entonces había pasado inadvertido para la gran mayoría: el sistema fue originalmente descubierto en los microbios de las salinas de Santa Pola por el español Francisco Martínez Mojica, de la Universidad de Alicante. Martínez Mojica recibe este año el premio en la categoría de Biomedicina junto a Charpentier y Doudna.
Ecología y Biología de la Conservación: Gene Likens y Marten Scheffer
En 1972, un equipo de científicos estadounidenses dirigido por Gene Likens observó que la lluvia en una región del estado de New Hampshire era inusualmente ácida, un fenómeno que un químico escocés del siglo XIX ya había vinculado a la polución industrial de la atmósfera. Los estudios de Likens, fundador del Instituto Cary de Estudios de los Ecosistemas, han sido esenciales para comprender el impacto de la quema de combustibles fósiles en la lluvia ácida, uno de los grandes impactos ecológicos de la actividad humana. Likens recibe el premio en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación junto con el ecólogo holandés Marten Scheffer, de la Universidad de Wageningen. La especialidad de Scheffer es la matemática biológica, con la que ha conseguido simular sistemas complejos, sus cambios y adaptaciones, anticipando así las respuestas de los ecosistemas a las alteraciones provocadas por el ser humano.
Tecnologías de la Información y la Comunicación: Geoffrey Hinton
Una de las líneas fundamentales de avance de la investigación en Inteligencia Artificial es la creación de redes neuronales artificiales, sistemas computacionales avanzados capaces de emular los procesos mentales del cerebro humano. El anglocanadiense Geoffrey Hinton, de la Universidad de Toronto, destaca en este campo por su creación de redes neuronales que simulan la memoria o la percepción; pero, sobre todo, por el diseño de máquinas que son capaces de aprender por sí mismas sin necesidad de un tutor humano. A Hinton la ciencia le viene de una larga tradición familiar: para quienes reconozcan el apellido del escritor y matemático que en el siglo XIX escribió sobre la cuarta dimensión en sus Relatos Científicos, sí, Charles Howard Hinton fue el bisabuelo de Geoffrey. Pero su tatarabuelo fue nada menos que George Boole, el creador de la lógica matemática en la que se basa la computación actual.
Economía, Finanzas y Gestión de Empresas: Daron Acemoglu
La larga lista de publicaciones del turco-estadounidense de origen armenio Daron Acemoglu revela la inmensa dedicación que le ha convertido en uno de los economistas más prolíficos de la actualidad. Pero a la cantidad, este profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts añade también la calidad, que le sitúa como uno de los diez economistas más citados del mundo. Sus trabajos cubren una amplia variedad de temas, tanto en el campo teórico como en la perspectiva histórica y los casos empíricos. Los expertos destacan sus contribuciones en el área de la relación entre los sistemas políticos y el desarrollo económico, y en especial en el papel de las instituciones democráticas en la creación de riqueza para las naciones y sus ciudadanos.
Música Contemporánea: Sofia Gubaidulina
El más artístico de los premios Fronteras del Conocimiento ha recaído este año en la compositora rusa de origen tártaro Sofia Gubaidulina. Desde su infancia en un remoto rincón de la Unión Soviética, Gubaidulina comenzó a cultivar su interés por la música al mismo tiempo que su espiritualidad, algo que decidió ocultar por miedo a que los adultos no vieran con buenos ojos sus inclinaciones religiosas. La compositora ha manifestado que, en su visión, la música es un modo de expresar la religión en el sentido de religación, o de reconexión con la divinidad. A pesar de que el ambiente de su crianza, si bien propicio para la formación musical, no lo era para la libre expresión, su curiosidad la llevó a experimentar ya desde sus estudios en el Conservatorio de Moscú con afinaciones diferentes a la estándar. Esto la llevó a ser reprendida por sus profesores, excepto uno: el genial Shostakovich, quien la alentó a continuar con sus “errores”. Su pasión por Bach, sus influencias multiculturales, su exploración de combinaciones de instrumentos e incluso su aplicación de conceptos matemáticos, como la sucesión de Fibonacci o la proporción aúrea, son algunos de los ingredientes de un talento original e innovador para la creación musical.
Cambio climático: Syukuro Manabe y James Hansen
Hoy cualquier ciudadano tiene a su alcance la información sobre los riesgos que comporta el cambio climático. Se ha generalizado la preocupación por este impacto de la actividad humana en el clima global, que forma ya parte de la agenda política en la mayoría de los países. Pero el camino para llegar a este nivel de conocimiento y concienciación no ha sido fácil, sino que ha estado minado por el recelo natural ante lo nuevo y las dudas sembradas por los defensores de intereses particulares. Es hora de rendir homenaje a quienes hicieron posible recorrer este camino, y entre ellos están los científicos que comenzaron a advertir de ello cuando la expresión “cambio climático” ni siquiera existía. En los años 70 Syukuro Manabe (hoy en la Universidad de Princeton) y James Hansen (hoy en la Universidad de Columbia) comenzaron de forma independiente a emplear las rudimentarias herramientas informáticas de la época para crear los primeros modelos computacionales complejos del clima, con los que pudieron predecir cómo el aumento del CO2 atmosférico elevaría la temperatura de la Tierra. Los modelos actuales deben su existencia al trabajo de estos dos pioneros.
Cooperación al Desarrollo: Pedro Alonso y Peter Myler
La malaria continúa afectando cada año a 200 millones de personas y matando a casi medio millón. Pero más allá de lo aún terrible de estas cifras, su evolución es más que esperanzadora: en los últimos 15 años la incidencia de la enfermedad se ha reducido en un 37%, y su mortalidad ha descendido un 60%. Parte de estos logros se deben al trabajo de Pedro Alonso. Este médico español ha dedicado toda su carrera a la lucha contra la malaria, primero en países como Gambia o Mozambique, y hoy al frente del Programa Mundial sobre Paludismo (GMP) de la Organización Mundial de la Salud. Entre sus logros destacan los ensayos con la primera vacuna parcialmente eficaz, pero también la implantación de mosquiteras con insecticida que han evitado millones de muertes. Hoy la antigua enfermedad olvidada ya no lo es, pero continúan siéndolo otras que afectan a más de 1.000 millones de personas en todo el mundo. La lucha contra estas lacras pasa también por investigaciones como las del estadounidense Peter Myler. Desde el Centro de Investigación en Enfermedades Infecciosas en Seattle, Myler ha secuenciado los genomas de los parásitos causantes de la leishmaniasis y la enfermedad de Chagas, hitos que abren la puerta a nuevas terapias y vacunas.