La entrega de los premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, que se ha celebrado este jueves en el Palacio del Marqués de Salamanca en Madrid, sirve cada año como una puesta al día sobre el estado científico, tecnológico y cultural del ser humano. Además de distinguir a los premiados en las ocho categorías que se reparten una dotación económica total de 3,2 millones de euros, la ceremonia y las intervenciones de los ponentes ofrecen un indicador de cómo la ciencia y la cultura afrontan los grandes problemas globales, como la sostenibilidad del planeta o la lucha contra la enfermedad y la pobreza.
Pero también frente a amenazas de nuevo cuño que son cada vez más acuciantes. Así lo resaltó en su discurso el presidente de la Fundación BBVA, Francisco González, cuando dijo que "dotar de un mayor estatus a la ciencia como elemento central de la cultura permitiría plantar cara de manera eficaz a fanatismos e ideologías excluyentes ya caducadas, pero vigentes en algunos sectores de la población, a intereses espurios de lobbies o simplemente a la cotidiana invasión de mensajes y contenidos que, deliberadamente o no, alimentan actitudes y comportamientos de espaldas, cuando no contrarios al mejor conocimiento y evidencia".
González reconoció el inmenso valor de las tecnologías que "interconectan e irrigan con información a toda la sociedad". Pero también alertó sobre un fenómeno que hoy preocupa a académicos y pensadores de todo el mundo, y es cómo los mensajes contrarios al conocimiento actual, multiplicados gracias a esas mismas tecnologías, están calando no sólo en amplios sectores de la sociedad sino también entre los decisores públicos, algo que González calificó como "especialmente preocupante".
Contra esta nueva amenaza de lo que algunos comentaristas han dado en llamar "postverdad", el presidente de la Fundación BBVA sugirió un antídoto: "entrenar y promover el pensamiento racional", reforzando el papel de la ciencia como cultura para convertirla en "sistema de coordenadas del mindset individual y colectivo". Éste es uno de los objetivos de los premios que González presentó en su IX edición ante una audiencia compuesta por personalidades de la comunidad científica y de la creación artística nacional e internacional, con la asistencia de la secretaria de estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, Carmen Vela, y de Emilio Lora-Tamayo, presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), entidad que colabora en la concesión de los premios.
La estadística en la era del big data
A continuación tomaron la palabra los galardonados. Los matemáticos David Cox y Bradley Efron recogieron el premio en la categoría de Ciencias Básicas por sus aportaciones esenciales en el tratamiento estadístico de los datos, herramientas clave para el avance de la ciencia en la era del big data. En su propio nombre y en el de Efron, Cox bromeó con el hecho de que ambos suman más de 120 años de dedicación a la estadística, a pesar de lo cual conservan intacta su pasión por este campo. El matemático subrayó cómo desde los grandes matemáticos del siglo XIX, como Gauss y Laplace, la estadística "nunca ha dejado de expandirse" incorporando y a la vez siendo impulsada por "cuestiones generadas por las ciencias naturales y sociales y sus tecnologías asociadas: sobre todo, la ingeniería, la agricultura y la medicina".
La importancia de la ciencia básica
El microbiólogo Francisco Martínez Mojica, de la Universidad de Alicante, recogió el premio de Biomedicina por haber descubierto un sistema de defensa de los microbios que posteriormente las biólogas Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, que también comparten el galardón, convirtieron en la herramienta genética más valiosa de la historia. Martínez Mojica, que habló en nombre de los tres, recalcó el potencial de esta herramienta llamada CRISPR para "la mejora de la salud humana y del mundo en que vivimos".
El científico ilicitano aprovechó la ocasión para subrayar la importancia de la investigación básica; el descubrimiento de CRISPR fue posible gracias a algo tan aparentemente inconexo como el estudio de los microbios de las salinas de Santa Pola. Martínez Mojica recordó así la necesidad de apoyar "la ciencia derivada de la curiosidad", en un momento en que "muchos países limitan la financiación de la investigación básica".
Ecosistemas vitales
Los ecólogos Gene Likens y Martin Scheffer, premiados en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación, repasaron brevemente cómo sus aportaciones respectivas en el descubrimiento de la lluvia ácida y en la predicción del impacto humano sobre los ecosistemas han contribuido a la preservación medioambiental. "Vimos las cosas de una manera en que nadie las había visto antes. Una nueva mirada al mundo circundante que nos ayudó, a nosotros y a otros, a entenderlo", señalaron los dos científicos, que destacaron los servicios esenciales que los ecosistemas proporcionan al ser humano, y alentaron la necesidad de "comprender y proteger un medio ambiente sano y hallar modos de seguir manteniendo estos servicios vitales en el futuro".
