Podría ser el inicio de una novela de John Le Carre, si no fuera porque el escenario no es el habitual de la obra del escritor, la Guerra Fría acabó hace décadas y, sobre todo, porque no estamos ante una ficción sino ante algo tan real que ha protagonizado incluso un estudio en una revista médica, JAMA.
Sucedió entre finales de 2016 y agosto de 2017. Los protagonistas, hasta 26 ciudadanos estadounidenses con una sola característica en común: trabajaban en la embajada de EEUU en La Habana. Todos ellos reportaron sufrir una serie de síntomas inexplicables, que iban desde el vértigo a la somnolencia, pasando por un ligero deterioro cognitivo. No era lo único. Muchos decían escuchar ruidos de forma continua o sonidos desconcertantes justo antes de los síntomas, o una sensación de presión en sus oídos como la que se siente ante una ventanilla muy abierta.
Sentían, en definitiva, que algo raro les pasaba, por lo que sus superiores decidieron que se les hiciera un primer examen médico, que se llevó a cabo en la Universidad de Miami. El resultado fue poco concluyente y los expertos sólo pudieron confirman lo que los diplomáticos ya sabían: que sufrían síntomas inexplicables y persistentes.
En seguida comenzaron los rumores y se especuló con la posibilidad de que el personal de la embajada estuviera siendo víctima de un "ataque sonoro". Por esta razón, el verano pasado el Ministerio de Asuntos Exteriores decidió retirar a muchos de sus empleados de la embajada, aduciendo que Cuba no era capaz de protegerlos.
El asunto pasó a manos del FBI, que contó con la colaboración del Gobierno cubano, que negó cualquier responsabilidad en un presunto ataque.
En diciembre de 2017, un grupo de cubanos científicos evaluó la limitada información médica disponible y grabaciones de sonidos aportadas por los investigadores estadounidenses. La conclusión a la que llegaron es que los pacientes sufrían algún tipo de enfermedad psicosomática.
Hace apenas unos días, JAMA publicaba en un artículo las conclusiones del informe de un equipo de científicos de la Universidad de Pennsylvania que también evaluó a los diplomáticos. Lejos de llegar a una explicación tranquilizadora, lo que los médicos descubrieron es que es "prematuro" afirmar que los trabajadores fueron atacados. Sin embargo, los investigadores dirigidos por Douglas Smith sí creen que un agente "todavía no identificado" disparó una "constelación" de síntomas neurológicos similares a los que puede causar un traumatismo, pero uno peculiar: un golpe sin impacto.
Aunque sigue siendo confuso lo que les ha pasado, el estudio afirma que la red de conexiones del cerebro aparecía perturbada, lo que podría atribuirse a un daño temporal a los axones que conectan las neuronas.
Los síntomas de un traumatismo incluyen la pérdida de memoria y la ralentización del procesamiento mental, lo que se vió en 17 de los 21 pacientes analizados. Estos presentaban resultados normales en los escáneres cerebrales, lo que añade todavía más misterio al asunto.
Al contrario que en una buena novela de espías, en este caso real el misterio ha quedado sin resolver. Algo les pasó a los diplomáticos, pero la ciencia ha sido incapaz de averiguar qué.
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