La familia corrompe, la sociedad no: de los Pujol a los Villar
Las tramas de corrupción arraigan en las familias por motivos biológicos y afectivos, pero también por una cultura política patrimonialista.
19 julio, 2017 02:58Noticias relacionadas
"El hombre nace bueno por naturaleza; es la sociedad la que lo corrompe". Tal es la célebre máxima que formula Jean-Jacques Rousseau en El Contrato Social, una premisa que parece haber envejecido mal en tiempos de "incesante martilleo" de casos de de corrupción. ¿Ellos no querían, la sociedad les obligó? ¿Y en qué momento se desviaron de la recta vía? El filósofo suizo aportaba un indicio: "La familia es el primer modelo de sociedad política; el jefe es la imagen del padre, el pueblo es la imagen de los hijos y, habiendo nacido todos iguales y libres, sólo ceden su libertad a cambio de su utilidad".
Sociedad, familia, corrupción, política: esta batería de conceptos no han perdido un ápice de relevancia desde el siglo XVII. Ángel María Villar, presidente de la Real Federación de Fútbol, ha sido detenido en el marco de la 'operación Soule' por las irregularidades de su gestión. Y junto a él, su hijo Gorka, que medró en el fútbol internacional a su sombra. Los Villar suman así su apellido a los Pujol, el clan de siete vástagos al que la UDEF llegó a definir como una "organización criminal" encabezada por sus padres en lugar de una familia.
El pecado del padre cae sobre el hijo cuando se trata de corrupción. Incluso sin su consentimiento. Clara Millet declaró en el juicio por el 'caso Palau' haberse quedado "helada" al descubrir que Félix, su padre, pagó su boda con dinero desfalcado. Ignacio González donó 150.000 euros a sus hijas que, según la UCO, pudieron venir de la trama del Canal de Isabel II; la hija de su cómplice, Edmundo Rodríguez Sobrino, habría comprado dos propiedades de lujo con el mismo dinero sucio. La corrupción también la puede meter el yerno en casa. Le sucedió al rey Juan Carlos I con el 'caso Nóos' y a José María Aznar con el amigote de Alejandro Agag, Francisco Correa.
¿Estamos ante un caso de "ocurre hasta en las mejores familias", en el que las élites no pueden escapar de un mal enraizado? Los estudios apuntan en dirección contraria: la corrupción se inocula, crece y se expande cuando viene de familia.
El afecto facilita el engaño
¿Se hereda la predisposición al crimen? El problema ha ocupado a la moral, la filosofía y la literatura desde antiguo. Y en tiempos modernos, a la genética. Alfonso Serrano Gómez estudió a 250 familias españolas en 1969; concluyó que "el fenotipo" afectaba poco al desarrollo de conductas criminales "y el genotipo, todavía menos". Estudios posteriores han vinculado el crecer en familias y barriadas desfavorecidas con una mayor predisposición a la criminalidad. Algunas inclinaciones violentas provocadas por un trastorno cromosómico podrían ser igualmente transmisibles.
Nada de esto tiene que ver con la corrupción, delito de guante blanco. Y ejerce un un círculo vicioso. En 2016, expertos de la Universidad de Nottingham, territorio de legendarios ladrones, publicaron un trabajo realizado sobre 2.500 jóvenes de 23 países. Los sujetos debían lanzar un dado en privado, apuntar los resultados y recibir una compensación económica por altas puntuaciones. Los ciudadanos de países con un alto nivel de corrupción según el índice del Banco Mundial tendían a mentir más. Los españoles, con todo, obtuvieron una calificación de "bastante honestos".
Y es que no basta con ver a presidentes, banqueros y empresarios salir esposados en televisión para corromperse. Hace falta una red. Shaul Shalvi, de la Universidad Ben Gurion del Néguev, retomó el experimento de Nottingham emparejando a los participantes. Uno debía "cantar" el resultado de su tirada al otro, que la apuntaba, y viceversa. El investigador israelí descubrió que los participantes eran más propensos a mentir cuando estaban en pareja antes que solos, siempre y cuando los dos sujetos obtuvieran una recompensa equivalente.
La conclusión parece clara: como en la triquiñuela de extender facturas sin IVA, la corrupción se presentará siempre que dos personas tengan algo que ganar con ello. Pero Shalvi repitió el experimento por tercera vez: esta vez, algunos participantes fueron inoculados con oxitocina: "la hormona del amor", segregada por efecto de las relaciones sentimentales y familiares. Más de la mitad de estos sujetos mintió, frente a un 23% del grupo de control. "Nuestros resultados sugieren que la gente está dispuesta a romper las normas éticas por ayudar a con la que mantiene vínculos afectivos, como su equipo o su familia".
"Un político pobre es un pobre político"
Corromperse de mano de un familiar es un fatal imperativo neurobiológico, según los descubrimientos de Shalvi. También es un "rito de pasaje" para quien quiere abrirse paso, particularmente en la política. Nubia Nieto, de la Universidad de la Sorbona, estudió cómo la corrupción es un mecanismo de socialización para las élites mexicanas. Un sistema que tiene mucho que ver con el español: una común herencia de la época colonial y una experiencia "paternalista y patrimonialista" reciente del poder, el longevo gobierno del PRI en un caso y la dictadura de Franco en el otro.
"La familia cumple una práctica de socialización importante tanto en la formación del individuo como en la adopción de valores y comportamientos políticos" - escribe Nieto. "El acceso, permanencia y ascenso al poder en México ha estado fuertemente ligado a la variable familiar, lo cual deja la puerta abierta a la producción y reproducción de prácticas sociales fundadas en la corrupción". Las familias, explican, han heredado la concepción "patrimonalista" de que el poder corresponde a sus vástagos por derecho.
La investigadora describe lo que en España ha venido a llamarse la cultura "del pelotazo": el "venir a la política a forrarse" ya no solo por los "beneficios económicos sino como demostración de "movilidad ascendente". Cita al histórico político mexicano Carlos Hank González: "Un político pobre es un pobre político". O dicho de otro modo, "cuando un político no posee riquezas, se convierte en un 'fracasado' ante los ojos de los demás miembros de la élite; a quienes no les importa de dónde provenga la riqueza, sino que se posea".
Entrar en política es adscribirse a una familia, y dentro de esa familia la corrupción establece vínculos de "confianza". Los tentáculos familiares toman distintas formas: el nepotismo o "colocación de familiares" es el más evidente. Pero también el "amiguismo" o el "padrinazgo" por el que un poderoso patrón acoge a todo el núcleo familiar bajo su ala. "En la jerga política se dice que 'entre amigos no hay necesidad de discutir'. Esta frase encierra una connotación tanto afectiva, porque supone una fuerte dosis de confianza, como de encubrimiento político-económico, pues proporciona el terreno fértil para reproducir prácticas de corrupción".
Es en ese caldo de cultivo, en esa familia como como "primera sociedad política" de Rousseau, en el que los futuros líderes se forman en valores. Escuchar ahora a Gorka Villar decir el pasado mayo que de su padre "había aprendido a ser honrado" nos dibuja una sonrisa sarcástica; para él, probablemente, la frase no encerraba ni una pizca de ironía.