"¿Por qué la caca es marrón?": Cómo contestar todas las preguntas imposibles de los niños
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Un chiste de Eugenio, de los que cabrían en una línea: "Al cumplir seis años me di cuenta de que no me llamaba ¡Cállate!". Es lo que viene a la mente al tener entre las manos Papá, ¿Dónde se enchufa el Sol? (Crítica). ¿Qué debe hacer un adulto frente a una pregunta así? ¿Tratar de contestar aún sin saber ni por dónde empezar? ¿Y que pasa si después viene otra, y otra más, cada vez más desorbitadas cuando lo que necesitamos es que los niños se vayan a dormir de una vez?
La idea de que la fase del "por qué" sea una de tantas durezas que los padres deben de soportar con estoicismo es "errónea", avisa el divulgador y periodista científico Antonio Martínez Ron. "Hay que disfrutarlo. Presenciar la formación del pensamiento crítico en nuestros hijos en directo es un privilegio. No hay que tener miedo a no saber contestar, porque lo que podemos hacer entonces es enseñarles a buscar las respuestas".
Lo que nos propone Martínez Ron, Premio de Periodismo Científico Concha García Campoy por su trabajo y Premio Ondas por el podcast Catástrofe Ultravioleta, es un juego: apuntar las preguntas de los pequeños que nos dejen asombrados. Tuitearlas si queremos presumir de los genios de la casa. Y después, buscar el modo de contestarlas. Así, en un mano a mano con su hija Laura, ha ido dando forma al libro: cada capítulo es una conversación para antes de dormir, a leer en familia, una breve tanda de preguntas y respuestas que hilan la vida, la naturaleza y el Universo en compañía de un vívido despliegue de ilustraciones.
"El ilustrador, Kim Amate, es uno de los mejores con los que he trabajo en Planeta. Pero los primeros bocetos que nos trajo parecían un cuento de princesas, y no era eso" - explica el divulgador. "Queríamos algo mucho más gamberro, que mostrase a un padre y a su hija pasándolo bien". Y de eso se trata, de dar barra libre a la curiosidad, la creatividad y el ingenio sin cortapisas ni tapujos: "Papá, ¿quién le echa la sal al mar? ¿Por qué nos comemos a los animales? ¿Por qué la aguja del reloj gira a la derecha? ¿Por qué la caca es marrón?"
El catálogo de preguntas es espontáneo y verídico "al 90%", aclara Martínez Ron. Dada la naturaleza aleatoria de la mente infantil y su capacidad para encadenar ideas en direcciones insospechadas, ha sido necesario reordenarlas en bloques temáticos. "Además, me gustaba la idea de un relato por capítulo, como en Las mil y una noches". Confiesa que, con todo, no tenía claro que el formato fuese a funcionar hasta que se lo presentó a su editora. "Les encantó" - asegura. "Fotocopiaban las preguntas que les mandaba para repartirlas. Me decían que se lo pasaban genial."
"¿Por qué nos morimos, papá?"
Una vez hemos asumido que en boca de un niño no hay pregunta necia, ¿cómo responder? "Una de las cosas de las que te das cuenta es que aprendes casi tanto como ellos" - explica Martínez Ron. "Tienen un punto de vista que hemos perdido, una ingenuidad que te obliga a 'mirar detrás de la cortina' y repensar desde la base. Que es como funcionan las mentes de los grandes genios, como la de Einstein". Sirva como ejemplo la conversación en torno a las escatológicas preocupaciones que ocupan gran parte de la vida social en edad infantil:
Papá, ¿por qué se dice "cagarse de miedo"? ¿De verdad te haces caca?
¡Ja, ja, ja! Bueno, si la situación es de mucho peligro los músculos se descontrolan y te puedes hacer caca. Es un reflejo.
¿Qué es un reflejo?
Es un acto que hacemos sin pensar, porque son muy útiles. Por ejemplo, si te quemas, retiras la mano.
Oye, papá, ¿y por qué la caca es marrón?
Nuestra caca es marrón por una sustancia que hay en la sangre, que se degrada y le da ese colorcito.
¿Tenemos sangre en la caca?
¡No! Pero la caca está hecha de lo que nuestro cuerpo ya no usa o no necesita.
Pero, ¿cómo abordar una de las cuestiones trascendentes que emerge precisamente a esa edad, la de la consciencia de la propia muerte? Cuando Laura dice a su padre que ella no se quiere morir, él la anima a pensar en la vida como "una botella de agua", y la suya está llena. Cuando la niña pregunta si existe el alma, Antonio contesta que "no", que eso es "un invento muy raro": existen los átomos que "servirán para hacer cosas bonitas" cuando muramos.
"Hay que dulcificar las cosas para los niños, pero no soy partidario de mentirles" - afirma Martínez Ron. "Para quien sea creyente, es lícito hablar del alma. Pero no hay que tratar de arreglar las verdades incómodas inventando cigüeñas que traen niños de París. Laura preguntó a su madre: si los números no se acaban nunca, ¿por qué nosotros sí? Y hay que ser capaz de dar una respuesta". Pero Laura no se fue triste a la cama la noche en la que preguntó a su padre sobre la muerte.
"No pongas esa cara" - le dijo su padre. "Cuando tú seas mayor seguro que inventan algo para vivir mucho más. Y si estudias mucho, ¡a lo mejor lo inventas tú!". El mensaje a los niños, recalca Martínez Ron, debe ser de esperanza, planteándoles la ciencia como un horizonte abierto en el que las respuestas están por llegar. Los adultos, por el contrario, debemos mostrarnos escépticos cuando alguien nos augure el "fin de la muerte" para las próximas décadas: "Eso es un cuento para consolarnos, una estafa ética y económica".