100 años. Es el plazo que Stephen Hawking daba el pasado miércoles en el festival Starmus a la humanidad para colonizar Marte y otros planetas si pretende salvarse de la extinción. "Hemos entregado a nuestro planeta el desastroso regalo del cambio climático" - expresaba el físico y profesor de la universidad de Cambridge. "Cuando alcanzábamos crisis similares siempre solía haber otro lugar que colonizar. Pero ya no hay nuevos mundos ni ninguna utopía tras la esquina".
Horas antes, la misión Kepler de la NASA había anunciado la catalogación de 219 nuevos planetas candidatos a albergar vida, y entre ellos, diez especialmente prometedores: de un tamaño similar a la Tierra, rocosos, y orbitando a la distancia adecuada de una estrella. Estos hallazgos, que antes excitaban en esencia a los investigadores y a los amantes de la ciencia ficción, se discuten ahora en los consejos de dirección de empresas de vanguardia como Facebook, Virgin y SpaceX.
En efecto, la colonización espacial es una inversión a futuro y, si bien Mark Zuckerberg ya idea junto a Hawking cómo mandar la sonda Breakthrough Starshot hasta Alpha Centaury, nuestra estrella "vecina" a 4,37 años luz de distancia, nadie pone en duda que la conquista de Marte es el primer peldaño. Un proyecto costoso y lleno de dificultades que progresa sin embargo de forma inexorable y que se está materializando en ocasiones de las formas más curiosas.
La ciudad de 1.000.000 marcianos de Elon Musk
Nadie pone tanta pasión - y dinero - en la causa de la colonización espacial como el visionario fundador de Tesla y SpaceX. Musk ya epataba al mundo el pasado septiembre desvelando hacia dónde quiere conducir el desarrollo de sus cohetes reutilizables: un arca de 122 metros de altura que transportaría a 100 colonos en un viaje de tres meses al planeta rojo.
"Reutilizable" es la palabra clave. Porque, según el paper que el propio Musk acaba de publicar en New Space, la colonización de Marte solo podrá darse por exitosa una vez se hayan alcanzado el millón de habitantes, el umbral de sostenibilidad que se ha marcado. Una ciudad en toda regla, que tendría que ser poblada progresivamente y suministrada por frecuentes trayectos Tierra - Marte.
Tanto, que el empresario ya planea "estaciones" para sus cohetes, plataformas marítimas frente a ciudades como Nueva York y Tokio que, de paso, podrían ser explotadas como un servicio orbital de transporte de mercancías. Rentabilizar el proyecto es la obsesión de Musk: "No podemos crear una civilización espacial al coste de diez millones de dólares por persona". Además de alargar la vida de sus naves, confía en abaratar costes produciendo combustible en el propio Marte y reabasteciéndolos en órbita.
La base impresa en 3-D y diseñada por Foster
La iniciativa privada está impaciente por alzar el vuelo; la NASA, sin embargo, puede permitirse avanzar con más prudencia. La misión Journey to Mars se ha puesto 2030 como objetivo, una fecha que, entre cambios de administración y recortes de presupuesto, se va echando encima. Pero no es trabajo baldío: la prioridad es la de desarrollar tecnologías y soluciones por delante de plantar una bandera en suelo marciano.
Uno de los proyectos ha sido el concurso 3D Printed Habitat Challenge. ¿Y si en lugar de montar la base marciana con material traído desde la Tierra, la fabricamos con el que encontramos ahí? La tecnología no está fuera de nuestro alcance. Por un lado, los artefactos autónomos que podemos monitorizar desde nuestro planeta como los rovers que actualmente exploran Marte; por el otro, la impresión 3-D que permite crear objetos con volumen fundiendo materiales mediante microondas.
El boceto que vemos es el propuesto por el estudio del arquitecto Norman Foster en 2015, que ya había diseñado una base lunar para la ESA en la misma línea. Los robots autónomos cavarían un cráter en el lugar designado; otra variante de trabajadores mecánicos desplegaría los módulos hinchables; y una tercera usaría el regolito del suelo marciano para dotar a la estructura de una sólida pared que proteja a sus inquilinos. Así, los colonos marcianos encontrarían a su llegada un confortable refugio.