Máquinas que aprenden solas
El espacio para las tecnologías más novedosas estuvo a cargo de Geoffrey Hinton, galardonado en Tecnologías de la Información y la Comunicación por sus avances en Inteligencia Artificial, sobre todo en redes neuronales artificiales capaces de aprender por sí mismas. Hinton recordó que cuando comenzó su trabajo, en 1970, muchos expertos desdeñaban la idea de crear máquinas que imitaran la capacidad de aprendizaje del cerebro a partir de la experiencia, al considerarlo "una fantasía disparatada". "La idea de que una red con mil millones de conexiones adaptativas y carente de conocimientos previos fuera a aprender a traducir series de palabras en chino al inglés tan sólo a partir de ejemplos parecía absolutamente absurda", dijo Hinton. Sin embargo, este enfoque hoy es la base de tecnologías como el reconocimiento de voz o la visión por ordenador.
Democracia para la prosperidad
El premio de Economía, Finanzas y Gestión de Empresas fue para Daron Acemoglu, profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts, que recordó sus inicios en su país natal: "cuando era un alumno de secundaria que llegaba a la mayoría de edad en Turquía, bajo una dictadura militar y en una economía disfuncional, preguntándome si ambas estaban inexorablemente unidas". Por entonces, proseguía Acemoglu, la relación entre instituciones políticas democráticas y desarrollo no era un asunto central en economía; su contribución para cambiar el enfoque fue esencial al demostrar el papel de la organización política, así como del cambio tecnológico, en el crecimiento económico y la prosperidad.
La música del alma
Por su parte, la compositora Sofia Gubaidulina abrió la página musical de la ceremonia. La ganadora del premio de Música Contemporánea ha sido distinguida por el carácter espiritual y transformador de sus composiciones, con las que invita al espectador a "que dentro del alma se le encienda el fuego y cobre forma una nube vibrante que le permita elevarse hasta una nueva dimensión vital, distinta de nuestra rutina cotidiana".
Gubaidulina ponderó la importancia de la música en perpetuar "los intentos de encender el fuego de nuestra alma", y subrayó cómo el futuro de esta forma de expresión artística y cultural depende del respaldo de iniciativas "de entrega generosa al arte" como los premios de la Fundación BBVA.
Una llamada a la acción sobre el clima
El llamamiento a la responsabilidad del ser humano sobre el calentamiento global centró el discurso de los dos galardonados en la categoría de Cambio Climático, Syukuro Manabe y James Hansen. Ambos desarrollaron los primeros modelos informáticos de predicción climática cuando aún eran pocos quienes sospechaban o creían en la influencia de la actividad humana en el clima. Manabe y Hansen recordaron que la concentración de CO2 atmosférico ha crecido más de un 30% desde la época preindustrial, y que al aumento de la temperatura global en un grado centígrado desde entonces habrá que sumar de dos a tres grados más al final del presente siglo.
Los dos científicos hicieron hincapié en que el reparto desigual del agua lo será aún más a consecuencia de este calentamiento. "Si no se consigue reducir drásticamente las emisiones de gases invernadero, es probable que el calentamiento global tenga un impacto de gran alcance en el ecosistema de nuestro planeta durante los próximos siglos", concluyeron.
Enfermedad y pobreza, un círculo vicioso
Por último, el premio de Cooperación al Desarrollo fue entregado a Pedro Alonso y Peter Myler por sus avances en la lucha contra enfermedades que afectan a las regiones más pobres del planeta, "en un mundo en el que el lugar de nacimiento determina las posibilidades de una persona de vivir una vida saludable y productiva", destacó Alonso en nombre de los dos. El español ha liderado empeños titánicos contra la malaria, anteriormente como investigador y ahora en calidad de director del Programa Mundial sobre Paludismo (GMP) de la Organización Mundial de la Salud. El esfuerzo conjunto ha conseguido aliviar esta "inaceptable carga de enfermedad y muerte", dijo Alonso, reduciendo la mortalidad en más de un 60% y evitando así más de seis millones de muertes. Sin embargo, prosiguió, aún queda mucho por hacer, especialmente en enfermedades más desatendidas como la leishmaniasis, una dolencia cuyo nombre "la mayoría ni siquiera podría deletrear" y que cada año infecta a ocho millones de personas. Investigaciones como las llevadas a cabo por Myler en estas enfermedades olvidadas, señaló Alonso, son imprescindibles para romper el "círculo vicioso de pobreza y miseria que constituye un gran impedimento para el desarrollo económico".