Francis Mojica, profesor de la Universidad de Alicante, ha recibido estas semanas tantas llamadas como si hubiese ganado el Nobel. De hecho, cuando atiende por teléfono a EL ESPAÑOL, confiesa que "está hasta arriba" y que los medios "no paran". "Tengo otra entrevista en 15 minutos", comenta. El nombre y apellido de este ilicitano está en las quinielas del máximo galardón científico -además en dos categorías, Química y Medicina- al menos desde el año pasado. Y el año que viene volverá estarlo.
"No teníamos un candidato tan próximo al Nobel desde 1959, el año que lo recibió Severo Ochoa", asegura a este diario uno de los mayores expertos en CRISPR/Cas 9 del país, el director del Departamento de Biología Molecular y Celular del Centro Nacional de Biotecnología, Lluís Montoliu. "Es lo positivo que hay que sacar de esto".
Sin falsa modestia, Mojica también tiene claro que el sistema de edición genética, que él descubrió en su vertiente básica (de investigación en laboratorio, sin aplicación entonces), es digno de Nobel. "No ha habido ningún avance científico en ciencias de la vida y de la salud con tantas consecuencias como ésta", afirma, antes de reiterar que está convencido de que el CRISPR/ Cas 9 será premiado.
Pero, si está en todas las quinielas, la comunidad científica reconoce la aportación que supone y su otorgación no supondría ningún problema para nadie, ¿por qué otro año más España se ha quedado a las puertas de recibir su tercer Nobel de Medicina -o primero de Química- de su historia?
Suelen tardar muchos años
Una de las razones que podría explicar esta nueva decepción es, simplemente, el tiempo. Tanto Montoliu como el propio Mojica son conscientes de que la asamblea Nobel del Instituto Karolinska -la entidad que elige a los galardonados- suele tardar muchos años en premiar los hallazgos; es decir, que pueden transcurrir incluso décadas desde la primera comunicación científica de un avance hasta que éste es reconocido con el máximo galardón. El primer paper -estudio- significativo que describió el CRISPR se publicó en 2005 en el Journal of Molecular Evolution, firmado por Mojica. Así han pasado sólo 12 años y hay tiempo para premiarlo.
Comenta Montoliu que el caso más paradigmático de tiempo transcurrido entre un hallazgo y su premio fue el de una de las poquísimas mujeres galardonadas con este Nobel, Barbara McClintock, que lo recibió en 1983, 39 años después de publicar sus primeros trabajos sobre elementos genéticos móviles.
Pero también hay un premio que se cita como ejemplo de rapidez, el que recibieron en 2012 John B. Gurdon and Shinya Yamanaka. Aunque los trabajos del primero empezaron a ser publicados en 1962, los del japonés habían sido difundidos sólo seis años antes, en 2006. "Salvo pocas excepciones, lo normal es que se premien avances de décadas atrás, cuando ya están consolidados", se consuela Mojica.
Qué premiar
Otra cosa que podría explicar la tardanza en la elección de este Nobel es que el hallazgo está -grosso modo- dividido en dos partes. Por una parte, el descubrimiento de un comportamiento extraño en el microorganismo Haloferax mediterranei, una bacteria que se defendía de los virus mediante unas secuencias genéticas que se repetían a intervalos regulares. Ese proceso -el CRISPR- es, según Montoliu, el avance que "tiene asegurado" el Nobel. La segunda parte es el sistema de edición genética que sale de ahí, que es lo que tardó más en llegar -se publicó en 2012- y supone la posibilidad de replicar este comportamiento en el laboratorio, lo que se puede usar como "una potente herramienta de edición genómica que puede ser programada para reconocer cualquier fragmento de ADN", según Emmanuelle Charpentier, una de las madres de esta parte de la investigación.
Aunque el investigador del CNB tiene claro que el CRISPR -Cas 9 -en ese momento se le añadió el apellido- mejora muchísimo la edición genética, resalta que ya había otros sistemas que lograban cambiar los genes, mucho menos eficientes y difíciles de llevar a cabo. Es el caso de las nucleasas de dedos de zinc, las meganucleasas y las proteínas TALE. "Como sistema de edición genética no supone una innovación, porque ya existía esta posibilidad", subraya Montoliu.
A quién premiar
Aunque España sueñe todos los octubres con recibir un merecido Nobel de Medicina, detrás del descubrimiento y desarrollo del CRISPR- Cas 9 hay más investigadores además de Francis Mojica. De hecho, el científico español fue la inexplicable ausencia del Princesa de Asturias -en su categoría de Investigación Científica y Técnica- de 2015, que premió sólo a Jennifer Doudla y Emmanuelle Charpentier, las científicas que, a partir de la investigación básica del ilicitano, consiguieron reproducir en el laboratorio el mecanismo descrito por Mojica en bacterias.
Pero no son sólo estos tres los que podrían repartirse el pastel -y el premio dotado con más de un millón de euros- del Nobel. Montoliu destaca al lituano Virginijus Siksnys, al francés Philippe Horvath y a otra decena de científicos. "Nosotros presionamos con España, pero Francia hace lo propio y también Lituania", reflexiona. ¿Podría darse el caso de que el CRISPR - Cas 9 recibiera el galardón y no estuviera Mojica? Aunque los expertos no lo creen, la posibilidad está sobre la mesa. El problema reside, además, en que las normas del Nobel de Medicina sólo permiten dividirlo en tres partes, aunque alguna de ellas se puede dividir entre un mismo equipo. Preguntado Mojica sobre su terna particular de candidatos, renuncia a mojarse: "Puedo darte una lista de 10 ó 12, pero nunca tres". Montoliu tiene la suya publicada en su web.
En la historia de los Nobel de Medicina hay casos flagrantes de científicos fundamentales en un hallazgo premiado que han sido excluidos del premio al mismo. Uno de los más conocidos es el de Ian Wilmut, uno de los padres de la oveja Dolly que, por cierto, tuvo que responder a una denuncia en los juzgados por parte de uno de los coautores de la creación de la famosa oveja, por haberse pasado a la hora de atribuirse la autoría del hallazgo.
Premio sin polémicas
Por último, Montoliu cree que existe un factor que puede estar influyendo negativamente en la concesión del Nobel al CRISPR - Cas 9 y no es otra que huír de la polémica. En la comunidad científica hay toda una guerra abierta sobre quién es dueño de la tecnología. Dos ejércitos son los protagonistas: por un lado, el de Feng Zhang, el investigador del MIT que aplicó por primera vez la técnica en animales y creó la compañía Editas Medicine para explicarla; por el otro, la científica de la Universidad de Berkeley Jennifer Doudla. De momento, la costa este va ganando, pero la guerra sigue abierta.
"A la Academia no le gustan las polémicas y, cuando éstas existen, eso suele apartar a ese campo del Nobel; no me sorprendería que hubiera influido", reflexiona Montoliu, que cree que es algo "indeseable" para nuestros intereses.
En cualquier caso, Montoliu concluye que "hay infinidad de temas" que merecen ser reconocidos con el Nobel de Medicina y que el premio de este año al mecanismo del descubrimiento del mal sueño es uno de ellos. "Lo que tiene que hacer Francis ahora es descansar y tranquilizarse", bromea. Al menos, hasta el año que viene.