La granja de hormigas humanas según National Geographic
¿Por qué enterrar los hábitats de nuestros astronautas cuando podemos usar para nuestro propio beneficio uno de los hitos geológicos del planeta rojo, sus tubos de lava? Esta es la solución que proponía la serie Marte de National Geographic, una producción a caballo entre el documental y la ficción que adelantaba los acontecimientos de 2030 - y auguraba, por cierto, que habrá un español entre los primeros humanos que pisen Marte y al que interpreta Alberto Ammann.
Se trata de gigantescas cavernas que fueron creadas por coladas de lava que se endurecieron al enfriarse, dejando un espacio abierto bajo tierra. Aunque apenas conocemos las de nuestro planeta vecino, los expertos teorizan que pueden ser mucho mayores que las de la Tierra y pueden ocultar los tesoros más codiciados del planeta rojo: agua en forma de hielo e incluso, de existir, vida marciana.
Los hábitats se instalarían en los tubos de lava, a cobijo de la radiación y los cambios de temperatura extremos. También los invernaderos que deberán nutrir de alimentos frescos a los colonos. Sin embargo, gran parte de la base deberá estar en el exterior, especialmente las antenas de comunicaciones y las placas solares que suministren la energía al complejo. Afortunadamente, las tormentas de polvo marciano no son tan violentas como la que mostraba la película El marciano con Matt Damon, debido a la débil atmósfera marciana.
El emirato marciano a imagen de Dubái
Si han logrado hacer brotar algunas de las ciudades más opulentas del planeta del puro desierto, ¿quién mejor que los Emiratos Árabes Unidos para colonizar Marte? Este proyecto está encabezado por el jeque Mohammed bin Zayed de Dubái y se marca los plazos más juiciosos de todos los proyectos: el emirato marciano no se alzaría hasta 2117, y sería el resultado del desarrollo de misiones como la sonda Hope a Marte prevista para 2021.
Si los plazos parecen razonables, las imágenes que su alteza se lanzó a compartir en su cuenta de Twitter al presentar el proyecto lo son un poco menos. Hermosas y vanguardistas cúpulas que acogen espacios ajardinados, sistemas de comunicación entre complejos, refinerías extraterrestres entre las que parecen asomar las inevitables torres de perforación de petróleo... El modelo podía ser visitado en realidad virtual, pero la experiencia se asemejaba más a la de un videojuego de la pasada década.
El plan de IKEA para estar en Marte como en casa
En el espacio nadie oirá tus gritos cuando la estantería Billy se te desmonte. El gigante sueco del mueble se preocupa por el confort de los colonos, confinados a un viaje espacial de varios meses seguidos por una lucha por la supervivencia en habitats, módulos, cabinas y compartimentos. Por eso, ha mandado a cinco de sus diseñadores a pasar el mismo entrenamiento que los astronautas en la Mars Desert Research Station del desierto de Utah.
"Cuando diseñas para la vida en una nave espacial o para un hábitat de superficie planetaria en Marte, tienes que ser creativo pero preciso" - explica Michael Nikolic, jefe de diseño. "Tienes que ser innovador y preciso al mismo tiempo, y pensar cuidadosamente en la faceta de la sostenibilidad. Los retos de la Tierra son los de la urbanización, la vida en espacios cada vez más reducidos y las adversidades climáticas; en el espacio serán los mismos".
Y Mars One sigue adelante, sin 'reality show'
Los planes de conquista de Marte que han descarrilado son innumerables. El del millonario Dennis Tito, el primer turista espacial, por ejemplo: pretendía hacer doblete convirtiéndose también en el primero en hacer el viaje de ida y vuelta a Marte - a los ochenta años, ni más ni menos, y acompañado por dos astronautas y "una pareja no muy joven" por si la radiación los dejaba estériles.
Similarmente, la empresa holandesa Mars One fue la primera en anunciar un plan en firme de colonización marciana. Y con un giro teatral, anunciaban que los candidatos serían seleccionados en un reality show. Pero en 2015 Endemol, la creadora del proyecto, decidía echarse atrás.
Con todo, Mars One sigue existiendo, y sus "candidatos a astronauta" siguen apareciendo de tanto en cuando en países del todo el mundo. Pero nunca se han repuesto de las dudas formuladas por los científicos y de la acusación de ser, en realidad, una fraude que cobra a sus aspirantes a colono marciano.